Vendimia Don Leo: magníficos vinos, fiesta en Parras, gastronomía y felicidad en una copa
Tras dos años de espera la vitivinícola llevó a cabo su nueva edición de la fiesta que atrajo a los amantes de una verdadera bebida artesanal y de lujo
“Cada momento de espera valió la pena”. Y no lo digo como reportero que vivió en carne propia la gran fiesta de Viñedos Don Leo; esa fue parte de la conversación que escuché mientras admiraba la vista panorámica desde el balcón del segundo piso de las bodegas de los anfitriones.
Parecía que sería un día frío, con la amenaza de lluvia sobre ‘El Tunal’, casa del famoso Viñedo Don Leo. Sin embargo, el cielo decidió hacer una pausa, regalando un clima perfecto para la celebración de la Novena Vendimia.
Sonrisas nerviosas y personal trabajando contrarreloj, el staff corría de un lado a otro para tener todo listo y recibir a los invitados que acudieron a la cita para festejar esta tradición y esa era la señal de que ya se vivía la tradicional fiesta del vino.
PRIMERA COPA EN MANO
Tras la bienvenida de los cerros, montañas y viñedos, los invitados bajaron del transporte tirado por un tractor y llegaron al área de la fiesta. Dos coches Maserati adornaban el jardín principal, causando asombro y curiosidad. Los invitados intentaban acercarse a tomar fotos, pero eso sería parte del recorrido final.
Risas y carcajadas acompañaban a quienes esperaban para ingresar a las bodegas y la cava. La amabilidad de los anfitriones mejoraba aún más el ambiente. Los vinos blancos, ganadores de la medalla de oro en el concurso mundial de Bruselas en 2020, marcaban el inicio del recorrido.
El sonido de un arpa en vivo añadía elegancia a los primeros pasos del evento. Cruzar la cortina y recibir la primera copa de vino, un delicioso blanco, fue el punto de partida perfecto.
RECORRIDO POR EL MUSEO Y CHOCOLATES
Enormes adornos de flores coloridas dieron vida a las mesas y paredes mientras los invitados subían las escaleras con la copa en mano.
Entrar al museo fue uno de los momentos más esperados. No sólo relataba la historia del vino y de la vinícola, sino también la de la familia de Arturo Mendel, alma de esta empresa. El recorrido transmitía el amor por Parras, Coahuila y el vino, un legado que se ha extendido a hijos y nietos a través de la preparación, el cultivo y las vendimias.
El recorrido también incluye curiosidades, como un hueso de dinosaurio fosilizado, detalles sobre los aromas del vino y los inicios de los viñedos en 2000.
Al salir del museo, una segunda copa, esta vez de vino tinto, llegó a las manos de los asistentes, acompañada de una tabla de chocolates con sabores como arándanos y chile, que combinaron perfectamente con los vinos de Don Leo.
Más flores, música y una atención personalizada sorprendieron a los asistentes, que continuaban disfrutando de la degustación. Cerca de las 13:00 horas, algunos ya corrían por su tercera o cuarta copa mientras se preparaban para continuar disfrutando de quesos, pan, frutos secos, aceitunas, jamón serrano y más carnes frías en el balcón de la bodega.
LA MEJOR VISTA Y EL RECORRIDO
Después de disfrutar de la tabla de embutidos, era momento de continuar con el recorrido y disfrutar más vinos. Antes de una de las actividades más esperadas, los visitantes, como yo, sacaron sus celulares para capturar la vista verde y vasta que ofrecía el balcón.
Desde allí se podían observar los viñedos, y fue precisamente hacia ellos donde nos dirigimos en una clásica carreta tirada por caballos. El recorrido cubría las principales hectáreas frente a la bodega, mientras el aire fresco bajo el sol hacía más disfrutable el momento.
Este fue un instante para desconectarse del ajetreo del trabajo, las responsabilidades del hogar o la vida en la ciudad, y disfrutar de la tranquilidad del paisaje.
Los invitados, provenientes de diversas regiones y con acentos tan variados como español, argentino y colombiano, e incluso algunos hablando en inglés, mostraban el poder de convocatoria de la vinícola y su atractivo turístico para conocedores del buen vino.
BAJA LA TEMPERATURA, PERO NO EL ÁNIMO
Después del taller del sommelier y una visita al dinosaurio T-Rex en la parte trasera del terreno, los invitados se dirigieron al comedor.
Antes de la comida, la música en vivo no cesaba, y la explanada se llenaba de amigos, familias y risas. Las copas de vino circulaban entre los invitados, quienes posaban felices para retener una fotografía con sus selecciones de vino rosado, tinto o blanco.
Cuando sonó la instrucción de la hora de comida, los invitados se dirigieron al comedor para disfrutar de un menú que incluía tostadas artesanales con trucha ahumada, una crema de flor de calabaza, y como plato fuerte, solomillo en su jugo o pesca del día. El postre incluía opciones como cheesecake tatemado en salsa de carajillo, pastel de chocolate y naranja, todo acompañado de un excelente vino.
NO QUERÍAMOS QUE ACABARA
Al regresar a la explanada principal, los integrantes de la Orquesta Filarmónica del Desierto, bajo la dirección de Natanael Espinosa, interpretaron canciones del show Queen Sinfónico.
Los aplausos y los bailes llenaban el ambiente, mientras un espectáculo ecuestre se sumaba a la celebración, justo cuando el sol comenzaba a despedirse. La tradicional matlachinada apareció entre los laterales, llevando a los invitados a presenciar la emblemática pisada de uvas, un cierre perfecto para el evento.
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Aunque el día fue largo, la fiesta no terminó. La música continuó bajo la carpa, el clima fresco no apagó el ánimo, y los invitados se despidieron con un impresionante espectáculo de pirotecnia, prometiendo que en dos años regresarán para la décima edición de la vendimia, reafirmando a Viñedos Don Leo como un referente cultural y enológico.
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