Xóchitl, Claudia, difícil futuro ante la influencia de AMLO
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La contienda en curso no es como cualquiera otra. Para el oficialismo se ha impuesto un objetivo imposible. No viene del partido como tal, tampoco de su candidata quien busca ganar de manera amplia y de ser posible, legítima. Desde luego que le da la bienvenida a la mayoría calificada en las Cámaras del Congreso, pero siendo realista le basta con una robusta mayoría absoluta, deseable para ella sea sólo con los votos de Morena para no ser rehén de socios propensos a la extorsión política.
La obsesión por la mayoría calificada no viene de Morena ni de Claudia. Es del presidente López Obrador quien se ha instituido líder supremo, además, jefe de campaña, publicista y estratega de Morena para los comicios en puerta. Sus propuestas de reforma constitucional son hoja de ruta de su proyecto. En cuanto a los medios para lograrlo, para él es una guerra contra el adversario, se trata de reducirlo con todos los recursos legales y políticos, incluso excluir a las minorías de la representación parlamentaria y de los beneficios de ley. De allí, que todo sea propaganda. Todo es exagerar, mentir, insultar con todos los recursos al alcance, sin imponer la legalidad o los principios elementales de ética democrática.
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Llama la atención la singular personalidad autoritaria de López Obrador y todavía más que en tal empeño no esté solo. No es un tema de sus colaboradores, sino de los aliados, particularmente del sector empresarial de la cúpula y muchos de los vinculados a los medios de comunicación, quienes no se asumen obligados a contener la amenaza autoritaria que López Obrador representa para el futuro del país. La mayor parte de ellos le da por trivializar la gravedad de la situación, especialmente, navegan con la idea de que una vez que se vaya se acabará el problema, además su hoja de resultados revela que López Obrador les es hostil en las palabras y muy generoso en los hechos, justo lo contrario de lo que le sucede a los más pobres de los pobres.
La cuestión es que la propuesta autoritaria pende del mapa de poder en el Congreso. Cierto es que es muy difícil que Morena y aliados puedan lograr la mayoría calificada, pero la amenaza allí no termina. La propuesta autoritaria se ha profundizado en el oficialismo. Temas tan elementales en su rechazo como eliminar los órganos autónomos; la militarización plena de la seguridad pública; la elección de jueces, magistrados, ministros y consejeros del INE, o la de eliminar a la pluralidad de la representación política se han interiorizado en los futuros legisladores y gobernantes de Morena.
Muchos son los que se equivocan en avizorar el futuro político de López Obrador. No se trata de que seguirá gobernando a distancia desde su quinta en Palenque en el supuesto de que Claudia Sheinbaum -que no pocos en la cúpula lo dan por hecho- o de que ella vaya a ser una sucesora dócil y sumisa. El obradorismo, con o sin López, es un factor de poder que trascenderá la formalidad del relevo político.
El obradorismo para 15 millones de mexicanos, quizás un poco más, es una suerte de movimiento religioso que despierta un fervor incondicional con un fuerte componente emocional, de verdades reveladas, de renuncia a la razón y al interés individual, de entrega y compromiso ciego por la causa. Si gana Claudia tendrá que lidiar con esa realidad en un contexto de enormes desafíos por el desastre que le deja su antecesor y promotor. Esa base sería de ella en una circunstancia mucho más complicada por el peso de la realidad adversa, la inaceptable militarización de la vida pública, así como los crecientes escándalos de corrupción y negligencia de quienes la llevaron al poder.
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Si gana Xóchitl Gálvez la situación es también preocupante en términos de unidad y consenso social. ¿Cómo lidiar con esa minoría sustantiva que la ven como enemiga, como imposición de los traidores a la patria? No sólo eso, recibiría al país en una situación sumamente crítica en muchos aspectos. No podría conciliar con los irreconciliables, empezando por su antecesor, un consuetudinario mal perdedor. Además, las urgencias financieras del país obligarían a una gravosa reforma fiscal y la recuperación de la paz social costaría tiempo, sangre y lágrimas.
Difícil y complicado futuro del país.