El arte de Sandra Priest es un muro de contención del dolor por el 11-S
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Convertidos en piezas de arte para recordar a las casi 3.000 víctimas del 11-S, esos bloques pueden provocar sentimientos a veinte años del atentado
Prácticamente lo único incólume en el World Trade Center de Nueva York tras los atentados del 11 de septiembre (11-S) fue el muro de contención, un símbolo de fortaleza con el que la artista Sandra Priest crea monumentos en memoria de las víctimas para ayudar a sanar una herida aún abierta 20 años después.
El próximo 11 de septiembre Priest, nacida en Indiana y residente en Florida desde hace más de 20 años, conmemorará el vigésimo aniversario del 11-S en Cayo Hueso, en el extremo sur de este estado, donde serán inaugurados dos de sus memoriales, de los que hay casi una decena repartidos por Estados Unidos, todos distintos aunque el material principal sea el mismo.
“Necesitamos no olvidar y celebrar la vida que tenemos, las de los que nos rodean y las que se han perdido”, dice a Efe esta escultora y pintora de 65 años, a la que un mensaje de correo electrónico recibido en 2010 puso en la senda de la “tarea de su vida”: el llamado Project 911UP.
El remitente del mensaje era Rich Parrish, director ejecutivo de Impact Environmental, una empresa que había participado de las obras de recuperación de la llamada Zona Cero en Nueva York, y quien sabía del interés personal y artístico de Priest en recordar el 11-S.
UN ENORME REGALO
Parrish le ofrecía 17 bloques de hormigón de ocho toneladas de peso cada uno, que formaban parte del muro subterráneo de cuatro pies (1,22 metros) de grosor erigido para asegurar el terreno donde se alzaba el World Trade Center hasta el 11 de septiembre de 2001.
La única condición era que obsequiara un memorial a la ciudad de Bethlehem, en Pensilvania, donde ese monumento fue inaugurado en 2011 con el nombre de “Victorii Rebuild”.
El resto de los bloques fue transportado en camiones al estudio de Priest en St. James, en la isla Pine (suroeste de Florida), donde aún quedan más de 10 de esas moles esperando ser transformadas en monumentos.
La artista hizo un llamado a través de Efe para que alcaldes, rectores universitarios, directivos de empresas e instituciones y personas particulares, no solo de EE.UU., que quieran dedicar un memorial a las víctimas del 11-S contacten con Project 911UP a través de su página web.
Los dos abuelos y muchos de los tíos de Sandra Priest trabajaron la piedra y el hormigón y su padre, Steve Orosz, es recordado como uno de los mejores canteros de la zona de Gary (Indiana).
PASIÓN POR EL HORMIGÓN
Por eso, no es de extrañar que “ame” las piedras, las rocas, la arena y, sobre todas las cosas, el hormigón, el concreto en inglés.
“Recuerdo que cuando era niña, sentía el olor de un suelo de concreto después de una cálida lluvia de verano y pensaba que me lo podría comer de lo bien que olía”, dice con nostalgia.
Con los bloques del muro de contención del World Trade Center también tuvo sensaciones desde la primera vez que los vio en un depósito en Pensilvania un día gélido de diciembre de 2010.
“Una vez que los tuve en Florida, los tocaba siempre que podía. Pueden ser cálidos, fríos, pegajosos, húmedos, calientes, duros, ásperos o suaves”, dice.
Convertidos en piezas de arte para recordar a las casi 3.000 víctimas del 11-S, esos bloques pueden provocar sentimientos de “fortaleza, tristeza, felicidad, honor, vida, muerte, dolor, lágrimas y también sonrisas por tener el placer de ser quien los saca al mundo para que la gente pueda sanar”.
Priest asegura haber comprobado “muchas veces” lo importantes que son para la gente. “Casi hasta tienen un efecto calmante”, subraya.
UN ENORME REGALO
Parrish le ofrecía 17 bloques de hormigón de ocho toneladas de peso cada uno, que formaban parte del muro subterráneo de cuatro pies (1,22 metros) de grosor erigido para asegurar el terreno donde se alzaba el World Trade Center hasta el 11 de septiembre de 2001.
La única condición era que obsequiara un memorial a la ciudad de Bethlehem, en Pensilvania, donde ese monumento fue inaugurado en 2011 con el nombre de “Victorii Rebuild”.
El resto de los bloques fue transportado en camiones al estudio de Priest en St. James, en la isla Pine (suroeste de Florida), donde aún quedan más de 10 de esas moles esperando ser transformadas en monumentos.
La artista hizo un llamado a través de Efe para que alcaldes, rectores universitarios, directivos de empresas e instituciones y personas particulares, no solo de EE.UU., que quieran dedicar un memorial a las víctimas del 11-S contacten con Project 911UP a través de su página web.
Los dos abuelos y muchos de los tíos de Sandra Priest trabajaron la piedra y el hormigón y su padre, Steve Orosz, es recordado como uno de los mejores canteros de la zona de Gary (Indiana).
PASIÓN POR EL HORMIGÓN
Por eso, no es de extrañar que “ame” las piedras, las rocas, la arena y, sobre todas las cosas, el hormigón, el concreto en inglés.
“Recuerdo que cuando era niña, sentía el olor de un suelo de concreto después de una cálida lluvia de verano y pensaba que me lo podría comer de lo bien que olía”, dice con nostalgia.
Con los bloques del muro de contención del World Trade Center también tuvo sensaciones desde la primera vez que los vio en un depósito en Pensilvania un día gélido de diciembre de 2010.
“Una vez que los tuve en Florida, los tocaba siempre que podía. Pueden ser cálidos, fríos, pegajosos, húmedos, calientes, duros, ásperos o suaves”, dice.
Convertidos en piezas de arte para recordar a las casi 3.000 víctimas del 11-S, esos bloques pueden provocar sentimientos de “fortaleza, tristeza, felicidad, honor, vida, muerte, dolor, lágrimas y también sonrisas por tener el placer de ser quien los saca al mundo para que la gente pueda sanar”.
Priest asegura haber comprobado “muchas veces” lo importantes que son para la gente. “Casi hasta tienen un efecto calmante”, subraya.