Palencia, el sitio donde el románico echó raíces

Artes
/ 1 junio 2025

La provincia de Palencia, en pleno corazón de Castilla y León, alberga una de las concentraciones más ricas del Románico en Europa. En pocos kilómetros cuadrados, se encuentran más de 200 iglesias rurales que conservan el legado de uno de los estilos artísticos más influyentes de la Edad Media distribuidas en pequeños pueblos y aldeas

El románico palentino se alza con una sobriedad única. Sus iglesias y ermitas, hechas de piedra austera y líneas puras, reflejan la armonía de un paisaje que ha sabido conservar la calma y el paso del tiempo. Aquí, el arte no necesita ornamentos excesivos: su belleza reside en la sencillez y en la profunda conexión con la tierra que lo vio nacer.

La singular concentración de templos románicos en esta tierra, entre suaves campos de labranza y serpenteantes ríos, especialmente en su norte montañoso, no es fruto del azar ni de una simple moda arquitectónica, sino el resultado de factores históricos, geográficos y políticos que confluyeron en esta zona castellana entre los siglos XI y XIII.

El término románico, desarrollado en Europa durante esos siglos, alude a su raíz común con la arquitectura romana, en especial por el uso del arco de medio punto y las bóvedas de cañón, elementos clave en su evolución posterior. El predominio de este estilo —robusto, austero, pero cargado de simbolismo— frente al posterior gótico, más monumental y decorativo, se explica por el contexto histórico en que se consolida la repoblación cristiana del entonces Reino de León y Castilla.

$!Exterior de San Martín de Frómista. Palencia fue un punto clave en las rutas de peregrinación a Santiago de Compostela. Foto: EFE (Amalia González).

Conviene recordar que el románico no fue solo una importación artística de influencia europea —introducida sobre todo por la orden cluniacense y el Camino de Santiago—, sino también una herramienta ideológica y litúrgica para afirmar la presencia cristiana en un territorio recientemente “recristianizado” tras el avance de la Reconquista.

La estabilidad política del reino castellano permitió además una continuidad constructiva que fijó formas románicas durante más tiempo del habitual, mientras en otras regiones el gótico se imponía con rapidez desde el siglo XII. A diferencia de provincias donde floreció el gótico por el auge urbano y el mecenazgo cortesano, Palencia permaneció fiel al románico por su carácter rural, articulada en torno a pequeños monasterios y señoríos locales.

En el norte palentino, el románico prolongó su vida con soluciones híbridas, fruto de una tradición que acabó arraigando, echando raíces, y consolidándose en esta tierra humilde y labriega.

$!En San Salvador de Cantamuda (Palencia) que mantiene casi intacta su estructura original destaca su altar mayor, único en diseño: una mesa sostenida por columnillas alienadas en cuyos fustes y capiteles lucen motivos vegetales, geométricos y figuras humanas. Foto: EFE (Amalia González)

Ese carácter austero y severo —en el sentido de esencial— de las iglesias palentinas responde a recursos limitados, a una economía agraria y de subsistencia que no podía competir con la monumentalidad urbana. Como señala el historiador del arte José Luis Senra, “la simplicidad constructiva no es síntoma de pobreza artística, sino de adaptación litúrgica y social”. De hecho, la creatividad escultórica en capiteles, canecillos y portadas de iglesias como la de Moarves de Ojeda revela una riqueza iconográfica y una maestría que desmienten cualquier idea de arte “rudo”.

Desde los elegantes y sobrios volúmenes de San Martín de Frómista hasta las ermitas escondidas entre montañas y valles, el románico palentino despliega una riqueza y una pureza que cautivan al visitante: un viaje al corazón de otra época, a un mundo de espiritualidad y belleza austera.

El resultado fue una densidad sin parangón de iglesias románicas rurales por kilómetro cuadrado —más de doscientas catalogadas— que no buscan deslumbrar, salvo en su armonía de proporciones, su relación con el paisaje y la devoción con que fueron construidas.

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