Zapalinamé en el fuego y el resto también
COMPARTIR
Las imágenes de los incendios circulan y es puntual, al menos, que se distribuyan por medios electrónicos para “ver” lo desprotegido del cráneo del mundo en estas zonas. Aún y cuando un rayo fuera la causa de este último incendio, se acumulan varios ya, y por el intenso sol, y por la hirviente forma industrial masiva que no cesa, el clima que se observa en cielo, agua y tierra, arroja un panorama oscuro.
Ya lo han dicho médicos reputados: ser positivo por ser positivo, es un gran despropósito si no se sabe que, tomar la real medida de las cosas, puede alimentar la energía necesaria para generar urgentes cambios, algunos relacionados con el flujo de recursos gubernamentales para aplicarse en incendios o en catástrofes petroleras, y otros relacionados con el modelo de consumo que se ha implantado.
La sierra en pleno fuego. En ella, solo un puñado de seres que con escasez presupuestal oficial, apoyo de la ciudadanía que se suma desde asociaciones o desde sus familias mismas, y el mucho corazón de quienes coordinan los operativos, a diario buscan detener este fuego, que si fuera lo “natural” en las condiciones de emergencia climática en las que nos encontramos, pues que corriera hasta donde topara y que se acabara el bosque ¿no?
En la ciudad cualquiera puede observar cómo los rayos solares se proyectan e intensifican sobre masas de concreto que se colocan para hablar del progreso, como si pavimentar el mundo fuera la medida, como si ignorar que alrededor de esto -pues se dice que ya no es posible modificarse-, se requiere tejer un mundo verde e inclusivo. Y pasa que se considera soñadores trasnochados y fumadores de hierba a quienes buscan sumar naturaleza, huertos urbanos y especies regionales que ahorren agua.
Ingenuos que desconocen el cinismo del mundo, ingenuos que carecen de una inteligencia oscura para favorecerse, retontos que no saben cómo opera el mecanismo del enriquecimiento ilícito y carecen de los recursos para repartir dinero a carretadas para avanzar en este mundo que solo se detendrá, hasta que todos los recursos vendibles se agoten.
Se coloca en el ciudadano común, la responsabilidad de dejar de contaminar o generar residuos, y si bien hay una parte de razón, esta razón es tramposa, ya que la lista de productos y posibilidades a elegir, son dictadas por un pequeño grupo de personas, y son estos grupos los que deciden cómo construir, cómo envasar, qué envasar y qué producir a escala masiva. Léase cultivos, medicinas, edificaciones y servicios, esto sin hablar de armamento y modelos geopolíticos.
Este modelo colapsa al mundo humano, y además, obliga con sus campañas mercadotécnicas, a creer que es saludable vivir en un modelo que es como una ratonera, nada saludable y agotador. Que no paren los tres turnos mal pagados, que para eso tienen a seres humanos de tercera, que para eso estos trabajadores deforestan -por mencionar solo algo-, o pulsan los botones de las industrias de quienes son incapaces de rearticular procesos en pro del medio ambiente, no vaya a ser que ganen menos, aunque sigan ganando siempre.
Sí, los corporativos industriales, hablo de los que pertenecen a gobiernos a la iniciativa privada o aquellos modelos mixtos, en general tienen imbricado el modelo extractivo; no ceden un ápice en sus prácticas. El colmo es que además, existan departamentos encargados de dar terapias psicológicas a los empleados, para que a fuerza de sesiones, los habiliten para aguantar el grado de enfermedad absoluta de este modelo.
Se mide el clima laboral desde el lugar equivocado. Salgamos a ver con nuestros propios ojos el mundo, más allá de las pantallas, más allá de los equipos climatizados de algunos hogares. Vivamos el clima real de mundo. Por cierto, la palabra clima proviene del griego klima, que significa inclinación del sol.