Todo menos la muerte

Opinión
/ 28 mayo 2023

Cosas tal vez imposibles, o sucesos que solo viven quienes leen con cuidado los signos en este mundo

A Estela y Margarita

Había leído y sabía de ceremonias luctuosas que eran lo contrario de lo que nos es cercano: el dolor y el llanto por la pérdida. Imaginaba incluso que era posible acompañar a alguien en su proceso de muerte y brindar alegría durante su partida, he ideado incluso partir de esta vida con tranquilidad y dicha. Pero eso solo había estado en el campo de la literatura y la imaginación hasta ahora.

Esta figuración se volvió testimonio vivo y creo que se debe al carácter exploratorio en la vida y todos sus procesos, de dos hermanas. Acudí a velar a quien tanto habían amado. Su madre.

¿Qué hay más allá de un rostro plácido que yace exánime? La dicha, creo. Este es el rostro de una mujer que, resguardada en un féretro, es el centro de las voces que se esparcen en un jardín horizontal que llega hacia una habitación abierta, en donde también, sobre una amplia mesa, conversan mujeres y hombres. No hay tristeza visible, hay paz, hay a veces, alegría. Todos van de blanco o de tonos muy claros. Qué lejos está la idea de las plañideras.

Quienes ofrecen el velatorio muestran sonrisas serenas. Se mueven entre quienes acuden y están muy presentes.

Un mesero solícito ofrece café y otras bebidas mientras los panes diversos se ofrecen a quienes llegan. El espíritu de la ceremonia fue marcado por la familia. Que se entre a este lugar con esa energía, la de la afabilidad. Y sí, cuánto de aire fresco en el espíritu entra al saber que este acontecimiento es para acompañar a quien retorna a la unidad, a la energía, a lo divino, al caldo de nutrimentos que somos.

Los ramos de rosas blancas se esparcen en distintos puntos de la casa y el jardín. Charlas que conectan recuerdos de la mujer con los presentes. Risas. El sol cae en las zonas abiertas de manera suave. Es al fondo, también en una habitación abierta, donde rodeado de rosas blancas, yace el féretro de la mujer que parece dormida si no fuera por algo pálido, algo definitivo en su faz. El retrato de su juventud posa sobre la cápsula que la contiene, esa imagen está allí y en otros espacios del velatorio. Ella fue niña, fue mujer, fue madre, fue tantas cosas, pero una de tantas que la llevó a ser considerada un refugio por quienes la conocieron, fue una intensa devoción católica que le inspiró a ayudar a otras personas a estar en esta dimensión.

Y de esas mágicas cosas que les ocurren a ellas: un colibrí aleteó durante un largo rato frente al rostro de la mujer más joven de la descendencia. Había sido la prueba que ella solicitara a la mujer que yace en el féretro, para saber que estaría bien luego de que dejara de existir en este mundo.

Cosas tal vez imposibles, o sucesos que solo viven quienes leen con cuidado los signos en este mundo.

Con esa cálida hospitalidad y ese claro enfoque con el que se convocó a los presentes, quienes acudieron, salieron amando la vida.

La palabra velar proviene del latín vigilare y tiene el significado de hacer guardia durante la noche.

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