Omar Campos, el último moderno
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La pintura coahuilense está otra vez en el mapa: en días recientes el joven pintor Jesús Omar Campos (Allende, 1986), su obra y procesos han sido seleccionados para ser tema en un documental y entrevista para la prestigiada serie conducida por la crítica mexicana Avelina Lésper, como parte de un proyecto de 30 revisiones a los pintores mexicanos vivos más importantes de México. El capítulo de la serie dedicado a este artista coahuilense será transmitido en cadena nacional durante el mes de noviembre. Pero ¿Cuáles son los elementos que la reconocida curadora encontró en la obra de Campos? En este diálogo con el autor intento desentrañar sus claves.
Orígenes
Interrogo a Omar por el manejo en su obra de la mitología resignificada, muy a la manera de modernistas como Herrán y Ruelas... Los temas implícitos en las gestualidades de los cuerpos retratados por él y sus elementos subalternos, vueltos metáfora: contrapunto.
“Esto surge de la pintura de Rubens, ver su obra tan perfecta llamó siempre mi atención; no sólo en la forma de componer, sino en su manejo de la técnica: las pinceladas tan precisas que van de lo religioso a lo mitológico; y más que un parecido, busco en ellos una inspiración…”
Sin embargo, a esta relectura se filtran las preocupaciones personales, el elemento animal que se nutre de asociaciones, lecturas, y observación.
“El tema de incluir animales como peces o aves significa la fragilidad por su delicadeza, y ponerlos a dialogar con la parte predadora de la naturaleza humana: nosotros mismos somos quienes destruimos todo: a veces hasta la misma idea del arte.”
Asimismo, se desliza la influencia de grandes pintores mexicanos como Rivera, Cauduro y, por supuesto, Herrán.
“Me interesan todos ellos principalmente por su técnica: pintor que no sepa ver esto en otro pintor pues ya valió… La obra de Herrán es perfecta. Sin duda es mi artista favorito. Ver su obra y percibir, por ejemplo, cómo hace que un solo rostro transmita un sentimiento, no cualquiera llega a eso… Más contemporáneo, Rivera me parece un monstruo de la pintura: que por más oscura que sea, siempre es muy sensual a la vista.”
Diálogo
Muchas veces el joven artista, por desconocimiento o por facilismo, desdeña su diálogo con la tradición. Es donde me aventuro a pensar que una de las cosas que llamaron la atención de Lésper es precisamente que desde esta juventud, la obra de Campos estableciera un claro diálogo con la tradición precedente –la inmediata y la más lejana.
“Me dijo muchas cosas que ahora no recuerdo. Pero una cosa que le resultó significativa fue mi recurrencia sobre el rostro. Le dije que desde pequeño siempre llamó mi atención la figura humana. Y mucho más los rostros: una idea que a lo mejor proviene de algo que mi mamá siempre me decía: ´Dibújame, hijo…´ Yo era muy pequeño -como de seis años- entonces empezaba a hacer unos garabatos espantosos. Y ya de ahí, poco a poco fue madurando mi técnica en el tema de los rostros.
Otra constante recurrente en la obra de Campos es su manejo habitual del autorretrato. ¿Qué implica y cómo se afronta este tema?
“Es algo que siempre me da miedo. Verme en un lienzo siempre es extraño. Prefiero ver el fondo que mi rostro. Prefiero ver otra persona que a mi.”
La pintura se alimenta de muchas otros elementos, muchas veces extra artísticos…
“En mi hay una preeminencia a la observación. Es algo que tiene que llamar profundamente mi atención. No importa si esto es algo bello o algo feo.”
Procesos, texturas, colores, patrones que “ganchan” la mirada, y trocar muchas veces estos conceptos contrapuestos. Porque la presencia de la fealdad es otro motivo artístico presente en la obra de este joven pintor. Como si hubiera una fascinación por estas categorías, que se inducen muchas veces como elementos secundarios, de contrapunto.
“Para mi en el arte no existe la fealdad. Por muy repugnante que sea algo en una pintura, siempre tendrá algo de bello. Yo busco estos elementos secundarios como una forma de equilibrio en mi pintura.”
El cuerpo
Finalmente, el elemento esencial y más representativo de su obra es un fino manejo de la corporeidad, un tema que ha mostrado una evolución evidente a lo largo del tiempo.
“Antes me gustaba mucho la perfección del cuerpo en la pintura, pero ahora no tanto. Busco más lo bello de lo no bello. No sé si me explico: en muchas de mis pinturas recientes trato ahora de hacer los cuerpos más imperfectos. Por ejemplo, en un cuerpo de mujer, tratar de reproducir las estrías o las marcas del tiempo. Cuando antes me interesaba recrearlo lo más perfecto posible, busco ahora algo que muchas veces no nos gusta ver a la primera.
Además de la inclusión de elementos aparentemente inconexos, como plumas de aves, animales… Fui integrando elementos que sentí le faltaban al discurso de mi trabajo. Y como le dije a Avelina: no cualquier rostro o cuerpo se presta para que yo lo pinte: tiene que tener un algo o carácter: algo que aún no se cómo explicarlo totalmente, pero que yo sienta que puede ser parte de mi pintura.”
La voluntad
Esta es la obra de Omar Campos, que, salvo un par de exposiciones –“Raíces” (Casa Purcell, 2014) y “Mascogos” (Escuela de Ciencias Sociales) – y al igual que otros enormes pintores locales (Carlos Farías, Élfego Alor, Orestes de la Paz, Eleazar Montejano, Ariel Leviel, Américo Pugliese y otros) fue desdeñada, ignorada o marginada por la mayoría de las instituciones de cultura de Coahuila, incluso por las dos o tres últimas administraciones de la EAP, su propia Alma máter. El desconocimiento, la ignorancia y el deslumbramiento provinciano ante las naderías conceptuales, muchas veces importadas y sobrevaloradas por el sólo hecho de provenir vía actores foráneos, relegaron durante años el trabajo y la visibilidad de las nuevas generaciones de pintores coahuilenses.
En la obra de Campos –como en casi todos sus contemporáneos- hay una evidencia y una lección:
no basta el talento ni la técnica por sí mismos, no bastan las relaciones para construir una carrera, no basta ser palomeados o ninguneados, no basta haber sido becarios, la visibilidad o la invisibilización por ignorancia o por conveniencia: hace falta también la persistencia, el oficio, la terquedad y la verdadera pasión por lo que uno hace, la construcción de un estilo personal, pero sobre todo y pese a todo: la voluntad y el carácter para defender y asentar la propia obra.
Lo que nos reafirma: vienen buenos tiempos para la nueva pintura de Coahuila.
alejandroperezcervantes@hotmail.com
Twitter: @perezcervantes7