Prevención: la esperanza de un futuro más allá de la pandemia
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–Tedros Adhanom Ghebreyesus. Director General de la Organización Mundial de la Salud.
En 2020, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) conmemoró el 27 de diciembre como el Día Internacional de la Preparación ante las Epidemias, a manera de exhorto hacia la comunidad internacional, iniciativa privada e instituciones públicas para promover la sensibilización y prevención de las epidemias. Tal vez hace cinco años esta fecha hubiera pasado desapercibida. Sin embargo, en estos tiempos de pandemia es diferente.
De acuerdo con el informe sobre las Estadísticas Sanitarias Mundiales de 2021 de la Organización Mundial de la Salud, se estimó que el número real de muertes que produjo hasta entonces el Covid-19 fue de dos a tres veces superior a los 3.4 millones de fallecimientos notificados al mes de mayo. Esto implica que podríamos estar hablando de entre 6.8 y 10 millones de personas que perdieron la vida a causa de esa enfermedad, un padecimiento que puso en jaque la estabilidad social, política y económica de muchos países y que, sin duda, nos ha servido como recordatorio de la importancia de la planificación y actuación rápida ante estos desafíos.
Si bien el virus comenzó en Wuhan, China, su tendencia a propagarse rápidamente en varios continentes la convirtió en una emergencia de salud pública de índole internacional, obligándonos a cambiar su denominación a pandemia: una palabra con un significado que causa miedo, incertidumbre y preocupación, pero que encuadraba claramente con el panorama.
La pregunta ahora es: ¿qué vamos a hacer con este aprendizaje? Ahora es claro que no estamos exentos de que vuelva a suceder. No hay garantías de no repetición. No obstante, existe una responsabilidad individual y colectiva de partir de esta experiencia y tomar en serio la necesidad de una debida colaboración y esfuerzo internacional para generar sociedades preparadas. Como lo dijo el Secretario General de la ONU, António Guterres, mientras nos esforzamos por controlar y recuperarnos de la pandemia actual, debemos pensar en la próxima. Se nos ha abierto una ventana de oportunidad para tomar dicha fecha como un espacio de reflexión sobre los retos que enfrentamos para responder a una emergencia sanitaria y diseñar una mejor estrategia. Por ejemplo, de acuerdo con el Institute for Global Health Sciences en su estudio de caso La respuesta de México al COVID-19, se detectaron distintas problemáticas, destacando la marginación de órganos de gobierno distintos al poder ejecutivo, la polarización partidista a la hora de actuar, la toma lenta y discrecional de decisiones más allá de la evidencia científica y la transmisión de información contradictoria.
Este suceso es y será una lección para toda la comunidad internacional. La principal enseñanza es la necesidad de una verdadera voluntad de colaboración. Esto aún no se ha acabado y no mejorará con el simple paso del tiempo. Como señaló la Directora de la Organización Panamericana de la Salud, Carissa F. Etienne, 2021 fue un año incluso con peores resultados comparado con el 2020, con 98 millones de casos de COVID-19 y 2.3 millones de muertes más.
Ya no es sostenible continuar asegurando que las epidemias son cosa del pasado. Los Estados deben velar por una debida preparación y para ello debe existir un interés mundial genuino y una inversión solida, cuyos beneficios sean equitativos, no discriminatorios y presten especial atención a los sectores más vulnerables en este tipo de emergencias sanitarias.
Por eso, para evitar futuras epidemias de mayor intensidad y gravedad, es momento de plantearse un camino común y establecer pasos claros a fin de contener el virus. Se requiere que los países tengan coberturas de salud más sólidas y de índole universal, protección social, así como un mejor respaldo y abastecimiento a los profesionales de la salud de equipo de protección.
Si queremos aprender de los errores y potenciar nuestras fortalezas es necesario estudiar el diseño de políticas y estrategias, consultar a expertos externos, garantizar que los mecanismos empleados para atacar cualquier enfermedad puedan ser debidamente adaptados de manera oportuna conforme a su evolución, buscar la concientización pública a través de la instauración de programas de sensibilización sobre el tema y establecer protocolos sanitarios permanentes. Todo lo anterior con el objetivo de contar con las herramientas necesarias para hacer frente a nuevas emergencias y, en el caso del COVID-19, poder mitigar su impacto.
Lo que nunca va a ser una opción es dejarlo en la inacción o utilizarlo como un medio político de manipulación. Es hora de dejar a un lado nuestras diferencias, ideologías e intereses individuales y buscar combatir al virus todos juntos, pues con responsabilidad y solidaridad podremos lograr tener un futuro más allá de la pandemia.
La autora es alumna de la maestría en derechos humanos con perspectiva internacional y comparada de la Academia IDH.