Reseña de un confesionario por correspondencia

Opinión
/ 27 julio 2025

Por: Isabella Reyes Guía

Hay historias que no se cuentan en voz alta. Hay sentimientos que nunca llegan a pronunciarse y hay personas que, aunque no se atrevieron a decir lo que sentían, dejaron huellas profundas por escrito, en silencios, en gestos y sobre todo en cartas. ¿De doble propósito? No lo sabremos a ciencia cierta. Sólo podemos imaginar otra realidad. La del incesto. Suena fuerte revelado así a secas, pero el tema es abordado con elegancia. Se podría decir que hasta con ternura y sin malicia. Amor platónico parece mejor, aunque sigue siendo un eufemismo para este caso.

La última luna fue escrita por Guadalupe Loaeza y Pável Granados y es uno de esos libros que no necesitan muchos capítulos para provocar diversas emociones. A través del género epistolar (intercambio de cartas: unas reales, otras no), los autores nos invitan a mirar con otros ojos la relación entre el poeta Amado Nervo y Margarita Dailliez. Una relación que se mueve entre la ternura, la nostalgia y el misterio, y que tal vez nunca fue transparente del todo; pero que, sin duda, su historia quedó escrita. O parte de ella, sólo para ser encauzada por el par de narradores hacia otra dirección. ¿O era la dirección correcta?

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En esta reseña, compartiré cómo esta obra me hizo reflexionar no sólo sobre el amor, sino también la soledad, el paso del tiempo y esa parte de la trama que muchas veces se esconde tras los grandes nombres como el del ilustre literato de México.

Desde que empecé a leer el libro, me atrapó la forma tan delicada en que está escrito. No es una historia que se lee por la acción, sino por lo que hace sentir. Hay algo en las palabras de Nervo que llega muy hondo: su tristeza, su soledad, su enorme necesidad de afecto y de ser escuchado. Y aunque hay momentos en que su correspondencia parece demasiado emocional o insistente, también es obvio que era su única manera de estar en contacto con alguien que le daba luz a su vida.

Me llamó mucho la atención el vínculo entre los dos personajes. No es una conexión que se pueda definir fácilmente. No es una historia de amor como las que vemos en los libros o comedias románticas del cine, sino algo más complejo. Me hizo pensar que hay formas de amor que no se pueden poner en palabras, que se sienten y se viven en silencio; y aunque nunca se expresan del todo marcan a una persona profundamente.

También me conmovió ver a un Amado Nervo muy diferente al que se suele estudiar en la escuela. Aquí no es el poeta famoso ni la figura histórica, sino un hombre mayor, frágil, melancólico, que busca en las cartas un poco de compañía y cariño. Eso me pareció muy humano y me ayudó a entender que incluso las personas más importantes y reconocidas también tienen momentos de vulnerabilidad y soledad.

Al principio, tuve dudas sobre las cartas inventadas por Guadalupe Loaeza. Pensé: ¿está bien poner palabras en boca de alguien que nunca las escribió? Pero a medida que avanzaba, entendí que esta “correspondencia falsa” no buscaba cambiar la historia, sino completar lo que quedó en el silencio. Sentí que, más que inventar, Loaeza trató de imaginar con respeto lo que Margarita pudo haber sentido. Y eso me pareció muy valiente.

Otra cosa que me gustó es que el libro no obliga al lector a pensar una sola cosa. No dice “esto fue amor” o “esto fue amistad” entre un padrastro y una adolescente adoptada. Al contrario, deja espacio para que cada lector saque sus conclusiones. A mí me pareció una relación basada en el cariño, pero también en la necesidad emocional de Nervo. No sé si Margarita sentía lo mismo, o si incluso se dio cuenta de la intensidad con la que él la pensaba, pero estoy segura de que algo importante existía entre ellos.

Esta novela también me hizo recordar los amores que no se dicen. En las cartas que nunca se envían. En las palabras que guardamos por miedo, por vergüenza o porque creemos que ya no tiene sentido decirlas. Me recordó que a veces, lo que más duele no es lo que se pierde, sino lo que nunca se llega a vivir.

Al terminar La última luna, salí de ahí pensando que había leído algo más que un libro: había entrado en un espacio íntimo, casi confesionario, silencioso, lleno de palabras suaves que dicen mucho más de lo que parecen. Esa correspondencia, aunque breve en cada postal, contiene emociones que no envejecen, preguntas que siguen vivas y una historia que, aunque no fue contada en su momento, encontró la forma de salir a la luz.

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Quizá nunca sabremos con certeza qué tipo de amor existió entre Nervo y Margarita; pero eso no hace que lo que sentimos al leerlo sea menos real. A veces, lo de más hondo no se grita, se escribe. Y con este libro epistolar, entendí que hay afectos que, aunque nunca se digan en voz alta, se quedan para siempre, escritos, sentidos y recordados.

Referencia bibliográfica

Loaeza G. et al. La última luna. El amor secreto de Amado Nervo. Ediciones Proceso, México, 2019, 128 páginas.

ISABELLA REYES GUÍA (Monclova 2009). Estudiante en el CBTA No. 22, cursando la carrera de Técnico en Servicios de Hospedaje. No fue hasta tercero de secundaria que empezó a interesarse en la literatura haciendo obras y proyectos. Cuando entra a preparatoria, se une al Laboratorio de biología molecular desarrollando una gran pasión por el tema. Sin embargo, su primera colaboración con VANGUARDIA se da a raíz de sus lecturas en Lengua y comunicación II. Luego de leer, La virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo; El curioso caso de Benjamin Button, de F. Scott Fitzgerald, y La última luna, de Loaeza, se decidió a compartir la reseña sobre su obra favorita.

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