Robo sobre rieles: Cómo impacta el asalto de trenes a la industria ferroviaria
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La tarde, aun cuando era otoño, mezclaba el bochorno del ambiente con el calor calcinante de los rayos solares, a 37 grados centígrados, en la Zona Metropolitana de Monterrey. Circulando por el llamado Anillo Periférico, que en cierto tramo se denomina Juan Pablo II, fui sorprendido por la pericia de un par de individuos que, en pleno movimiento del ferrocarril de Kansas, trepaban a las tolvas repletas de chatarra de hierro, aluminio y otros metales, con el fin de iniciar la labor de rapiña.
Conforme avanzaba el tren, los dos famélicos muchachos arrojaban, a ambos lados de la vía, cuanto metal se atravesaba. En el recorrido de tres kilómetros que duró el atraco, ambos tal vez lograron robar unos 300 kilogramos de metal. Cómplice de la acción, una camioneta de redilas fue al final el transporte de los delincuentes. Y se me olvidaba comentarlo, pero en la escena cuatro policías en dos patrullas testificaron la hazaña sin inmutarse.
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Con la privatización de los ferrocarriles inició en el país la competencia entre las empresas nacionales, Ferromex y Ferrosur, en contra de dos norteamericanas por el grandioso botín que se guarda en la transportación masiva ferroviaria.
Pero los delitos en contra de este medio de transporte habían existido desde la fundación del servicio en México en 1880, según comenta en su estudio la doctora Landa, de la UASLP.
Mi estancia en Piedras Negras me presentó el diario panorama del saqueo a los furgones, ya sea de macetas, grano, metales, cartones de cerveza y hasta de maderas, de los mismos carros que los malandrines de las colonias aledañas al camino de hierro efectuaban con el contubernio de la “polecia” municipal.
En Saltillo la afectación era mayúscula, sobre todo en los vehículos de GM, Daimler y Stellantis, los que eran desvalijados de estéreos, bolsas de aire, luces y demás aditamentos, en el camino entre esas empresas a la frontera. En 1999, se sabe, fue contratado por la empresa transportadora un exmarine como jefe de seguridad, quien en la primera semana atrapó a la banda de delincuentes y los hizo “cantar” acerca de quién era el comprador de los aditamentos. Tres días después, el dueño de un taller de reparación de aparatos electrónicos apareció muerto en un terreno baldío y, como diría mi abuela, “Santo Remedio”. Como en los corridos: de los malandrines nunca se supo y del comprador mal haya su suerte.
La noticia de que la compañía Kansas City Southern México había decretado un embargo a la transportación de metales en su ruta Monterrey-Matamoros, terminó afectando los costos de operación de compañías como Ternium, Teksid, Tupy y Draxton, que se nutren de pedacería de hierro proveniente del Heroico Puerto.
Se sabe que a través de KCSM eran transportadas 60 mil toneladas mensuales de chatarra, absorbidas por las ahora perjudicadas, agregándose a la cuenta Deacero y otras compañías acereras, que tendrán que recurrir a los tráileres con un aumento de entre 50 a 115 por ciento en el costo.
Refieren los representantes de la industria ferroviaria que en el país se registran 20 asaltos por día, en una pérdida millonaria que, como botón de muestra, solamente en robo de pedacería de plástico se contabilizaron pérdidas por 12 millones de dólares en 2023.
Haciendo eco de la urgencia en la atención del particular, la respuesta, aunque tímida, por parte de la Cámara de Diputados fue la de elevar las penas a 30 años de prisión a quien sea sorprendido en la realización de este delito.
Las voces industriales solicitaban el resguardo policiaco especializado y el aumentar de 20 a 40 kilómetros por hora la velocidad de crucero en las poblaciones, sin haber sido escuchados.
Como es costumbre, nuestra proclividad a comernos a la gallina de los huevos de oro termina siempre en tragedia.
Las empresas ferroviarias invirtieron en conjunto en infraestructura durante el año pasado 450 millones de dólares, siendo KCSM la que más aporto con 121 de estos. Lo anterior significa que, durante 2023, la industria creció en un 13.3 por ciento, pero los robos se duplicaron en el mismo periodo.
Si bien es cierto, en el último cuarto de los ejercicios financieros de las rieleras, las ganancias resultaron cuantiosas y las arcas de sus tesorerías “están sonando”, elementos como el de la latente inseguridad, no solamente afectan el futuro de los negocios en lo interno, sino que proyectan la geométrica del efecto a los usuarios del transporte y estos a sus clientes finales, o séase, los pagamos yo, tú, él, nosotros y ellos).
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De esa manera, por ejemplo, KCSM obtuvo ingresos netos (ganancia) del 85 por ciento en sus operaciones de USA y México, a pesar de dos elementos: el primero, los daños a las vías causados por huracanes y el ser la más pequeña de las compañías ferroviarias gringas. En total, Kansas City Southern generó ganancias por 12.2 mil millones de dólares a sus accionistas el pasado año.
Los efectos de la inseguridad han contaminado todas las esferas de la actividad productiva de este desangrado país, que aún no ha iniciado el debate entre su definición. Tal parece que para donde volteáramos salpica. ¡Más triste!