Saltillo: las inundaciones por lluvia tienen solución
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El problema es serio, por ello requiere un análisis serio y soluciones de fondo, es decir, unas que vayan más allá de solamente identificar presuntos culpables coyunturales
Las inundaciones que en forma recurrente sufre la zona urbana de Saltillo, las cuales en los últimos días se han manifestado de manera agravada, tienen un origen claro e inocultable: el “taponamiento” de los cauces naturales que, desde la creación natural del Valle, han servido de desfogue al agua de lluvia.
No hay controversia en relación con el diagnóstico ni, mucho menos, en relación con la existencia del problema. Lo que hace falta es, entonces, asumir que tenemos un problema y que eso obliga a pensar en soluciones si no queremos seguir pagando las consecuencias.
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La solución es también evidente: es necesario reconstruir los mecanismos para que el agua de lluvia no se traduzca en pérdidas materiales para las muchas familias que tienen la mala fortuna de habitar un predio susceptible de anegarse, bien porque se ubica en los cauces naturales históricos o bien porque el desvío de las corrientes, debido a la existencia de edificaciones que “taponan” los escurrimientos naturales, lo han vuelto inundable.
Pero la reconstrucción de tales mecanismos no implica necesariamente la reapertura de los cauces naturales. Además de esta posibilidad existen otras que es preciso explorar, pues la realidad actual vuelve muy difícil, cuando no imposible, destruir lo que se ha construido.
Por otra parte, no se trata simplemente de “drenar” el agua que cae en la zona urbana para que no cause inundaciones. Lo que se requiere, sobre todo, es aprovechar ese líquido para reducir la presión a la cual se encuentran sometidos los acuíferos de los cuales nos abastecemos.
Contener, en la medida de lo posible, el agua de lluvia es por ello la solución más deseable, y esto implica repensar la forma en la cual se desarrolla la mancha urbana de Saltillo. Y “repensar” debe entenderse como la necesidad de replantear las reglas a partir de las cuales se extienden permisos para desarrollar conjuntos habitacionales o cualquier otra edificación.
Hacer esto incluye, desde luego, evitar que sigan construyéndose “tapones” en las áreas por las cuales escurre el agua de lluvia. Y esto incluye también revisar las construcciones más recientes que, de acuerdo con testimonios de vecinos de diversas áreas, han provocado la inundación de áreas donde este fenómeno jamás se había registrado.
En este sentido, debe darse la bienvenida a la posición que ha adoptado la administración que preside Javier Díaz, de ordenar una revisión exhaustiva de las obras ejecutadas en zonas vulnerables, a fin de detectar construcciones que habrían contribuido a las inundaciones recientes.
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Es preciso tener claro, sin embargo, que la solución de fondo no se encuentra en detectar construcciones “problemáticas” y colocar a sus propietarios en el papel de potenciales “culpables” de lo ocurrido. De hecho, esa es una ruta peligrosa que podría derivar en resultados contraproducentes.
Y no es que no haya una cierta “culpa” en estos casos, sino que el simple señalamiento no resuelve el problema y sí puede generar otros. Por ello lo deseable es concentrarse en la identificación de las soluciones de fondo, que las hay.