Violencia familiar: un fenómeno sin freno

Opinión
/ 31 julio 2024

La violencia que sufren las mujeres en México es un fenómeno histórico que sólo se modificará si lo diagnosticamos de forma adecuada y lo combatimos de frente

La violencia familiar, es decir, la que ocurre dentro de los hogares, no solamente es, por desgracia, una conducta de larga data en nuestro país, sino que afecta fundamentalmente a los integrantes más débiles de la familia: los niños y las mujeres.

Reconocer lo anterior es indispensable para asumir la necesidad de diseñar e instrumentar políticas públicas que atiendan el fenómeno y lo combatan. Porque si la realidad no se asume tal cual es, difícilmente atestiguaremos una modificación en estas conductas que laceran a nuestra comunidad.

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Parte del reconocimiento de esta realidad se ubica detrás de la creación de instituciones como los Centros de Justicia y Empoderamiento de la Mujer que, desde su aparición, han implicado una modificación en la forma como miles de mujeres enfrentan las agresiones que han sufrido y sufren.

Sin embargo, las estadísticas muestran que el surgimiento de estas instancias no ha sido suficiente, pues las cifras de agresiones cotidianamente denunciadas no han disminuido de forma significativa.

Prueba de ello es el reporte que publicamos en esta edición, de acuerdo con el cual la tendencia en los nuevos casos reportados no muestra un descenso significativo y los casos de reincidencia se sostienen en números que llaman a preocupación.

Por otra parte, las estadísticas desagregadas de estos centros muestran que en Saltillo las denuncias se concentran en las zonas donde viven las familias de más bajos ingresos, lo cual constituye un indicio en el sentido de que la violencia familiar guarda cierta relación con el poder adquisitivo.

Esto no implica, conviene aclarar, que en las zonas de mayor ingreso −esencialmente el norte de la ciudad− no se registre el fenómeno, sino solamente que quienes viven en dichas áreas denuncian en menor proporción.

Más allá de las particularidades estadísticas que conectan el fenómeno con el ingreso familiar, lo relevante es que las acciones emprendidas para modificar los patrones socioculturales detrás de la violencia no parecen estar siendo eficaces, o al menos no en el nivel que se requiere.

Como se ha señalado en múltiples ocasiones, el seguimiento estadístico de las variables relevantes, en este caso las relativas a las conductas sociales, no es un hecho anecdótico, sino un elemento que debe servir para realizar ajustes permanentes a las acciones gubernamentales.

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Las cifras históricas no solamente miden la magnitud de los fenómenos, sino que representan una evaluación de lo que se está haciendo para incidir en el comportamiento de las variables que se monitorean. En este caso, lo que las estadísticas reflejan es un pobre, muy pobre avance en el logro de las metas planteadas.

Frente a tales evidencias cabría esperar que haya una reflexión que tenga como propósito indagar de manera más profunda en las causas detrás de la realidad. Porque el objetivo es reducir la incidencia de la violencia doméstica y no solamente reseñarla de forma cotidiana.

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