Equilibrio

Artes
/ 1 enero 2021

Cuando el segundero cruzó la frontera de la media noche, el mundo no se sacudió, la naturaleza siguió firme en su marcha y el eco de los petardos se perdió en un cielo indiferente. Sin embargo, el universo interno del ser humano no permaneció impasible ante los doce tañidos de la campana. 

Todos necesitamos de símbolos y rituales que delimiten ciclos y motiven cambios internos, por ello la renovación del calendario ejerce tan poderosa influencia en nuestro ánimo y pensamiento. 

El de anoche difirió de los rituales anteriores en sustancia y forma. Probablemente los conjuros se pronunciaron con más fuerza esta vez, con el fin de que los días venideros acumularan menos calamidades que los precedentes. Sin embargo, sería injusto generalizar como desdichado al año viejo.

Pienso que muchas de las claves para conseguir la efectividad de los ceremoniales de media noche dependerán de los logros de su intimidante predecesor: 

Descubrimos nuevas configuraciones de la dicha; concebimos maneras sin precedentes de ejercitar la convivencia; aprovechamos la inercia de la situación para dar un giro a nuestro modo de pensar el mundo; en un esfuerzo insospechado, cada uno inventó estrategias para darle cauce a su profesión; la ciencia y la tecnología avanzan a toda marcha en una carrera humanitaria.... 

El 2020 fue un laboratorio mundial de experimentación; sus resultados serán cruciales en el año naciente. El gran cambio ya había comenzado antes de la media noche, pero la emoción del ritual de renovación nos permite darle mayor brío. Será necesario darle un cauce inteligente a esa motivación. 

Desde mi poca o nula sabiduría (siempre confiando en que ustedes tendrán mejores ideas), propongo conducir esa energía entre los márgenes de nuestra naturaleza soñadora y la racional. Sugiero el balance entre la espiritualidad  humana y su inclinación empírica; estimular los sueños y el idealismo sin ignorar la voz de la experimentación, de la ciencia y de su método. Probablemente así mitiguemos el germen más dañino: el fanatismo. Si podemos lograr que la fuerza emotiva del símbolo y el ritual actúe en simbiosis con el pensamiento escéptico y la razón, tal vez tomemos mejores decisiones, suscitando así un 2021 menos turbulento. 

TEMAS

COMENTARIOS

Selección de los editores