Disfrutan de la música y la inteligencia artificial en el Museo del Desierto
COMPARTIR
El espectáculo ‘Tormenta de Luz’ con la Orquesta Filarmónica del Desierto y las fotografías de Alfredo de Stefano fusionó distintas disciplinas en una experiencia totalmente inmersiva
El lobby del Museo del Desierto se convirtió esta semana en un portal a los desiertos del mundo. Con el espectáculo multidisciplinario “Tormenta de Luz”, coordinado por el fotógrafo conceptual Alfredo de Stéfano, los paisajes de dunas, montanas y hasta gélidos parajes, se combinaron con la música y la inteligencia artificial para ofrecer una experiencia alternativa y experimental.
Lo visual fue protagonista esta noche, con una pantalla monumental curva de alta definición en la que fue proyectado el trabajo fotográfico de más de 20 años del monclovense, primero de manera íntegra y luego intervenido por la IA.
TE PUEDE INTERESAR: El norte volverá a reunir a lo mejor de los podcast mexicanos
El evento, que contó con la Orquesta Filarmónica del Desierto, abrió con una interpretación de las Cuatro Estaciones de Antonio Vivaldi —con la participación solista de Carlos Suárez Morejón y Juan José López Campos—, con las imágenes de desiertos como el Nazca, el Gobi, el Sahara y el Chihuahuense, entre 15 en total, apareciendo al ritmo de la música.
Si bien un error en la programación interrumpió la obra justo al término del segundo movimiento, el Verano, la pieza continuó sin mayores contratiempos ofreciendo una experiencia que más allá de los inmersivo, pudo llegar a ser contemplativo y hasta meditativo.
Tras un breve intermedio los intérpretes se dispusieron a tocar la “Tormenta de Luz”, composición hecha ex profeso para este espectáculo por Obed Cortés, con la dirección artística de Natanael Espinoza y la participación especial de Salvador Garza Fishburn en los sintetizadores.
La obra, vibrante y contemporánea, inició con la voz en off de la poeta Mercedes Luna a través de un extracto de su poema homónimo, sample que se distorsionó paulatinamente —al igual que la imagen en pantalla— para dar paso al primer movimiento.
La IA, programada por Daniel Magallanes, respondió en vivo a los estímulos sonoros, sobre todo de las percusiones, que modificaron de manera reveladora las fotografías de De Stéfano, para ese momento ya solo impresiones cromáticas de su trabajo.
La pieza de Cortés, que por sí sola puede ser un deleite escuchar, continuó interviniendo los desiertos del mundo, que pasaron de ser tronco a duna, y de la duna al monte, y del monte de vuelta a la planicie, mientras que los elementos característicos de la obra del fotógrafo, como la figura envuelta en una sábana roja, fue in crescendo hasta consumir toda la pantalla al tiempo que la música también elevó su energía.
Aunque hubo instancias en que la proyección desentonó con la guía musical, con escenas de gran movimiento interrumpidas por un cambio drástico a otro elemento no relacionado y usualmente estático, la experiencia general promete mucho, ofrece grandes momentos y todavía tiene demasiado por entregar.