Trabajo, violencia y otras formas de interrumpir la niñez
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Como personas adultas, nos vemos expuestos a situaciones complejas en distintos ámbitos todos los días, ya sea en el familiar, social o laboral, por mencionar algunos. Nos acostumbramos a lidiar con los problemas o a estancarnos en ellos, y la vida sigue, con o sin la situación que nos produce angustia; eso es parte de tener una “mentalidad adulta”: luchar, resolver y superar.
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Sin embargo, no puede hablarse del mismo proceso mental para manejar las situaciones cuando se involucra a personas que se encuentran en una etapa caracterizada por la inocencia, la recreación y, sobre todo, el sentir protección: esta etapa es la niñez. Aun así, al ser un periodo de la vida en el que se desarrollan aspectos como la independencia de los padres, el enfoque en el futuro y un mejor entendimiento del lugar que se ocupa en el mundo, la niñez se considera por muchos como una fase en la que es recomendable “preparar” a los más pequeños asignándoles responsabilidades que, por ejemplo, cumplen con las características de un trabajo remunerado que realizaría una persona adulta.
A veces, esta atribución de responsabilidad se realiza de forma no intencional. Mencioné al iniciar esta columna la cotidianeidad de que, en la edad adulta, nos veamos ante situaciones que se salen de nuestras manos, pero ¿qué pasa cuando, en el entorno en que se presentan los problemas “adultos” que debemos enfrentar, se encuentran niñas y niños?
Se nos enseña que ignorar el problema no es una opción y debemos enfrentarlo. La dimensión de ciertos obstáculos hace que sea complejo mantener las situaciones ocultas para el niño o la niña con la finalidad de poder protegerles. Ya sea una batalla legal en la que una madre ejerce la crianza y no recibe alimentos del padre, una pandemia que dejó a personas proveedoras sin sus fuentes de ingreso y con crisis económicas, o bien, un ámbito familiar donde se vive una situación de violencia, la niñez está expuesta a la dificultad de diversos contextos y, en ocasiones, se le asigna un papel activo en la solución o el manejo del problema.
El hecho de entender y afrontar cuestiones que exceden su nivel natural de madurez, a pesar de la independencia y agilidad que esto les pueda desarrollar, se considera perjudicial para el bienestar mental, físico, social o moral de los niños y las niñas. Por ello, existen diversas formas en las que se busca atender la complicada realidad de las infancias en todo el mundo. Esta y la próxima semana se conmemoran el “Día Internacional de los Niños Víctimas Inocentes de Agresión”, 4 de junio, y el “Día Mundial Contra el Trabajo Infantil”, 12 de junio, fechas que buscan que reflexionemos sobre las infancias que enfrentan una jornada laboral como algo habitual en sus días, que asocian sus hogares con el temor y la agresión o que se desarrollan en lugares donde acontecen guerras y actos inhumanos.
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Existen días internacionales para una cantidad inmensa de causas y, como sabemos, no todos son motivo de celebración. Muchos de ellos, incluyendo los correspondientes al 4 y al 12 de junio, procuran mantener en la consciencia de gobiernos, sociedad civil, instituciones educativas, personas académicas y ciudadanía la situación de personas que no se encuentran a salvo. Las personas que pertenecemos a cualquiera de los ámbitos destacados en este párrafo tenemos la posibilidad de llevar a cabo actividades específicas de sensibilización e, incluso, acciones con la participación de infancias que se encuentran lidiando con dificultades y responsabilidades adultas.
No olvidemos que la niñez puede y debe acompañarse de herramientas para crear personas adultas funcionales, pero no debe dejar de contar con la seguridad y la protección que debe caracterizar a esa etapa de la vida.
El autor es auxiliar de Investigación del Centro de Estudios Constitucionales Comparados de la Academia IDH
Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH