El nepotismo y el cine con Echeverría

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/ 26 enero 2022

El pasado lunes 17 de enero el expresidente Luis Echeverría llegó a los 100 años de edad, convirtiéndose con ello en el único mandatario en la historia de nuestro país en hacerlo

El pasado lunes 17 de enero el expresidente Luis Echeverría llegó a los 100 años de edad, convirtiéndose con ello en el único mandatario en la historia de nuestro país en hacerlo.

En total contraste, el mismo día se cumplieron 48 años de que también durante el sexenio de Echeverría, el 17 de enero de 1974 se inauguró la Cineteca Nacional, ese recinto de cultura fílmica ubicado en la capital del país que a pesar de que su estructura original quedó prácticamente en cenizas tras el voraz incendio que experimentó en 1982 coincidiendo con el no menos infernal sexenio relacionado a la cinematografía de José López Portillo se ha reubicado, renovado y renacido para seguir en pie a pesar de los tiempos adversos de pandemia que vivimos en la actualidad.

Pues volviendo a Luis Echeverría, si bien en su vilipendiado currículum se cuenta también el haber sido el único expresidente en haber sido arrestado por haber sido partícipe y ejecutor de uno de los hechos más lamentables de nuestra historia como lo es la matanza en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco el 2 de octubre de 1968, precisamente en el renglón cinematográfico, además de haberse dado la apertura de la Cineteca, si bien en otros rubros dio pie a la red de corrupción que tanto entonces como ahora hace metástasis en las élites políticas, a diferencia de como sucedió con López Portillo al designar como cabeza de RTC a su “hermana desalmada” Margarita el nepotismo durante Echeverría impulso al llamado “nuevo cine mexicano de los 70”.

Lo que sucedió es que Luis Echeverría dio el cargo del hoy extinto Banco Cinematográfico a su hermano Rodolfo Echeverría, quien hasta entonces se había desempeñado como actor bajo el nombre de Rodolfo Landa, y quien tras haber sido testigo de cómo varios de los prometedores cineastas jóvenes veían truncadas casi en automático sus incipientes filmografías desde el momento en que el mismo Sindicato de Directores les cerraba sus puertas a pesar de sus vigorosas y necesarias propuestas, si la política populista de su hermano Luis pregonaba sobre todo la equidad, si se iba a inaugurar una institución para apoyar económicamente a los creadores del Séptimo Arte nacional esta debía de servir tanto a cineastas ya establecidos como en evolución.

Así fue como además de que cineastas como Luis Alcoriza (“Mecánica Nacional”) o el coahuilense Emilio “Indio” Fernández (“La Choca”) pudieron dar continuidad o concretar su última gran película de manera respectiva, otro grande de su generación como Roberto Gavaldón tuvo oportunidad de rescatar de estar enlatada por una década por abordar “el tema maldito” de la expropiación petrolera, “La Rosa Blanca”, y una nueva generación de directores filmar algunas de sus mejores películas como sucediera con Arturo Ripstein (“El castillo de la pureza”); Felipe Cazals (la trilogía de la nota roja que conformaron “Canoa”; “El Apando” y “Las Poquianchis”); Jaime Humberto Hermosillo (“El cumpleaños del perro”; “La pasión según Berenice”), entre otros más.

Asimismo, se abrieron las puertas a extranjeros ya fuera exiliados de países dictatoriales por aquellos años, pero destacados exponentes del nuevo cine latinoamericano como Miguel Littin (“Actas de Marusia”) o del cine chicano como Jesús Salvador Treviño (“Raíces de sangre”).

Comentarios a: galindo.alfredo@gmail.com; Twitter: @AlfredoGalindo

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