Viernes negro y triste para México
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En 2006, a raíz del polémico triunfo electoral de Felipe Calderón, un fúrico y tronante AMLO gritó: ¡Al diablo con sus instituciones!
El viernes pasado, 23 de agosto de 2024, el eco huracanado de sus palabras cumplió su cometido: la Comisión de Puntos Constitucionales de la Cámara de Diputados desapareció los organismos públicos autónomos creados para acotar los excesos del Poder Ejecutivo.
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Ese mismo día, ocho de los 11 consejeros del INE votaron a favor de la sobrerrepresentación de senadores y diputados federales para darle a Morena la mayoría calificada en el Congreso. De esta manera podrá modificar la Constitución a placer. En el Senado, Morena quedó corta por tres escaños para alcanzar dicha mayoría, que fácilmente podría obtener del PRD, MC o PRI, en su momento.
Una vez instalada la siguiente legislatura, el 1 de septiembre próximo, ésta aprobará las reformas al Poder Judicial para que las autoridades judiciales sean elegidas mediante el voto popular.
Si añadimos a esas decisiones que fortalecen un régimen presidencialista autoritario la desaparición de la Ley de Amparo; entonces podemos entender la magnificación exponencial del sentimiento de desamparo e impotencia del mexicano común. El cual vivirá el siguiente sexenio (o el tiempo que dure la 4T en el poder) sin un ejercicio pleno de sus derechos humanos consagrados en la Constitución; sin la protección legal de su seguridad personal, patrimonial y familiar; y menos de su exigencia de certeza jurídica en relación con las instituciones gubernamentales a nivel federal. El abuso, la corrupción y la impunidad −multiplicados− serán el pan de cada día.
¿Quién le permitirá acceso al manejo de sus impuestos a ese mexicano común? ¿A quién exigirá la rendición de cuentas pertinente? ¿Quién le protegerá del (mal) uso de sus datos personales? La Presidenta electa, Claudia Sheinbaum, tendrá la última palabra.
¿Quién evitará las prácticas monopólicas de las grandes corporaciones mexicanas −como Telmex− que dañan al consumidor mexicano? La Presidenta electa, Claudia Sheinbaum, tendrá la última palabra.
¿Quién evitará el control estatal del uso irrestricto del contenido en redes sociales, televisión y radio? ¿Quién evaluará al sistema educativo mexicano para mejorarlo? ¿Quién medirá, con un sentido técnico y autónomo, los índices de pobreza en el país y la efectividad de las políticas públicas en ese sentido? La Presidenta electa, Claudia Sheinbaum, tendrá la última palabra.
¿Quién presionará a la CFE para que desarrolle nueva infraestructura de generación, transmisión y distribución de energía y de mantenimiento a la misma para evitar los apagones que afectan de manera significativa a la empresa y al consumidor? ¿Quién exigirá a Pemex que sea una empresa rentable y deje de ser la empresa petrolera más endeudada del mundo? La Presidenta electa, Claudia Sheinbaum, tendrá la última palabra.
¿Quién definirá la exploración y extracción de hidrocarburos para acotar de manera sustentable −sin intereses políticos, de por medio− el desarrollo de la industria minera? La Presidenta electa, Claudia Sheinbaum, tendrá la última palabra.
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Bajo un poder Judicial populista, filtrado de intereses políticos y criminales, ¿quién podrá defender con éxito al ciudadano común y al micro, pequeño, mediano y gran empresario? Mucho menos, con una Ley de Amparo que limita su protección y defensa ante el poder estatal. La Presidenta electa, Claudia Sheinbaum, tendrá la última palabra.
Por la sobrerrepresentación en el Congreso (y muy posible) en el Senado; ¿quién podrá oponerse a una Asamblea Constituyente que modifique de raíz la Constitución del país? Nadie. De hecho, Claudia Sheinbaum cerrará de esa manera el círculo de su régimen autoritario para no dejar cabos sueltos.
En efecto. El pasado viernes 23 de agosto fue un día negro y triste para México.