Semana Santa: El santo desmadre y otras tradiciones mexicanas benditas

Opinión
/ 25 abril 2025

Si Cristo se sacrificó por algo, tal vez fue para recordarnos que siempre hay chance de empezar de nuevo, de resucitar después de los golpes, y de hacer algo chingón con esta vida

Ya pasó la Semana Santa, y eso me pone a pensar en lo importante que es ese momento sagrado del calendario. Es justo donde el mexicano promedio guarda la Biblia... debajo de la hielera, mientras se prende la carnita asada. Una semana de recogimiento, sí... de recoger maletas, trajes de baño, condones con suerte y hartas ganas de poner el alma en pausa mientras el cuerpo se revuelca entre arena, frituras y decisiones cuestionables.

Porque seamos honestos: en México, la Semana Santa ya no es de Cristo, es de Cristal... y no por el templo del alma, sino por los vasos rojos donde se sirve el vodka rebajado con agua de horchata. La espiritualidad va de la mano con el 2x1 en micheladas, y el sacrificio consiste en aguantarte las diarreas del marisco pasado que te comiste en la playa más cercana a tu pobreza.

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Y es que todo empieza con el ya conocido Viacrucis... pero del vacacionista. Si cree que Jesús sufrió es porque no ha manejado 12 horas en carretera con cinco chamacos gritando, una suegra con gastritis y una esposa con menos orientación que un GPS barato. Eso sí es pasión, muerte y casi resurrección.

Pero ahí vamos, como borregos en romería, a llenar Acapulco, Mazatlán o cualquier charco que prometa sol, mar y pedas a granel. Nos vamos en grupo, en bola, en combo, porque el mexicano no sabe estar solo. Aunque luego, a medio viaje, ya está deseando que su familia se convierta en apóstoles: ¡que se vayan a predicar lejos y nos dejen en paz!

¿Y qué pasa con el recogimiento espiritual? O, mejor dicho, desmadre espiritual. Se supone que es una semana de reflexión, de recogimiento interior, de andar en ayuno, en silencio, en paz. Pero ya sabemos que el único ayuno que aguanta el mexicano es el que va del desayuno al primer taco de carnitas de la tarde, y el único recogimiento que conoce es el de recoger a la prima borracha que ya se perdió en el antro de mala muerte.

¡Y cuidado con el pecado! Porque entre el ceviche, las cervezas y el nuevo amor que conocimos en la fila del baño portátil, la única penitencia real va a ser el ardor en el alma... o en otra parte si se te olvidó el condón.

En Semana Santa hay pasión... ¡pero no precisamente en la cruz! No falta el “cristiano devoto” que se lanza al viacrucis con camiseta mojada, marcando músculo y mirando al prójimo como quien mira tentación con nombre propio. Y no falta la “María Magdalena moderna” que, con tanga y lente ahumado, va evangelizando cuerpos ajenos con cada paso firme en la playa.

Y cómo no, no pueden faltar los milagros en estas fechas. Aquí el milagro, claro que ocurre: ¡logramos sobrevivir una semana sin trabajar! Aunque al regresar, el lunes, con la panza inflamada, el hígado a punto de renunciar y la cuenta en ceros, entendemos que ni Cristo se echó una cruda así.

Aunque bromas aparte, la Semana Santa debería ser algo más que un pretexto para huirle a la rutina. Podría ser, si quisiéramos, un alto verdadero. Un tiempo para revisar si lo que estamos cargando en la espalda vale la pena, si el ruido de afuera no está tapando el silencio que adentro hace falta.

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Porque a veces, el verdadero viacrucis no está en la fila del baño en Ixtapa, sino en todo lo que no decimos, en lo que callamos por miedo, por orgullo, por no saber ni cómo empezar. Y si Cristo se sacrificó por algo, tal vez fue para recordarnos que siempre hay chance de empezar de nuevo, de resucitar después de los golpes, y de hacer algo chingón con esta vida.

Así que sí, vacacione, encuérese, emborráchese si quiere, pero también reflexione, cuestione, perdone, cambie y deje de ser un pendejo que repite los mismos errores cada año. Porque la mejor playa es la paz y la mejor resurrección es la de su propia dignidad. Así que piénselo y no se crucifique el cerebro mortificándose por cosas banales. Pero al fin y al cabo, esta es solamente mi siempre y nunca jamás humilde opinión. Y usted... ¿Qué opina?

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Oriundo de Matamoros, Tamaulipas, México, estudió la carrera de Licenciatura en Comercio Exterior, pero debido a su gran pasión e interés por la cocina, decide estudiar posteriormente la carrera de Profesional Gastronómico, la cual ejerce actualmente. Se ha desarrollado como Chef de distintos restaurantes. Es miembro de distintas organizaciones gastronómicas como: La Sociedad Mexicana de Gastronomía, Embajadores Gourmet sede México, así como además de estar certificado ante la WACS (World Association of Chefs Societies/ Asociación Mundial deSociedades de Cocineros) de París, Francia. Y Master Pizzaiolo ante la AVPN (The True Neapolitan Pizza Association (Associazione Verace Pizza napoletana,AVPN). Actualmente, se dedica a impartir cursos, talleres, masterclass y conferencias, así como brindar servicios de asesoría y consultoría gastronómica a distintas empresas y restaurantes.

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