Un año que se va y un ruego que no termina

Opinión
/ 27 diciembre 2025

Por lo que fui, lo que soy y lo que seré; por el amor y el desamor; por lo que hice y lo que haré; por los rostros que puedo acariciar; por las imágenes válidas que permanecen conmigo

Al final de un año que se va, yo ruego por lo que se dio, lo que se fue y lo por venir.

Por los años de mis hijos y mis nietos, que no volverán a tener; por los otros años, los que vendrán y les pertenecerán; por el trozo de vida que vivieron y la que deberán vivir; por sus días y sus noches, sus lunas, sus estrellas y sus soles, los que vieron y los que mañana verán; por sus risas y por sus llantos; por los centímetros que crecieron, el camino que recorrieron, el cielo que los cobijó y el ángel que los cuidó; porque sigan con ellos el crecer y el camino; porque cada quien tenga su cielo, su ángel y su flor. Por la familia a la que pertenezco y me pertenece; por mis raíces: mis padres que ya no están, mis hermanos que fueron rama y sostén y sus hijos de los que otras ramas brotarán.

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Y porque las palabras comienzan en quien las dice, ruego por las palabras que dije y por las que callé. De las que dije, por lo poco o lo mucho que fueron capaces de decir y de provocar; por las que fueron capaces de reconocer mis faltas y enriquecer con ello el sentido de mi vida. De las que callé, doy gracias porque no dije lo que pudo lastimar y me arrepiento por el “te quiero”, el “qué bien” y el “perdón” que no supe decir. De las que diré, ruego porque sepan recuperar, reconocer y remediar lo que pude decir y no dije; por su significación y por su fuerza; porque puedan remover, alentar y agradecer; por la responsabilidad de las mías y de las de los demás.

Por los amigos. A los que escuché y a los que cerré los ojos; a los que estuvieron cerca, los que se alejaron y los que no volverán jamás; por los que permanecen y los que serán; por los que viven en mi corazón y en mi conciencia, y por los que me son ajenos y extraños; y por los otros, porque pueda acogerlos y amarlos en su diferencia; por los rostros que vi y por los que sólo pude dibujar; por los que amé y por los que dejé de amar.

Por el tiempo. El que viví y el que no viví; el que me dieron a mí y el que yo di; el que pasó y el que me queda; por el que retengo en mis manos y el que escapó por entre mis dedos; por la responsabilidad de vivirlo y de vivir a los demás en el suyo propio; por el pasado, el presente y el futuro con los que estoy en deuda.

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Por lo que fui, lo que soy y lo que seré; por el amor y el desamor; por lo que hice y lo que haré; por los rostros que puedo acariciar; por las imágenes válidas que permanecen conmigo; por la evocación que vive en la memoria; por la comunión que acerca; por el diálogo, por la esperanza, por la libertad; por los comienzos, por los credos, por la confianza; por las treguas y los respiros; por el azul, el barro y las estrellas; por lo que está vivo y por la vida que construye. Por la vida, ruego por la vida, Señor. Por la de mis hijos y la de mis nietos; por la de la familia; por la de la palabra que se dice y la de la palabra que se escribe, por la de mis amigos y la de los que no lo son; por la vida del mundo; por la vida del tiempo y el tiempo de la vida. Por la vida, Señor.

Y en las cavilaciones del tiempo, del año que se va y del que vendrá, surge Salvador Novo y su soneto para 1956: “Detrás del muro blanco de los días/ calla el misterio. Pródigas las horas/ nos llevan de la mano a las auroras/ de sus sorpresas y sus alegrías.// Días, horas, auroras y alegrías/ llenen de dicha, pródigas, las horas/ de un año nuevo tal, que sus auroras/ renueven la ventura de sus días.// Cuente el reloj la dicha de las horas/ que palpitan al ritmo de los días/ luminosos de espléndidas auroras.// Y pruebe con los suyos alegrías/ que hagan volar los años como horas/ y transcurrir las horas como días”.

Profesora de Lengua y Literatura Española. Dirigió el departamento de Difusión Cultural de la Unidad Saltillo de la UAdeC. En 1995 fue invitada por la Universidad Tecnológica de Coahuila, unidad Ramos Arzipe, para encargarse del área cultural, que incluía la formación del Centro de Información y cuatro años más tarde vendría la fundación del Centro Cultural Vito Alessio Robles, recinto que resguardaría la biblioteca de su padre, y donde hasta hoy labora.

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