En Ana y Bruno, todo es muy extraño
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La cinta animada de Carlos Carrera, es un ejercicio que intenta darle madurez y seriedad al cine infantil mexicano, pero su torpe guion y pésima animación se meten en el camino
Calificación: 5 de 10
Lo siento mucho por la animación mexicana. Yo de verdad quiero apoyarla, quiero decir que en México se están haciendo cosas innovadoras en este ámbito, que hay mucho talento. Pero no existe, a la fecha, ni una sola obra que valide declaraciones semejantes. Ni el aclamado cineasta Carlos Carrera, ganador en Cannes precisamente por un trabajo animado, ahora con su largometraje “Ana y Bruno”. En verdad quiero que me gusten, no es mala onda, en serio. Pero este extraño y desigual ejercicio resulta en un desastre visual y narrativo casi absoluto. La intención es clara y muy meritoria: hacer una cinta animada no enteramente infantil, sino oscura, profunda y dramática, que trate a los niños con inteligencia e ignore el chiste fácil. Yo aplaudo estas intenciones, pero ¿qué es eso que quedó plasmado en la pantalla? Qué historia tan rara (no en el buen sentido), qué personajes tan grotescos (tampoco en buen sentido) y qué mensaje tan… ¿cuál es el mensaje? No sé ni qué pensar, veo hacia donde quería ir, pero no siento nada. Me quedo como los propios personajes, tan pésimamente animados que cuando lloran no les cambia la cara.
La película comienza cuando Ana es abandonada junto con su madre en un lugar extraño. El padre las deja ahí y parece que son unas vacaciones, que luego regresará por ellas. Pero resulta que se trata de un hospital psiquiátrico. Ahí, Ana descubre que cada paciente tiene su propio Pokemon, un ser vivo producto de su imaginación y enfermedad particular. El primero que encuentra se llama Bruno y es como una especie de Dobby, El Elfo Doméstico de “Harry Potter”, pero verde, más desnutrido y en drogas. Luego se aparecen otros, una elefanta rosa gigante con la boca en la trompa, un reloj robótico y tartamudo y toda una pandilla más, algunos que ni siquiera hablan, ni tienen función en la trama, pero ahí están. Desde ese instante, acompañan a Ana e intentan ayudarla a reencontrarse con su padre, pues su mamá corre peligro por un horripilante ser imaginario que amenaza a todos los internos, así como el doctor que utiliza métodos primitivos e inhumanos para tratar a sus pacientes.
Cuenta la leyenda que esta película tardó 13 años en llegar a los cines. Yo recuerdo, al menos hace unos 10, haber visto las primeras imágenes del duende Bruno junto a la niña Ana, en alguna revista que anunciaba el proyecto de Carlos Carrera. También se dice que es la cinta animada mexicana más cara de la historia, con 104 millones de pesos de producción. Si fue tanto el dinero y el tiempo que le dedicaron, ¿cuál es el resultado? En el mejor de los casos una cinta animada promedio y algo entretenida. En el peor, una obra incoherente, que no sabe bien cómo conseguir sus objetivos. Está claro que no quiere hacer reír nada más, quiere removerle las entrañas al espectador. Busca tener una estética sombría y un tono mucho más maduro, que nos recordaría a las obras del estudio de animación Laika, autores de “Coraline” (2009) y “Kubo and the Two Strings” (2016). Esas son sus ambiciones, porque el resultado no se alcanza. ¿Pero qué pasó? ¿A dónde se fue el dinero? ¿Qué estuvieron haciendo en más de 10 años?
Quiero aclarar que “Ana y Bruno” no es pésima, aunque podría comprender a quien así la califique. La cinta, sin embargo, sufre de un mal que aqueja a todas las producciones animadas mexicanas (y algunas cintas con actores de carne y hueso): querer emular la fórmula gringa. En México se empeñan en hacer animación 3D por computadora, cuando estamos a años luz, no sé si por falta de tecnología o talento.
“Ana y Bruno”, como otras, se ve mal, quiere tener textura y color, pero el resultado es estéticamente feo. Los personajes son horrendos y no sólo los monstruos. Se busca, también, tener cierta estructura de historia, incluyendo al amigo feliz que sólo hace chistes, un perro, un villano y la niña valerosa que los salva a todos. La espina dorsal de esta obra es una mala copia de Pixar o DreamWorks. Eso está mal, no tendría por qué ser así. ¿Por qué no buscar una identidad propia? ¿Por qué no contar otras historias? ¿Por qué no hacer otro tipo de animación? ¿Por qué no experimentar más?
Digo todo esto porque es claro que “Ana y Bruno”, al menos en su concepción, tenía esos planes, pero por alguna razón se frustraron. Y sorprende de Carlos Carrera. Si alguien iba a hacer por fin un excelente trabajo en este ámbito en México, debía ser él.
El cineasta, famoso por “El Crimen del Padre Amaro” (2002) hizo en 1993 el cortometraje animado “El Héroe”, que ganó la Palma de Oro a cortometraje en Cannes. Así de ese nivel. No sé si “Ana y Bruno” recibió el tratamiento de muchas manos, que trastocaron la historia y alteraron el producto final. Desconozco qué problemas tuvo la producción, pero debió tenerlos para tardar más de 10 años en estrenar. Quiero culpar a eso por la falta de valentía. Se ven, sin duda, sus intenciones, pero es casi como si se frenara. Porque el argumento, basado en la novela “Ana” de Daniel Emil, no es malo, de hecho da para mucho. Pero lo que tenemos aquí es un caos.
Ana queda muy clara como protagonista, pero ¿por qué su compañero es Bruno, un duende imaginado por un paciente del que no sabemos casi nada? ¿Cuál es la relación que los une? Y no sólo a ella, sino al resto de los monstruos que salen. ¿Por qué todos la tienen que acompañar? ¿De qué sirve ver flotando por ahí a una piñata o a un pez globo o a un pulpo con cabeza de gorila, si ni siquiera hacen chistes? ¿Cómo funciona exactamente la naturaleza de estas creaturas? ¿No están mejor los pacientes sin ellos? Si hasta el público está mejor sin ellos, ninguno es tierno o agradable. La relación de Ana y el niño ciego queda mucho más clara y lógica, pero los amigos imaginarios, ¿qué función cumplen? Y si ni el personaje que da título a la cinta tiene razón de ser, casi que toda su aventura se vuelve un sinsentido. El resultado final quizá sea entretenido, pero está a un paso de ser terrible y deja mucho que desear. Un sabor de boca extraño, que nos hace añorar cuando México pueda ganar otra Palma de Oro en animación.
El dato
Director: Carlos Carrera.
Elenco: Marina de Tavira, Damián Alcázar, Héctor Bonilla, Silverio Palacios, Mauricio Isaac, Galia Mayer, Ricardo Esquerra, Regina Orozco.
Género: Animación.
Clasificación: A
Duración: 96 minutos.