Vivir bien, El tiempo: ¿aliado o verdugo?

Politicón
/ 24 febrero 2020

Existen personas en el mundo con conceptos muy diferentes sobre el tiempo, que consideran que el tiempo es el presente, es lo que ellos hacen de él y lo que provocan acontecer

El reportero polaco y maestro del periodismo narrativo Ryszard Kapuściński fue uno de los grandes, siempre anduvo en la acción, reportando directamente desde el mismísimo peligro, estuvo en 27 revoluciones, fue arrestado en 40 ocasiones y 4 veces sentenciado a muerte.

Ryszard, también fue profesor universitario y maestro de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, fundada por el Nobel colombiano García Márquez, quien dijo sobre Kapuściński: “verdadero maestro del periodismo y uno de los mejores cronistas del Siglo XX”. Y el periodista lo tenía muy claro: “mi tema principal es la vida de los pobres. Si soñáis con ser periodistas no podéis ignorarlos. Los pobres constituyen el 80 por ciento de la población de este planeta. La pobreza no tiene voz. Mi obligación es lograr que la voz de estas personas sea escuchada”.

TIEMPO

En el libro de su autoría “Ébano” este escritor mezcla magistralmente la información, la filosofía y la historia alrededor de un intrigante y magnífico tema: África.

En este libro existe un extraordinario pasaje que, para su reflexión,  viene como anillo al dedo en este inicio del año: “Nos subimos al autobús y ocupamos los asientos. En este momento puede producirse una colisión entre dos culturas, un choque, un conflicto. Esto sucederá si el pasajero es un forastero que no conoce África. Alguien así empezará a removerse en el asiento, a mirar en todas direcciones y a preguntar: ‘¿Cuándo arrancará el autobús?’. ‘¿Cómo que cuándo?’, le contestará asombrado el conductor, ‘cuando se reúna tanta gente que lo llene del todo’.

Los africanos, –continua el autor– perciben el tiempo de manera bien diferente. Para ellos, el tiempo es una categoría mucho más holgada, abierta, elástica y subjetiva. Es el hombre el que influye sobre la horma del tiempo, sobre su ritmo y su transcurso (por supuesto, sólo aquel que obra con el visto bueno de los antepasados y los dioses). El tiempo, incluso, es algo que el hombre puede crear, pues, por ejemplo, la existencia del tiempo se manifiesta a través de los acontecimientos, y el hecho de que un acontecimiento se produzca o no, no depende sino del hombre. Si dos ejércitos no libran batalla, ésta no habrá tenido lugar (es decir, el tiempo habrá dejado de manifestar su presencia, no habrá existido).

El tiempo aparece como consecuencia de nuestros actos y desaparece si lo ignoramos o dejamos de importunarlo. Es una materia que bajo nuestra influencia siempre puede resucitar, pero que se sumirá en estado de hibernación, e incluso en la nada, si no le prestamos nuestra energía. El tiempo es una realidad pasiva y, sobre todo, dependiente del hombre… Traducido a la práctica, eso significa que si vamos a una aldea donde por la tarde debía celebrarse una reunión y allí no hay nadie, no tiene sentido la pregunta: ‘¿Cuándo se celebrará la reunión?’ La respuesta se conoce de antemano: ‘Cuando acuda la gente’”.

ATEMPORALIDAD

En otra región muy apartada de África, precisamente en el Amazonas, existe una antiquísima y aislada comunidad humana denominada Pirahã que habita en la ribera del río  Maici, y –entre otras cosas– se distingue por tener el idioma más simple y singular del mundo, a tal grado que los colores no tienen nombre, ni tampoco cuentan con números (porque no hay escasez ni bienes que contabilizar), ni pronombres, ni adjetivos, menos oraciones subordinadas y sólo cuentan con ocho consonantes y tres vocales, pero los pirahã consiguen comunicarse perfectamente entre ellos inclusive con cantos y silbidos.

Posiblemente lo más interesante de los pirahã es que en su comunicación no usan tiempos verbales, para ellos no existe el pasado, tampoco el futuro, solamente el presente, por eso su comunicación se basa “a la experiencia inmediata”, en lo que se vive en cada momento; es decir, su lenguaje se concentra en el exacto instante en el cual se experimenta la mismísima vida presente, lo cual ellos saben y aprecian que es lo único que les pertenece.  

Estos ejemplos muestran que existen personas en el mundo con conceptos muy diferentes sobre el tiempo, los africanos (aunque no existe una sola África) y los Pirahãs consideran que el tiempo es el presente, es lo que ellos hacen de él, lo que provocan acontecer.

En cambio, los europeos y la mayoría de los occidentales hemos levantado una guerra permanente en contra de la lentitud, estamos en contra de las tortugas y  a favor de las liebres, pues las primeras son sinónimo de ineficiencia y las segundas de rapidez; tal vez, por eso nos gusta correr y convivir con la vorágine. Por eso celebramos estar a merced del reloj y del imperio de sus manecillas y de las reglas que de ellas inexorablemente emanan.

Al vivir en el permanente y asfixiante torrente de la rapidez, imbuidos en una competencia atroz que busca ganar no sé qué tantas efímeras cosas, perdemos el sentido de lo significativo y trascendental que la vida regala para disfrutarla en cada momento”.

AGOBIO

Al vivir en el permanente y asfixiante torrente de la rapidez, imbuidos en una competencia atroz que busca ganar no sé qué tantas efímeras cosas, perdemos el sentido de lo significativo y trascendental que la vida regala para disfrutarla en cada momento, a tal grado que, como diría Séneca, pareciera que “nadie se preocupa de vivir bien, sino de vivir mucho tiempo, a pesar de que en la mano de todos está vivir bien y en la de nadie vivir mucho tiempo”. Es muy cierto no sabemos vivir, razón por la cual vivimos cansados, desesperados. Agobiados.

Bien lo expresa Ryszard: “Los europeos están convencidos de que el tiempo funciona independientemente del hombre, de que su existencia es objetiva, en cierto modo exterior, que se halla fuera de nosotros y que sus parámetros son medibles y lineales… se siente como su siervo, depende de él, es su súbdito… Entre el hombre y el tiempo se produce un conflicto insalvable, conflicto que siempre acaba con la derrota del hombre: el tiempo lo aniquila”.

Ciertamente, en innumerables ocasiones, el tiempo es nuestro propio verdugo: no lo usamos, nos usa; no lo vivimos, nos vive; no lo disfrutamos, nos angustia. Nos atormenta.

PARA…

Bueno sería decidirnos a modificar nuestra postura sobre el concepto del tiempo no para ser irresponsables, no para dejar de trabajar, no para ser improductivos, sino para situarlo en una perspectiva distinta: para vivir solamente el presente y no el pasado, menos el futuro; para apreciar más los contenidos y menos las formas; para ver más amaneceres y esos ocasos que anuncian el descanso ganado; para observar más ventanas abiertas que puertas cerradas; para amar más a la naturaleza y menos lo desechable; para darnos tiempo de pensar, gozar, observar y crear; para reír más y llorar menos; para disfrutar de los pequeños detalles; para vivir menos preocupados por lo material, por las posiciones, éxitos o fracasos, y más enfocados en la hondura y anchura de nuestros propios corazones.

CREADORES

Bueno sería dimensionar el tiempo de manera distinta con la intención de ser más agradecidos con eso que tenemos y es imposible comprar; para encontrar más motivos de felicidad y, de paso, ser mucho más productivos en nuestros diarios quehaceres y obligaciones.

En fin, sería bueno aprender que somos nosotros, en lo individual, las mismísimas fábricas del tiempo, tal como sucede en el alma de ébano de la ancestral África y el mundo de los amazónicos pirahã.

Con este entendimiento estaríamos en posibilidades de crear acontecimientos, manifestaciones de tiempo, colmados de paz, armonía y bienestar en nuestros ambientes de vida. 

 

cgutierrez@tec.mx Programa Emprendedor Tec de Monterrey, Campus Saltillo

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