Un pueblo que no lee, es un pueblo fácilmente manipulable, ¿le suena?

Opinión
/ 24 abril 2022
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A la pregunta: ¿cuál es la obra o el libro más representativo en lengua española? Sin temor a equivocarnos la respuesta correcta siempre será “El Quijote”, obra de don Miguel de Cervantes Saavedra. En lengua inglesa tendríamos que remitirnos a William Shakespeare con “Macbeth”, “Otelo”, “Hamlet”, “Romeo y Julieta”, entre otras tantas obras.

Cervantes falleció el 22 de abril de 1616, sólo que fue enterrado el día 23, día en que Shakespeare murió. Curiosamente, otro de los grandes de la literatura latinoamericana, Inca Garcilaso de la Vega, falleció el mismo día. Por la coincidencia de la muerte de estos tres grandes genios de la Literatura Universal, la UNESCO, desde 1995, escogió como Día Internacional del Libro el 23 de abril.

Se elige el día para “valorar las irremplazables contribuciones de aquellos quienes han impulsado el progreso social y cultural de la humanidad” (cfr. UNESCO). La fecha busca reconocer el talento y el aporte de muchos gigantes que nos han dado la oportunidad de posarnos en sus hombros para continuar la reflexión sobre nuestra adaptabilidad en la vida y en el mundo.

Desde el bambú en China o las tablas y tablillas mesopotámicas de piedra y de arcilla, pasando por los papiros y la imprenta de Gutenberg, y en tiempos modernos pasando por los audiolibros y las nuevas modalidades que nos ofrecen las tecnologías de información, el libro en sus múltiples presentaciones se ha convertido en un instrumento necesario para la subsistencia del ser humano. Conocimiento, espiritualidad, información, diversión, entretenimiento, ciencia y desarrollo nos presentan los diferentes géneros en sus contenidos, y nos han dado la posibilidad de crecer holísticamente a todos los que de una forma u otra hemos tenido acceso a ellos.

En el marco de la digitalidad y aprovechando las tecnologías de información y el despliegue que se dio a partir del proyecto Gutenberg –donde surgen los libros electrónicos–, hoy tenemos la posibilidad de poder extender la influencia que han tenido los libros en la vida de muchos. Incertidumbre, tristeza, desánimo, ignorancia y vacíos son taras que los libros vencen, y estoy seguro que, en una sociedad tecnificada, consumista y pragmática, como es en la que vivimos, el e-book puede ser una de las salidas que nos vuelvan el alma al cuerpo.

No hablo de la desaparición del libro impreso, que sigue más vigente que nunca, sino de la oportunidad que hoy las tecnologías de información nos brindan para poder expandir el conocimiento –quienes trabajan las industrias creativas– a través de buscar oportunidades de bajo costo para que textos universales, que tanto bien le han hecho a muchos, puedan llegar a tanta gente en nuestro País.

Esto es lo que los libros representan, una respuesta a la realidad que viven nuestras sociedades marcadas por la pobreza, la desigualdad, la inseguridad y la violencia. La lectura nos permite conocer mundos insospechados y realidades que pueden darnos la pauta para salir del fango en el que como país nos encontramos.

Andrés Oppenheimer hizo un texto en 2010 que se llama
“Basta de Historias”, donde aborda el tema de la importancia de los contenidos que se enseñan en las universidades en el mundo y
lo que esto repercute en sus sociedades. En ese tiempo, Finlandia era el mejor sistema educativo del mundo, no se asombre al momento, después de 22 años lo sigue siendo.

Al periodista y escritor argentino le asombraba el progreso y el desarrollo del país nórdico, rankeado entre los primeros en muchos rubros. Tarja Halonen, presidenta de ese país, le concede una entrevista al escritor y periodista argentino y la pregunta inicial es: ¿cómo han logrado que Finlandia tenga el mejor sistema educativo del mundo? La respuesta de la mandataria fue sencilla. Nuestro sistema tiene una característica. Todo aquel que se encuentra en un proceso educativo, cualquiera que este sea lee, lee y lee.

Eso es lo que nos proporcionan los libros, crecimiento y desarrollo holístico, a los seres humanos y por consecuencia en las sociedades de las que somos parte. Según datos del Inegi, de 100 personas sólo 47 leen tres libros al año.

Concretizando, sólo el 46 por ciento de la población lee periódicos, el 41.5 por ciento revistas, el 36 por ciento blogs o foros en internet y el 4.7 por ciento lee historietas. No crea, de todas formas, hoy nuestra gente lee más que en otro tiempo. En América Latina están por encima de nosotros Chile, que lee 5.4 libros al año; Argentina, 4.6; Colombia, 4.1 y Brasil con 4, luego México con 3.

En el mundo, los japoneses son los que más leen, luego vienen los suecos y los finlandeses, posteriormente, los norteamericanos, pero solamente el 57 por ciento de la población es asidua a la lectura. No sé si esté de acuerdo conmigo, pero un pueblo que no lee es un pueblo fácilmente manipulable, extremadamente propicio a la corrupción e inevitablemente pobre. No puede ser de otra forma. De ahí la importancia de la lectura y, por supuesto, del libro. Celebremos el libro leyendo, decía una bolsa de la Gandhi: “somos lo que leemos”. Por cierto, ¿qué lee usted por estos días? Así las cosas.

fjesusb@tec.mx

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