Saltillo: la mala calidad del aire es intolerable
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El problema es real y es muy grave: el aire que respiramos en Saltillo está contaminado a un grado peligroso y no estamos haciendo nada para contener y revertir la situación
El señalamiento se reitera de forma recurrente porque el problema que lo provoca es uno de carácter grave: el aire que respiramos quienes vivimos en Saltillo es un riesgo para la salud y tal situación debe ser atendida de forma urgente por las autoridades de todos los órdenes de gobierno.
No se trata, se ha dicho también de forma repetida, de un problema exclusivo de la capital coahuilense. El fenómeno es global y su gravedad está fuera de todo cuestionamiento: el aire contaminado −las partículas que flotan en él− es el desencadenante de enfermedades que provocan siete millones de muertes al año alrededor del planeta.
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Y, como ocurre con todo fenómeno natural o social, si lo que está ocurriendo no es objeto de una medición rigurosa y, a partir de ello, de un diagnóstico adecuado, difícilmente se tomarán las medidas que la situación demanda con urgencia. Eso es justamente lo que está ocurriendo en Saltillo.
Las autoridades estatales y municipales han ignorado largamente el problema asumiendo tácitamente una posición que resulta incluso suicida: si no se habla del problema entonces no existe. Así, se ha ignorado la necesidad de monitorear la calidad del aire y de realizar estudios que permitan saber cuáles padecimientos de los que atiende regularmente la comunidad médica local se encuentran asociados a este fenómeno.
Por otra parte, cuando los datos sobre la mala calidad del aire se han expuesto en el pasado reciente, la respuesta de las autoridades ha sido señalar que los equipos utilizados para realizar tales mediciones “se encuentran averiados” o que fueron descalibrados por el viento.
La síntesis de la historia es que, pese a la acumulación de evidencias, no solamente no estamos haciendo nada para contener el deterioro del aire que respiramos en Saltillo, sino que carecemos incluso de un diagnóstico adecuado de la situación.
Sin embargo, mecanismos indirectos que cualquier persona puede consultar en su teléfono móvil, cotidianamente proporcionan al público las postales de un panorama sombrío: la mayor parte de las veces la calidad del aire que respiramos se encuentra en niveles que lo vuelven “peligroso”.
Pero, como se ha dicho reiteradamente, aun cuando el aire sea peligroso es imposible dejar de respirarlo y ello nos condena a introducir en nuestro organismo partículas que, tras acumularse, pueden provocar múltiples enfermedades y, en última instancia, la muerte.
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No es un asunto trivial, aun cuando las autoridades lo trivialicen. Se trata, junto con el agua, de uno de los temas cruciales para la supervivencia de nuestra región y el planeta entero. Cabría esperar que las autoridades comiencen a tomárselo en serio y actuar en consecuencia.
Y tomárselo en serio no puede significar otra cosa que asumir la existencia de un problema, lo cual debe conducir a la necesidad de diagnosticarlo de forma adecuada a la mayor brevedad y, enseguida, a diseñar y desplegar las acciones necesarias para contenerlo y revertirlo. Todo ello, con un sentido de urgencia que debe aparecer de inmediato.