​¿Por qué sonríe la Mona Lisa?

Show
/ 22 septiembre 2020

En la CDMX y en gran parte de nuestro país, ya se están reabriendo los cines, teatros, museos y algunos espacios públicos; con los debidos protocolos sanitarios. Para el público en general, pero sobre todo para la industria del espectáculo y el gremio artístico, estas son excelentes noticias.

Aun cuando el infame virus sigue al acecho, ya estamos asimilando el hecho de qué solo a través de una cultura de prevención y cumpliendo con las normas sanitarias, podemos pensar en sobreponernos a la peor crisis mundial del tercer milenio.

Otra noticia de la semana pasada fue que la compañía californiana de ciber tecnología OpenAI, anunció la creación de un sistema de inteligencia artificial que es capaz de resolver ecuaciones, traducir textos en inglés a varios idiomas, desarrollar páginas web y escribir textos, notas periodísticas y comunicados por medio de un algoritmo que sintetiza los procesos mentales que los humanos hemos desarrollado en nuestra evolución como especie para tener la capacidad de generar creaciones artísticas.

Desde mi punto de vista la idea de que una máquina por más inteligente y sofisticada que esta sea pueda ser considerada una entidad creadora de arte, no me convence del todo. Para ser artista es imprescindible ser primero espectador, lo cual implica el poder reaccionar emocionalmente ante un espectáculo, interpretar desde nuestra muy personal perspectiva una obra de arte; soñar y viajar hacia realidades alternativas por medio de nuestro pensamiento. Dedicarle tiempo libre a esas placenteras actividades lúdicas que nos permiten aligerar nuestra existencia de la rutina cotidiana, en pocas palabras, mantenernos constantemente entretenidos; luego entonces emocionarnos, sentir el placer, interpretar una obra desde una perspectiva personal, soñar, dedicarle un tiempo precioso de nuestra existencia a simplemente “no hacer nada” y mantenernos entretenidos, son cuestiones que una máquina jamás podrá hacer. He ahí la diferencia entre ser artista y espectador.

La sociedad y la cultura que construye ese conglomerado de personas que tiene en común coincidir existencialmente una determinada época histórica, las cuales al paso del tiempo se ven abolidas por otras nuevas generaciones y formas de crear e interpretar artísticamente su propia identidad.

Nuestros días son el tiempo de la revolución digital, y en un ejercicio de autoanálisis imaginemos que la sociedad contemporánea es una gran fotografía, por supuesto, del tipo digital, en donde cada diminuto pixel que compone esta imagen instantánea de nuestros días tiene su propio tono, color y espacio.

Para darle a esta imagen un valor artístico y un rostro universal, imaginemos que nuestra instantánea es la representación fotográfica de la Gioconda de Leonardo Da Vinci obra que puede ser considerada la pintura más famosa de todos los tiempos, pues desde hace ya 514 años la enigmática sonrisa de Lisa Gherardini, sigue cautivando a quien la observa sin importar su nacionalidad, edad, género o condición social.

Pocas obras han sido objeto de tantos y tan profundos análisis, han sido versionadas en todas las corrientes pictóricas y su sonrisa es un referente universal. Los conocedores en el tema coinciden en el hecho de que el pintor renacentista logró no solo recrear maravillosamente la realidad desde un punto de vista artístico a través de la técnica del “sfumato” o difuminación, sino que al utilizar métodos matemáticos para medir las proporciones humanas logra un vínculo único entre arte y ciencia, creatividad y tecnología.

Pues bien, esta Madonna de Giocondo que nos sonríe con un dejo de nostalgia, provocación y misterio podría ser, según mi propia apreciación, la mejor representación de lo que ha significado el arte, el entretenimiento y el espectáculo para el ser humano. Sin importar la época, la nacionalidad o la cualquiera de las etiquetas de nuestra diversidad, todos los seres humanos tenemos la necesidad de acudir al entretenimiento como parte de nuestra cultura, desarrollo e identidad.

Pero regresemos a nuestra fotografía digital de la Mona Lisa: En ella, como ya lo he descrito, podemos apreciar gracias a la gran resolución con que fue tomada la imagen, los trazos y pinceladas de Leonardo, pero al irnos acercando cada vez más, podemos comenzar a ver que esta fotografía se encuentra integrada por pequeños cuadros o pixeles, los cuales no son iguales y cada uno de ellos tiene su propio color y tonalidad; sin embargo y en conjunto todos son parte de lo mismo, y si faltara uno de ellos la obra no sería tampoco la misma.

Lo mismo ocurre con el entretenimiento. La idea es que todos somos pixeles de una misma imagen que vista desde una perspectiva panorámica nos incluye a todos, y al mismo tiempo, nos representa fielmente como parte de una globalidad fractal.

$!​¿Por qué sonríe la Mona Lisa?

En estos tiempos de confinamiento se ha hecho más evidente que el entretenimiento es un aspecto de gran importancia en nuestra cultura contemporánea y los especialistas e investigadores en el tema consideran primordiales las actividades que les proporcionan entretenimiento, diversión y esparcimiento; y en un el último estudio realizado en este 2020 el porcentaje de personas que a partir de la pandemia perciben el entretenimiento como indispensable en su vida ¡llegó al 83%!

Como especie humana, nuestro reto al destino ha sido siempre superar la adversidad y sobreponernos. La frase popular: “o te aclimatas o te acli-mueres” parece que es el común denominador de nuestra evolución. Pero en este tiempo en que me he dedicado a reseñar algunas de las noticias, sucesos y anécdotas que de manera personal he compartido con ustedes en esta columna Quinto Elemento, he llegado a muchas conclusiones, pero quizá la más importante es que como dicta una de las frases más recurrentes en el mundo del entretenimiento y el espectáculo, esta frase es: “The Show must go on” cuya traducción es “El espectáculo debe seguir”, o como se dice con cierto tono cómico en el argot televisivo, cuando un sucede un imprevisto “ni modos, llegó el chomosgón”.

$!​¿Por qué sonríe la Mona Lisa?

Sin lugar a dudas, el arte, el espectáculo y el entretenimiento se convirtieron en los protagonistas de esta era de confinamiento que todo mundo espera se acabe ¡ya! para que dejemos de ver la vida desde lejos y en soledad; divertirnos, entretenernos y disfrutar de una buena película, una obra de teatro espectacular, un concierto en vivo con esas canciones que hace que las multitudes aplaudan, griten y canten a coro; y tan solo pensar en ello me provoca que se me erice la piel y no puedo dejar de sonreír con un dejo de nostalgia, esperanza y hasta con un poco de ironía y reproche al pensar que antes, en los tiempos del ayer muchas veces dejé de ir a varios conciertos pretextando que “seguramente se iba llenar hasta el tope” y es “muy incómodo estar rodeado de una multitud”; esa multitud cuyo “feeling” colectivo, poderoso y energético, ahora tanto añoro. Quiero pensar que la mismísima Mona Lisa sonreiría al pensar en lo contradictorio que somos los seres humanos, pues aunque siempre pensamos que “todo tiempo pasado fue mejor” nos esmeramos para construir y desarrollar sistemas tecnológicos de “inteligencia artificial” con la idea de crear un mejor futuro, que terminamos complicando, irremediablemente, a través de nuestras inhumanidad latente y las pésimas decisiones, nada inteligentes, que tomamos como especie, un día sí y el otro también ¿qué ironía, no creen?

Lo cierto es, que entre el pasado y el futuro está el presente, y hay que vivirlo cada día y cada momento con alegría, pasión y la mejor actitud, pues el pasado ya fue, el futuro no ha sido y lo único real es el presente, esa palabra que significa también obsequio, sorpresa y un regalo para festejar.

Así que celebremos la vida hoy, divirtámonos, aprendamos cada día algo nuevo, recuperemos la ilusión y la capacidad de asombrarnos, de equivocarnos y sonreír, pues no somos robots, somos seres humanos que nos distinguimos por ser perfectamente imperfectos, y ¡qué más da! 

Hay que aceptarlo; vivir es maravilloso y esto no termina hasta que se acaba, porque como dice la frase del espectáculo, pase lo que pase y a quien le pase: ¡The show must go on!

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