Tres lecciones para la oposición mexicana del triunfo de Trump
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La oposición mexicana debería estar prendida de los medios de comunicación de Estados Unidos. En ellos abundan los análisis sobre qué factores llevaron a que Donald Trump ganara la elección presidencial con márgenes muy superiores a los esperados.
Yo encuentro varios aprendizajes para una oposición mexicana que cada día parece más extraviada, más irrelevante, sin un plan de recomposición ni una ruta creíble hacia la recuperación del poder.
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1) Los datos vs. la gente. En Estados Unidos se dice que la campaña Demócrata se confió en que los datos macro mostraban grandes logros de gobierno, y se olvidaron de llegar a la gente con una narrativa que los convenciera de seguir con el mismo camino. En México, la oposición a Morena se confió en que las métricas eran brutalmente contundentes: 35 millones de personas sin servicios de salud, 30 por ciento de desabasto de medicinas, 200 mil asesinatos, 100 mil desaparecidos, 300 mil muertes que se pudieron haber evitado en la pandemia, una deuda de 7 billones. Prácticamente todos los indicadores muestran un deterioro del país en los seis años de López Obrador. Pero ante un presidente que todos los días repetía que esos indicadores eran mentira y un ejército de 20 mil servidores de la nación tocando puerta por puerta para contar la historia de los otros datos, la oposición se pasmó. Había que llegar a la gente, sacudirla, prenderla, hacerla sentir cosas. Y de eso se olvidaron. Por cierto, ya está pasando lo mismo en el breve sexenio de Sheinbaum.
2) La agenda progre. Una lectura casi generalizada de por qué fracasó Kamala Harris es porque volvió temas centrales de su campaña los de la agenda woke (inclusión, diversidad, derechos, discriminación, conflictos de interés, corrupción), que resultaron no ser prioridad para los votantes, más preocupados porque les fuera mejor económicamente. En México, la agenda opositora se centró demasiado en seguridad y corrupción, y está claro que para el votante mexicano en esos dos rubros ambos polos políticos tienen los mismos pésimos resultados: “sí, es cierto, hay 200 mil asesinatos y los hijos del presidente están robando a manos llenas, pero ¿me van a hablar de seguridad los herederos de Calderón?, ¿me van a hablar de corrupción los herederos de Peña Nieto?”. Mientras todo un sector opositor trata de construirle un segundo piso de modernidad y democracia a México, hay millones peleando por sus necesidades básicas. Mientras unos tienen en el centro de su agenda la defensa del INE y la Suprema Corte, del equilibrio de poderes y la transparencia del Inai, otros reparten 3 mil pesos para llegar a fin de mes. Mientras unos se quejan de que Dos Bocas y el Tren Maya costaron el triple y contaminan el ambiente, otros disparan el empleo en el sureste por la construcción de obras que terminarán por pasar factura.
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3) Los empresarios. Los demócratas en Estados Unidos pensaron que los empresarios −que siempre han hablado pestes de Trump en privado− se decantarían de su lado. Los dieron por sentados y se equivocaron. Desde la recta final de la campaña se empezaron a decantar por Trump. Primero por miedo y segundo porque les abrió la expectativa de que pueden establecer arreglos individuales que los beneficien. ¿Le suena?
Con condiciones como esta, la segunda victoria electoral de Trump, equiparable al triunfo de AMLO-Sheinbaum este mismo año, se dio con márgenes mucho más amplios a los pronosticados y también mucho más amplios a los de la primera elección (2016 y 2018, respectivamente). A uno lo dieron por muerto cuando tomó el Paseo de la Reforma y su popularidad se desplomó. Al otro lo dieron por muerto cuando tomó el Capitolio y su popularidad se desplomó. No es sólo una base que los apoya incondicionalmente, es también que grandes sectores de la población terminan decantándose por ellos porque la otra opción no generó emoción, esperanza ni narrativa.