Saltillo: De comerciantes, grandes y pequeños
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Don Guillermo Purcell es uno de los más grandes empresarios que Saltillo ha tenido a lo largo de su historia. Se estableció aquí en 1871, y su incansable actividad redundó en frutos que seguirían beneficiando a la ciudad −y al Estado− muchos años después de su muerte. Industrial, minero, comerciante, agricultor, banquero, no hubo casi aspecto de la actividad financiera al que don Guillermo Purcell no aplicara su talento y su ejemplar tesón.
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Tuvo fundos mineros lo mismo en Zacatecas que en Sierra Mojada; hizo productivas muchas haciendas, tanto en la Laguna como en la parte norte del Estado, a las que llevó el equipo más moderno de aquella época; fundó el Banco de Coahuila; su Casa Purcell representó en el ramo de seguros a muy prestigiadas casas europeas y norteamericanas; manejó fábricas de hilados y tejidos, plantas beneficiadoras de algodón, explotaciones ganaderas, fundiciones, y fue además filántropo cuya muerte consternó a Saltillo, que premió su vida de trabajo imponiendo su nombre a una de las principales calles de la ciudad. Cuando en 1886 se fundó la Cámara de Comercio fue don Guillermo Purcell, muy merecidamente, su primer presidente, y una placa con su nombre orna el edificio de la institución.
Otro extranjero merece también el nombre de benemérito: don Enrique Mass. A él y a su señora esposa, doña Trinidad Narro, se debió la fundación del Asilo Mass, que durante muchos años acogió a niñas saltillenses víctimas de la orfandad. Rico hacendado y comerciante, don Enrique, quien no hubo hijos en su matrimonio, concibió esa caritativa obra, y para cumplirla compró una hermosa finca situada precisamente en la calle que ahora lleva el nombre de don Guillermo Purcell. Ahí dio sede a su orfanato, y lo encomendó a religiosas que en esa obra se ganaron el Cielo por su encendida caridad. Ironías de la vida; la casa donde se estableció el asilo fue la mismísima que había servido años atrás al gobernador José María Garza Galán para las orgiásticas fiestas en que se divertía con gentuza de baja ralea, hombres de vida descompuesta y mujerzuelas de esas que fatigan camas.
Figura de importancia grande que a su labor de comerciante añadió, como muchos otros lo han hecho, una vocación de humanitarismo que lo llevó a hacer el bien a mucha gente. Por eso, y por la escuela de artes y oficios que también fundó, es don Enrique Mass objeto de recordación y gratitud; por eso su nombre aparece en una de las mejores páginas de la historia de nuestra ciudad.
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Había también medianos y pequeños empresarios. Don Porfirio Valdés fundó en 1875 La Conquistadora, “fábrica de calzado de todas clases, hecho a mano”. He aquí cómo con poca sintaxis, pero con mucha ufanía anunciaba don Porfirio su establecimiento en 1903: “se hace a mano toda clase de calzado fino a la Moda del día, estilo Mexicano y Francés. Una especialidad de mi casa es el calzado Extra fino estilo americano que tan en boga está hoy en día, el cual se fabrica en diez estilos distintos, con materiales y formas americanas de primera calidad. Zapatón Saltillero. Botín vaqueta y otras varias clases de calzado corriente. Pídase muestras y lista de precios por mayor. Pídase el método de tomar medidas. Mando por Correo o Express los pares que se me pidan”.
Anuncio largo el de don Porfirio Valdés, pero muy claro, que no se prestaba a las interpretaciones de aquel otro fabricante de calzado que en Parras se anunciaba así: “Fulano de Tal. Zapatero. Hace de hombre y de mujer”.