¿Quién se robó el sueño mexicano? Trump es sólo una excusa de la falta de resultados
Seamos sinceros, existe la tentación de que nuestro gobierno nos quiera distraer con las cajas chinas que Trump pondrá en la mesa a diario y ocultar la incapacidad de ser eso... gobierno
No ha pasado ni una semana desde que Donald J. Trump regresó a la Casa Blanca y ya se siente como si lleváramos meses. Todos los días, todo el tiempo, el señor Trump absorbe la atención con cualquier tipo de idea u ocurrencia. Ese torbellino de declaraciones, fintas y órdenes ejecutivas, con implicaciones relevantes para México, pudiera hacer pensar que todo o casi todo el futuro de nuestro país depende de lo que haga o deje de hacer el presidente americano. Y es ahí donde me parece que debemos pausar y pensar, con calma, qué es lo que definitivamente él controla y lo que nosotros deberíamos, como país soberano de 130 millones de habitantes, controlar acerca de nuestro presente y futuro.
Claro, no se puede negar la influencia que tiene y siempre ha tenido Estados Unidos sobre México. Sería ridículo pensar que nuestro futuro no está ligado al del país vecino. Sin embargo, no podemos pensar que todo es una función de Trump. Y aquí es donde conviene buscar la forma de racionalizar y navegar los siguientes cuatro años o, por lo menos, cuatro días o semanas a la vez, de Trump y su relación con México y las implicaciones de comunicación y política que tiene para el gobierno mexicano.
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Antes que nada, es importante reconocer que el famoso excepcionalismo americano es real en muchos sentidos y en particular en lo que tiene que ver con reglas, tratados y tribunales internacionales. Esas reglas y tratados le aplican a Estados Unidos mientras a ellos les convenga; si de pronto el presidente en turno siente o piensa que ya no les convienen, entonces pueden cambiar de parecer e ignorar su contenido. Eso ha aplicado para cualquier presidente, pero en el caso de Trump él lo hace de una forma chocante y descarada, como el bully de la secundaria que, en el caso mexicano, se enfrenta a un rival débil, desorganizado y confundido.
Para ellos, America is always first. Hasta ahora, me parece que la presidenta Sheinbaum ha respondido correctamente y parece estar siguiendo su propia recomendación de que con Estados Unidos hay que tener la cabeza fría. Hasta ahí, vamos bien. Sin embargo, todo parece estar sostenido con alfileres cuando de Trump y México se habla, y por ello sugiero que, en paralelo a llevar la fiesta tan en paz como sea posible con Estados Unidos, empecemos a definir una agenda propia sobre la que tengamos más control que pueda, en el mediano y largo plazo, hacernos menos frágiles a la hora de tener que lidiar con el eterno bully del salón y sus vaivenes de humor y ánimos respecto al mundo y a México.
El primer paso debe incluir deshacernos de la mentalidad de que somos la rémora que nadará por siempre junto al tiburón. Debemos aspirar a más que sólo nadar comiendo migajas, haciendo el trabajo sucio y esperando protección del tiburón. Este es un paso muy difícil, ya que nuestro gobierno (el de ahora y los de antes) sabe que siempre podrán usar la carta de Estados Unidos y Trump como excusa cuando los resultados no se dan. Reconocer que podemos y debemos hacer muchas cosas positivas para el país, independientemente de lo que haga o deje de hacer Estados Unidos o su presidente en turno, es quitarnos la venda de los ojos y saber que tenemos, como país, cosas bajo nuestro control y que somos en gran parte responsables de nuestro propio futuro.
Así podremos darnos cuenta de que, con o sin Trump, mucho puede hacer el gobierno, en todos sus niveles y poderes, para que la vida del mexicano de a pie mejore. Ese mexicano que pasa de dos a tres horas diarias en transportación pública escasa, incómoda, insegura, sucia y de baja calidad. O ese mexicano dueño de una PYME que ve que no hay Estado de derecho, no hay seguridad física o patrimonial, no hay crédito suficiente o a buen costo, no existe respeto por las leyes de competencia. Esos 70 u 80 mexicanos que son asesinados cada día, ¿acaso mueren porque Trump es presidente? Nuestros puertos, aeropuertos, aduanas, casetas de cuota ¿funcionarían mejor sin Trump?
Seamos sinceros, existe la tentación de que nuestro gobierno nos quiera distraer con las cajas chinas que Trump pondrá en la mesa a diario y ocultar la incapacidad de ser eso... gobierno. Necesitamos un gobierno que ponga las condiciones para que los mexicanos pensemos que, cuando se habla de sueños, no sólo existe el sueño americano, sino el sueño mexicano, ese que alguien nos robó a las últimas dos o tres generaciones.
Así, una autoridad legítima, que busca el bien de todos sus ciudadanos, tendría que enfocarse en: Mejorar sustancialmente el Estado de derecho y el imperio de la ley. Ajustar radicalmente políticas económicas que ya vimos que no funcionan. Combatir seriamente la corrupción. Dejar de firmar acuerdos comerciales en modo gallina sin cabeza. Entender que México no puede salir del atorón, la pobreza y el subdesarrollo sin crecer al 4-5 por ciento anual por 15-20 años seguidos.
Todo esto no depende de si hay un presidente cuate o enemigo en la Casa Blanca, depende de voluntad propia de quienes están a cargo en México. ¿Se animarán a por lo menos reconocer que el sueño mexicano necesita cimientos básicos que hoy no existen? ¿O mejor le echamos la culpa a Trump?