‘La línea que trazo es eterna’: Lila Jamieson comparte su ‘templo’ al amor y a la creación
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La artista coahuilense inauguró el pasado viernes su más reciente exposición, donde invita a los espectadores a recorrer el espacio en un juego que desde la infancia no jugaban
Un castillo hecho con sábanas; una guarida para el juego y la fantasía donde cada trozo de tela puede ser muro y portal. Así se presenta la más reciente exposición de Lila Jamieson, “La línea que trazo es eterna”, que se inauguró el pasado fin de semana en el Centro Cultural Casa La Besana.
Las puertas de la galería “María Alicia García Narro” se abrieron para recibir a esta propuesta, montada con el apoyo de Liquen Agencia de Arte y la curaduría de Talía Barredo, en la que la artista coahuilense plantea un espacio íntimo, de recreo, de contemplación y de ofrenda para entregar lo que sus manos hacen y recibir lo que el público experimenta a través de la obra.
La serie está compuesta por pinturas creadas directo sobre la tela, sin bastidor, que cuelgan del espacio a manera de tendedero y ofrecen un recorrido sugerido para el espectador, que podrá descubrir lo que hay detrás de cada velo.
“El recorrido está pensado como si fuera todo un templo, pero también la sensación o el ritual que se realiza en un templo. La manera en que al principio lo pensé es que tenía que ser algo muy lúdico, que de verdad el espectador tenía que lograr hacer un recorrido”, explicó la artista en entrevista VANGUARDIA vía Zoom.
Tras vagar entre las primeras obras, y apreciar sus composiciones llenas de color, el público se encontrará con otras piezas, algunas de pequeño formato, en las que Jamieson reprodujo a través de trazos semi-abstractos sensaciones, motivos vegetales, paisajes, que fungen como las ofrendas para Las Diosas, las pinturas principales de la muestra, ocultas al fondo de la galería, y que muestran a las mujeres en un estado goce, amor y compañía.
“Para mí estas mujeres van representando el agua, el sol, el viento, el polvo, y que el mismo hecho de lo corpóreo, el gesto corporal, que hay ahí una sensualidad latente pero realmente no hay nada, sino como otro amor, un amor de la compañía, como el que tienes con tu hermano o con un amigo o amiga de la infancia y entonces para mí me recordaba a esto otra vez, el volver a caer en la infancia”, agregó Jamieson.
Ella destaca la naturaleza rústica que el espacio de La Besana ofrece para el montaje, pues entre la música, el trajín del día, el teatro, la danza y la comida, existe un ambiente que embona con lo que busca aquí compartir.
“Un templo sin alguien que lo recorra y que ore en él, al mismo tiempo se vuelve una ruina, entonces el espectador se vuelve una pieza importantísima porque es el que decide cómo utilizar este espacio”, mencionó.
Asimismo, esta serie representa un cambio en la obra de Jamieson, quien hasta este momento había trabajado de manera preponderante la figuración y el retrato y ahora propone piezas con toques de “abstracción figurativa”, como ella lo describió citando a referentes como la pionera de la abstracción Hilma af Klimt y algunas artistas contemporáneas.
Este proceso no está motivado solo por la inquietud creativa, sino también por la necesidad. Jamieson compartió que durante la pandemia padeció algunos problemas físicos, en particular en las manos, y estos ejercicios le han permitido acoplarse a las circunstancias y crear desde esta nueva posición, sin dejar de lado sus temas y exploraciones.
“El trabajo ya trae un vuelo, un recorrido, un estudio. Ya trae sustentos teóricos, entonces siento que es el mismo proceso de las exploraciones. Todo el tiempo está explorando uno con la paleta, con las formas, con los temas, y una cosa te va llevando a otra. Para mí siempre el último cuadro de una serie ha representado el primero de la que sigue, son como pequeños eslabones”, comentó.
Dichas exploraciones son visibles sobre todo en las formas de trabajar el color. Si los retratos de “Las Diosas” que coronan la muestra son el ejemplo de la manera en que la artista trabaja la figura humana y les da color, los pendones que enmarcan estas obras representan el cambio hacia un trazo más suelto, hacia la mezcla de los pigmentos en vez de las áreas de color.
“Una de las cosas que me encanta ver es cómo ha cambiado esta percepción del entorno y nos da un paisaje sumamente abierto, como el cosmos y este atardecer, y al mismo tiempo no se desprende de la parte figurativa que tiene, sin embargo esos trazos, las piezas que son pendones o las piezas muy grandes, excepto ‘Las Diosas’, están pensadas en un trazo más libre y más rápido y entonces tienes este doble encuentro con los pequeños formatos, con la delicadeza, lo sobadito de los retratos que son ‘Las Diosas’ y entonces encuentras a Lila en muchos procesos, a la Lila que hace retrato desde hace mucho tiempo y encuentras a una Lila mucho más experimental y más libre”, comentó sobre este la curadora Talía Barredo durante la inauguración.
“La línea que trazo es eterna” estará todo el mes de octubre en la galería “María Alicia García Narro”, las piezas están a la venta y hay planes para que esta recorra otras ciudades del país.