Pintor del paisaje del alma, 175 años sin Caspar David Friedrich

Artes
/ 28 septiembre 2015

"Reinventó la pintura de paisajística, le dio prestigio e intentó dotarla de una nueva dimensión", explica la historiadora del arte Susanne Papenfuss.

Dresde, Alemania.- Sus obras fascinan a expertos y profanos y forman ya parte de la memoria visual colectiva: Caspar David Friedrich, el mayor pintor alemán del romanticismo, inventó una nueva forma de ver el paisaje que sigue fascinando cuando se cumplen los 175 años de su muerte.

Con sus bosques recorridos por la neblina, sus mares revueltos, sus montañas abruptas y sus visiones de ruinas abandonadas en el amanecer, Friedrich encontró el modo de perfeccionar una de las búsquedas románticas por excelencia: la fusión del interior con el exterior, la visión del paisaje como un sugestivo reflejo del alma.

"Reinventó la pintura de paisajística, le dio prestigio e intentó dotarla de una nueva dimensión", explica la historiadora del arte Susanne Papenfuss sobre el pintor fallecido el 7 de mayo de 1840. Sus paisajes idealizados con una fuerte carga emocional encajaron en la época, añade. "Siempre logró sacar algo más de la realidad".

El pintor diseñó sus cuadros como en decorados superpuestos, muchos de ellos con una figura vista de espaldas que los contempla y disuelve así la diferencia entre espectador y pintor, como puede verse en obras maestras tan populares como "Acantilados blancos en Rügen" o "Caminante sobre un mar de nubes" (1817-1818).

Friedrich nació el 5 de septiembre de 1774 en Greifswald, noreste de Alemania, como sexto hijo de un fabricante de jabón y velas. A los siete años perdió a su madre. A los 13 sufrió otro trauma que lo marcaría toda la vida: un hermano murió al salvarlo de ahogarse mientras patinaba sobre hielo.

Tras estudiar en la Academia de Arte de Copenhague, se estableció en 1798 en la ciudad alemana de Dresde, feudo del romanticismo temprano. El paisaje en torno al río Elba "marcó fuertemente su obra", señala Petra Kuhlmann-Hodick, conservadora del Gabinete de Grabado de Dresde, tanto como sus regresos a su ciudad de origen en el norte y los recorridos por las montañas de la zona.

El pintor Philipp Otto Runge lo hizo conocido en el círculo de románticos de Dresde y ya en 1805 recibió un premio de Johann Wolfgang von Goethe por dos cuatros. Tres años más tarde pintó su primer óleo, "Cruz en la montaña", tras una caminata por el norte de Bohemia, hoy República Checa.

Su fama fue un aumento y tocó techo en el año 1820 apoyado ya por mecenas tan poderosos como el rey de Prusia o el zar ruso. Ingresó en las Academias de Berlín y Dresde y se casó con Caroline Brommer, luego modelo de las figuras de espaldas que aparecen en muchas de sus pinturas.

Pese a su ánimo sombrío y melancólico, Friedrich se ganó el aprecio personal de muchos de sus colegas, como recordó su amigo Carl Gustav Carus: "Sus pinturas eran muy solicitadas y recibía muchas visitas de amigos del arte de todos los niveles", escribió el también pintor.

La caída de Friedrich fue también precipitada. Las nuevas corrientes artísticas comenzaron a cuestionar su obra desde 1830. En 1835 sufrió un derrame cerebral y a partir de entonces no pudo volver a pintar. Cuando murió en 1840, su arte había caído casi por completo en el olvido.

Así se mantuvo durante más de medio siglo hasta que una gran muestra dedicada a él en Berlín en 1906 hizo renacer su figura y el interés por sus obras. La fascinación se mantuvo hasta hoy. "La gente mira uno de sus cuadros y se siente tocada de inmediato", analiza la experta Papenfuss sobre la actualidad de Friedrich.

Exposición en Dresde sobre Friedrich (en inglés): http://dpaq.de/MhbYFCaspar 

Por Simona Block/DPA



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