Pronto llegará a los 450 años: ¡Viva Saltillo!

Opinión
/ 27 julio 2025

Juntos, los primeros pobladores europeos y aquellos descendientes del señorío de Tizatlán de Tlaxcala conformaron el carácter y la identidad de Saltillo y, finalmente, fue uno solo, luego de haber sido dos

La ciudad cumplió 448 años. Mucha historia que contar y muchos sucesos por venir... aunque el historiador Wilfredo Bosch Pardo pensaba lo contrario. Javier Villarreal Lozano contaba que cuando Saltillo iba a cumplir 400 años, el gobernador Flores Tapia le sugirió a Bosch Pardo que escribiera algo sobre su historia para celebrar aquel importante aniversario, y que don Wilfredo le dijo: “Caray, Óscar, ¡y qué quieres que escriba de Saltillo si no tiene historia, es apenas como un mocoso cualquiera!”. Muy a pesar de todo Bosch, exiliado español que vivió un tiempo en Saltillo, hizo grandes aportaciones a su historia.

La historia de una ciudad no se acaba nunca, se escribe cada día, dice el profesor Jesús Alfonso Arreola en su libro “Breve historia de Saltillo”. La historia de mi ciudad será siempre entonces, una historia inconclusa. Quién sabe si a las ciudades se les pueda aplicar la ley de todo organismo viviente: nacer, vivir y morir. Las ciudades de las más antiguas civilizaciones, las americanas también, han sido desenterradas varios miles de años después y sus ruinas conservaron algo de la vida de sus antiguos edificadores y moradores. Descubiertas, las viejas ruinas enseñan en qué creían sus habitantes, cómo vivían, en qué y cómo comían, a qué se dedicaban, a quiénes adoraban, cuáles enfermedades las azotaron, de qué morían sus habitantes, a quiénes temían y a quiénes sojuzgaron.

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Hay ciudades que sobreviven a todo trance, aun bajo el agua. México tiene pueblos inundados por necesidad, porque el lugar en el que habían sido fundados y construidos se volvió estratégico para hacer una presa para contener las aguas de fuertes lluvias e inundaciones o para dotar de electricidad a una zona cercana. En el Estado de México hay dos pueblos que literalmente fueron ahogados y, aun así, conservan algo de lo que fueron: San Pedro de los Plátanos y San Luis de las Peras. Y bajo el agua siguen en pie sus viviendas y construcciones, sobre todo las construidas con piedra, como los templos, y cuando baja el nivel de la presa, la cruz de su parroquia surge sobre la superficie del enorme espejo de agua. Cuando baja más el nivel de las aguas, puede mirarse una parte del campanario, rematado en lo más alto por aquella cruz que vive bajo el agua. Sus antiguos moradores, ubicados en un nuevo pueblo cercano, acuden entonces con nostalgia a mirar aquello que fue suyo y que ahora es de las aguas. Quizás las ciudades no mueran del todo.

Lo cierto es que el Saltillo fundado en 1577 por Alberto del Canto, hace 448 años, está muy lejano al nuestro. Hoy, aquella villa española de Santiago del Saltillo es como otra ciudad, con más del millón de habitantes, modernas vialidades, múltiples industrias, comercios, plazas y escuelas. Muy lejos quedó también el pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala, que se fundó 14 años después al costado de la villa del Saltillo para alojar a los tlaxcaltecas, y después ambas poblaciones se fundieron para ser una sola ciudad. A Saltillo y San Esteban los dividía solamente una calle, que es ahora la de Allende y que todavía sigue marcando la división oriente-poniente de la ciudad.

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Los industriosos tlaxcaltecas vinieron a apoyar a la villa española en su defensa contra los ataques de los belicosos indios del lugar, y ayudaron a su pacificación; ellos trajeron las higueras y sembraron huertos de perones y membrillos que no hace mucho se acabaron; establecieron los telares, que por muchos años fabricaron los sarapes y surtieron de ropa a los pueblos y haciendas cercanas; ellos tenían su propio cabildo, montaban a caballo y podían anteponer a sus nombres la palabra “don”. Su idioma –el náhuatl– se habló por más de 250 años en la región, y durante varios siglos los únicos maestros en Saltillo fueron tlaxcaltecas, pues muchos de los españoles no sabían leer. Juntos, los primeros pobladores europeos y aquellos descendientes del señorío de Tizatlán de Tlaxcala conformaron el carácter y la identidad de Saltillo y, finalmente, fue uno solo, luego de haber sido dos.

La pujante ciudad que hoy habitamos guarda en sus entrañas vestigios de los recios caracteres españoles y tlaxcaltecas, y quiere ser una ciudad moderna y vanguardista, pero en el fondo no puede dejar de ser provincial y recatada: como que quiere y no quiere, como que es y no es.

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Profesora de Lengua y Literatura Española. Dirigió el departamento de Difusión Cultural de la Unidad Saltillo de la UAdeC. En 1995 fue invitada por la Universidad Tecnológica de Coahuila, unidad Ramos Arzipe, para encargarse del área cultural, que incluía la formación del Centro de Información y cuatro años más tarde vendría la fundación del Centro Cultural Vito Alessio Robles, recinto que resguardaría la biblioteca de su padre, y donde hasta hoy labora.

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