Volar muy alto

Vivimos en una época dinámica, en constante cambio. Somos testigos y partícipes de un mundo acelerado e inestable, en el que muchas veces el fin justifica los medios, un mundo que tiende al egocentrismo y al materialismo, donde los logros –logros efímeros– son la principal causa del “éxito” y del “bienestar”.

El filósofo Zygmunt Bauman desarrolló el concepto de “sociedad líquida” que se caracteriza por su estado fluido y volátil, en la que la incertidumbre, por la vertiginosa rapidez de los cambios, ha debilitado los vínculos humanos.

Esta “realidad líquida” ha provocado que los niños y adolescentes, aparte del interminable flujo de información a la cual están sometidos, cotidianamente se enfrenten a innumerables complejidades que les son difíciles de asimilar y que les provocan incertidumbre, miedo, estrés y agobio.

Es fácil comprender que, por otro lado, el bajo nivel de cohesión social, la desigualdad e iniquidad que padecemos en México también afecta de manera negativa la inteligencia emocional de los pequeños.

Tal vez, por estas razones ahora los muchachos –desde edades muy tempranas– sean reacios para acatar las normas escolares y que infinidad de ellos tengan actitudes que van en contra de la sana convivencia, la tolerancia y el respeto.

Por tanto, a todos los padres de familia y a los maestros les corresponde poner diques de contención ante tanto bombardeo de información y educar a los niños y jóvenes en valores, con conciencia plena del momento social que se vive en la actualidad, derrumbando la idea de que la educación ha dejado a un lado su verdadera utilidad y se ha inclinado más hacia lo desechable. En este contexto, es una obligación moral encaminar a la educación a formar ciudadanos responsables, pensantes y críticos de su entorno

Retos

Ante esta realidad surgen cuestionamiento: ¿Cómo enseñar a los niños actitudes positivas en un mundo negativo? ¿Cómo pueden los padres de familia formar actitudes basadas en los valores si los papás no les enseñamos a los hijos a comprender las responsabilidades y los límites que implican sus edades? ¿Cómo enseñar obediencia y disciplina cuando los adultos nos aliamos con el desorden y la comodidad de no educar, siendo permisivos e indolentes? ¿Cómo se forma a un niño o a un joven cuando están acostumbrados a recibir, sin límites, cuánto desean? ¿Cómo formar si muchos padres abandonan a sus hijos frente a un televisor, el internet y las redes sociales? ¿Cómo enseñar actitudes valiosas y positivas sin cortarles las alas?

Creo que los adultos frecuentemente olvidamos la grave responsabilidad de formar en la genuina libertad a las nuevas generaciones; tengo la impresión que, en ocasiones, los adultos pasamos por alto la obligación de ser testimonio –ejemplo– y por ende formadores de valores que fomenten, de manera natural, actitudes que eleven y dignifiquen a la persona.

Actitudes

Las actitudes son maneras profundas y adquiridas por las cuales una persona se enfrenta a sí misma y a la realidad que le rodea. Representan hábitos de pensar, amar, sentir y comportarse. Son preceptos según los cuales una persona queda bien o mal dispuesta hacia sí misma y hacia otros seres. Y la mayoría de las actitudes que los seres humanos tenemos se aprenden, fundamentalmente, mediante el ejemplo que los papás y maestros brindamos a los niños en edades tempranas (de ahí que entre menor sea el grado escolar en el que un maestro enseña mayor es su responsabilidad e impacto en la vida futura del alumno).

Porosidad

Aquí bien cabe la reflexión de Sam Keen: “Los buenos hombres no son producto de un instante. En el centro de mi visión de la persona no hay nadie solitariamente parada frente a una puesta del sol, sino una figura en donde se entrelazan un abuelo, un padre, un hijo. Los límites entre ellos son porosos, y se pasan a través de las generaciones fuertes impulsos de interés, sabiduría y deleite. Los hombres buenos y heroicos son formados a lo largo de generaciones, son acogidos por los corazones de sus padres, quienes fueron acogidos por los corazones e iniciados en los brazos de sus padres”.

Si los niños...

Los niños –y jóvenes– son como son, gracias a que los adultos somos como somos, tal como lo expresa Dorothy Law en su escrito “Los niños aprenden de lo que viven”: “Si los niños viven con críticas aprenderán a condenar. Si los niños viven con hostilidad, aprenderán a pelear. Si los niños viven con temor aprenderán, a ser aprensivos. Si los niños viven con estimulación, aprenderán a tener confianza. Si los niños viven con trato justo, aprenderán a practicar la justicia. Si los niños viven con tolerancia, aprenderán a ser pacientes. Si los niños viven con seguridad, aprenderán a tener fe en sí mismos y en quienes los rodean”.

Una sociedad aprende de lo que vivió, que es –en mucho– consecuencia de su pasado, por tanto, los niños no son más que un fiel espejo de las actitudes de sus padres, maestros y gobernantes. Por eso, es preocupante la manera en que les afecta la violencia y el clima de miedo en el cual viven en la actualidad y las consecuencias de estas realidades para el futuro de México.

Si...

El camino a seguir es claro: si deseamos niños disciplinados debemos enseñarles a ser obedientes; si queremos niños que valoren la paz, hay que brindarles confianza; si queremos que aprecien el trabajo requerimos enseñarles creatividad y laboriosidad; si queremos que valoren la amistad, debemos fomentar en ellos la cooperación; si deseamos que valoren a su comunidad, requerimos enseñarles tolerancia; si queremos que estimen la verdad, debemos formarles en las escuelas el sentido crítico; si queremos que valoren la libertad, necesitamos enseñarles a ser responsables.

Si queremos que amen la belleza, es necesario desarrollar en ellos la sensibilidad; si queremos que hagan suyos hábitos de salud, necesitamos enseñarles fortaleza; si queremos que valoren el placer que es lícito, necesitamos enseñarles la templanza; si deseamos personas serviciales, de calidad y constancia, debemos enseñarles humildad, fortaleza y voluntad; si deseamos que sean alegres, requerimos enseñarles actitudes de ecuanimidad y buen humor.

Si la intención es que nuestros pequeños sean mañana adultos solidarios y subsidiarios con sus semejantes, hoy los mayores necesitamos ser ejemplo de ello. Debemos también asumir la responsabilidad de ser “maestros” y “padres de familia” y no cómplices de los caprichos de los niños. Necesitamos, urgentemente, ser testimonio de todo eso que en ellos el día de mañana deseamos ver, pero sin cortarles las alas.

Trabajar

Tenemos bastante trabajo por delante, debido a que, al vivir en una sociedad líquida, deliberadamente hemos cedido en el contenido de las palabras y por tanto ya perdimos un valioso terreno en los hechos que cultivan actitudes y conductas humanas superiores, hemos cedido en esas manifestaciones que deberían distinguirnos como personas dignas y comprometidas con nuestra propia humanidad y trascendencia.

Apremia tomar conciencia de que somos los adultos los “iniciadores” de las actitudes que los niños tendrán como ciudadanos del México futuro; por eso, debemos reconciliarnos con los valores que difunden vida y hospitalidad.

Es conveniente luchar arduamente para que deje de haber tantos niños huérfanos de padres vivos, tantos alumnos sin maestros –formadores– de verdad.

Para educar bien a los niños necesitamos sentirnos como niños, respetando su inocencia; cuidando de ellos como lo que son: niños.

Para formarlos correctamente requerimos firmeza, pero también amarlos apasionadamente. Requerimos abandonar las apariencias y empezar a ser testimonios de las actitudes que deseamos que ellos mismos les transitan a sus propios hijos.

Una de las mejores maneras de edificar un promisorio futuro es enseñar a volar este día a cada niño con actitudes que evoquen a la vida misma, así su vuelo será siempre esplendoroso. Libre. Responsable. Único. Hermoso.

Los valores y actitudes enseñadas testimonialmente –no solo con palabras- son las alas que los pequeños y jóvenes urgentemente requieren para volar muy alto, con esperanza y sin miedo, al encuentro del mañana.

cgutierrez@itesm.mx

Programa Emprendedor Tec de Monterrey Campus Saltillo