Marlene Dietrich, actriz, cantante, icono de moda y pionera de la libertad sexual
Hoy recordamos a Marlene Dietrich, actriz y cantante enigmática, icono de moda y estilo, pionera de la libertad sexual, en el 30 aniversario de su muerte.
Esta estrella temprana del cine sonoro supo (con ayuda y tesón) moldear el aspecto rudo de sus inicios hacia una imagen sensual, fotogénica, de cara escuálida, labios carnosos y cejas finas, convirtiendo su mirada fría y distante, entrecortada por el humo de un cigarrillo, en parte del recuerdo cinematográfico colectivo.
María Magdalena (su nombre verdadero) Dietrich nació en Schöneberg (Berlín) en 1901. Con estudios de violín, canto y danza, a principios de los años 20 empezó como figurante en el cine mudo interpretando a la típica mujer robusta muy demandada en la Alemania de la época.
El Berlín anterior a Hitler, repleto de locales nocturnos v con una libertad sexual atípica en la Europa de entonces, determinó su carácter, su estilo andrógino en el vestir y una vida íntima totalmente desinhibida con hombres y con mujeres.
Así era el ambiente que envolvía la vida de Marlene Dietrich cuando protagonizó con Emil Jannings el primer largometraje europeo del recién nacido cine sonoro “El ángel azul” (1930, Josef von Sternberg). Su personaje de Lola Lola le encaminó a la fama.
Aquí empezó “todo” para la futura estrella. Abandonó una incipiente carrera de violinista, sus inicios en el Teatro Alemán y su matrimonio con Rudolf Sieber, al que conoció durante un rodaje de cine mudo y con el que tuvo a su única hija.
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JOSEF VON STERNBERG, SU PIGMALIÓN
Este director de cine alemán, con quien a partir de entonces rodaría seis filmes y le conduciría a Hollywood, fue el artífice del gran cambio de la joven Dietrich, de nariz ancha, labios carnosos y fuerte estructura corporal, a una mujer seductora, atractiva, elegante y misteriosa.
Transformó a la “principiante” en un símbolo erótico, en la “mujer fatal” por excelencia, modelándola a su gusto. Le hizo perder kilos, le enseñó la forma correcta de maquillarse para disimular su nariz nórdica y marcar los pómulos, cambió su peinado y también su personalidad. Así, la joven aprendió a utilizar una mirada lánguida y a desplegar descaradamente sus piernas para seducir.
Ambos iniciaron una relación fructífera en lo sentimental y en lo cinematográfico. Juntos rodaron “Marruecos” (1930), con Gary Cooper, en la que luce un esmoquin, besa ardientemente a una mujer y muestra sin reparos su bisexualidad; y después llegarían, “Fatalidad” (1931), “El Expreso de Shanghái” (1932), “La Venus rubia” (1932), “Capricho inmortal” (1934) y “El diablo es mujer” (1935), donde encarna a una ardiente tabaquera española.
Como se puede ver “Dietrich es un modelo de contrastes, de múltiples formas”, señalaría Kate C. Lema, comisaria de la exposición que la National Portrait Gallery de Washington le dedicó en 2017.
Los filmes de Sternberg esculpieron su leyenda. Los rodajes, en blanco y negro, eran muy estudiados, seleccionando pulcramente vestuario, peluquería, iluminación y encuadres para embellecer a la diva y disimular sus defectos. Aún con su magnetismo, el público americano la veía excéntrica por su androginia y la ambigua moral de sus interpretaciones.
En una ocasión, el crítico teatral Kenneth Tynan dijo de ella: “Tiene sexo, pero no un género definido. Su masculinidad atrae a las mujeres y su sexualidad a los hombres”.
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ESCULTORA DE SU IMAGEN
La ruptura de su relación con el director alemán a mediados de los treinta no influyó en su carrera. Ya tenía experiencia y se “sabía” diva.
Era ella la que, ahora, decidía vestuario, peinado, e incluso discutía sobre qué planos y luces eran los más convenientes para iluminar su rostro de forma que desprendiera el magnetismo y la sensualidad distante que le hacían tan atractiva al público. “Me visto para la imagen...” declaró la actriz en una entrevista al diario ‘The Observer’.
En este tiempo trabajó con Jacques Feyder (“Knight Without Armour”, 1937), George Marshall (“Arizona”, 1939), René Clair (“La llama de Nueva Orleans”, 1941), Raoul Walsh (“Alta tensión”, 1941) o Mitchell Leisen: en “Capricho de mujer” (1942) y “En las rayas de la mano” (1947).
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Firme opositora del nazismo, dio un “no” a Hitler cuando éste intentó convertirla en la estrella cinematográfica del Reich. En los años 50, sabedora de que era una actriz mayor, empezó a seleccionar con exhaustivo cuidado sus papeles y a elegir todavía con más esmero a su maquillador, la ropa, la lente para enfocarla y cómo iluminarla.
El dominio del arte cinematográfico conseguido anteriormente quedó más patente en “Pánico en la escena” (1950, Alfred Hitchcock), “Encubridora” (1952, Fritz Lang), “Testigo de cargo” (1957, Billy Wilder), o “Vencedores o vencidos” (1961, Stanley Kramer), siendo en todas ellas la dueña de cada plano, sin olvidarnos de sus cameos en “Sed de mal” (1958, de Orson Welles) o en “La vuelta al mundo en 80 días” (1956, Michael Anderson).
Tras papeles más secundarios, fue abandonando el cine poco a poco (al contrario que “La Garbo”, su eterna rival), y se enfocó en su carrera de cantante y actriz de cabarets. Grabó discos, llenó teatros en Estados Unidos y Europa, y llegó a recaudar dos millones de dólares como “show-woman”.
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Rompedora de estereotipos, pionera en la liberación de los roles sexuales, la influencia de Dietrich en el mundo del espectáculo y de la moda es un continuo referente para las siguientes generaciones. Madonna, Beyoncé o Miley Cyrus han continuado su ejemplo, perpetuando aquel acto original de inversión de géneros y sexualidad protagonizado ochenta años atrás por la actriz. Fue Ernest Hemingway quien le escribió su epitafio en vida: “La muerte es algo que a ti no te concierne, Marlene, tú eres inmortal”. Parece que así ha sido.
DESTACADOS:
+ El director alemán Josef von Sternberg, con quien rodaría seis filmes y le conduciría a Hollywood, fue el artífice del gran cambio de la joven Dietrich, de nariz ancha, labios carnosos y fuerte estructura corporal, a una mujer seductora, atractiva, elegante y misteriosa.
+ El crítico teatral Kenneth Tynan dijo de ella: “Tiene sexo, pero no un género definido. Su masculinidad atrae a las mujeres y su sexualidad a los hombres”.
+ Rompedora de estereotipos, pionera en la liberación de los roles sexuales, la influencia de Dietrich en el mundo del espectáculo y de la moda es un continuo referente para las siguientes generaciones. Madonna, Beyoncé o Miley Cyrus han continuado su ejemplo.
Por Matilde Alonso Gracia-Loygorri EFE/Reportajes.