Sociedad

Opinión
/ 9 noviembre 2021
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Me acordé de una vieja peli llamada “Society” (Brian Yuzna. 1989), cuya trama es un tanto difícil de explicar... o no: Bill Whitney es un chico privilegiado de Beverly Hills, ya sabe, es el más popular de la escuela, vive en una mansión, su novia es capitana de las porristas y su familia una de las más acomodadas y respetadas de la comunidad.

Bill comienza a tener visiones (¿alucinaciones?) y a notar que algo no está bien y por “algo no está bien” nos referimos a que toda la gente hermosa de la perfecta sociedad en que vive -incluida su idílica familia: padres y hermana- pertenece a un culto abominable de monstruosas orgías sobrenaturales.

Hacia el final -y disculpe por el ‘spoiler’ pero la peli ya cumplió 30 años- toda la secta se entrega a un frenesí sexual que materialmente fusiona sus cuerpos en una misma masa de carne amorfa, de la que sólo se distinguen las caras de los respetables miembros de la sociedad y algunas extremidades. Es por ello que la cinta pertenece al subgénero del “body horror” y es seguramente por ello también que no es tan popular, sino una joyita perdida del cine de culto.

Tal vez usted no tiene estómago para un argumento como el que con tan escaso tino estoy reseñando, aunque quizás, si presta menos atención al aspecto ‘gore’ y se enfoca mejor en la sencilla crítica que el filme intentaba hacer sobre la alta sociedad, la encuentre al menos divertida. Aunque como ya advertí, es un platillo para gourmets de las extravagancias fílmicas.

La cinta nos dice que los elevados valores de las clases acomodadas son una mascarada hipócrita, que los estratos más altos y refinados de la sociedad se rigen por los impulsos más primarios y, sobre todo, que en la cúspide de la pirámide social todos sus integrantes son un mismo ente, de muchos brazos, cabezas y rostros, pero tan compenetrados en sus principios e intereses que conforman una sola entidad a la que es prácticamente imposible matar.

¿Aún sigue aquí conmigo?

Bueno, le decía que me acordé mucho de esta peli (que vi por cable en 1995 y nuevamente hace un par de años, ya en plataformas), en razón de un evento que congregó a lo más exquisito y rancio de nuestra clase política mexicana.

La noticia no fue una, sino dos en realidad: Primero, el enlace matrimonial entre Santiago Nieto Castillo y Carla Humphrey Jordan.

“¿Y quiénes son esos felices contrayentes?”, se preguntará. Él es el titular de la UIF (Unidad de Inteligencia Financiera), el órgano del gobierno federal especializado en investigar todas las actividades financieras sospechosas de vínculos con el lavado de dinero y el financiamiento al terrorismo. Ella es consejera en el Instituto Nacional Electoral.

Y dada la muy delicada y vulnerable posición como funcionario de Nieto Castillo, la pareja decidió celebrar su boda en Guatemala, en un complejo resort obviamente de súper lujo.

De manera que los invitados tuvieron que trasladarse a la sede de este enlace nupcial como pudieron y dado que son todos pudientes, muchos pudieron hacerlo en vuelos privados, como Juan Francisco Ealy Ortiz, propietario del diario de circulación nacional, El Universal.

El magnate de los medios impresos no viajaba solo (y ésta es la segunda y más truculenta noticia) sino que se hacía acompañar -entre otros- por Paola Félix Díaz, secretaria de Turismo del Gobierno de la CDMX (hasta ese momento) así como por 35 mil dólares en efectivo no declarados (siete sobres con 50 billetes de cien dólares cada uno) que fueron confiscados por las autoridades aduanales guatemaltecas y habrían sido motivo de la presunta detención de los pasajeros de este vuelo.

Los ‘complicados en este dolaricidio’ dijeron que el dinero era para un tratamiento médico de su anfitrión, Ealy Ortiz, que está malito (¡cof-cof!) y quien acudiría a ver a un especialista en los EEUU tan pronto terminara la tornaboda.

El escándalo bastó para que Paola Félix Díaz presentara su renuncia a Claudia Sehinbaum, quien sin chistar se la aceptó (se rumora que en realidad la renunciaron). Cosa anecdótica, Paola Félix Díaz expresó en sus redes sociales que no incurrió en nada ilícito, que nunca fue detenida y sin embargo “ahí les va mi renuncia”.

Pero primero: ¡Vámonos al baile!: Entre los invitados y asistentes estuvieron la ministra de la Suprema Corte de Justicia, Yazmín Esquivel; la panista y ex candidata presidencial, Josefina Vázquez Mota; la fiscal anticorrupción, María de la Luz Mijangos; la Gobernadora de Campeche y muppet forrado en cuero de cochino, Layda Sansores; el presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Sergio Gutiérrez; el legislador del Partido Verde, Javier López Casarín; el Gobernador de Querétaro, el panista Mauricio Kuri; y la priista y otrora emperatriz de Coahuila, Carolina Viggiano.

Como podemos ver, los adversarios políticos más irreconciliables constituyen una misma gran hermandad a la hora de descorchar el champán.

Tenemos el enlace de uno de los funcionarios clave en la administración de López Obrador con la consejera de un organismo cuya autonomía busca el propio Presidente minar hasta doblegarlo o desaparecerlo. Y una lista de invitados que aglutina viejos rivales políticos del Jefe del Ejecutivo y a varios de sus más leales siervos; prensa fifí, miembros de la 4T, así como de la oposición (lo que no tendría nada de extraordinario de no ser porque el propio AMLO alimenta la idea de que pertenecen a planetas completamente diferentes); colaboradores de primera línea de la delfín del mandatario y, más preocupante, gente incurriendo en delitos que deberían ser investigados por la unidad que encabeza el novio contrayente.

Quizás usted aún tenga discernimiento para establecer diferencias entre unos y otros; estos y aquellos; azules, verdes, colorados, tricolores, amarillos o morenos; gobierno y oposición; prensa y gobierno; chairos o fifís.

Pero yo me siento como Bill, el protagonista de aquella peli clase B, pues no veo sino la sudorosa y repulsiva masa amorfa resultante de una orgía de pesadilla que aglutina a lo más selecto de nuestra pútrida sociedad. ¡Salud!

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