Del ábaco a la laptop

Tech
/ 22 septiembre 2015

Hace unos 400 años se construyeron las primeras calculadoras mecánicas. Se basaban en ruedas dentadas, como las de la maquinaria de un reloj.

Madrid, España.- La palabra computadora, que también se utiliza para  hablar de un ordenador, viene del verbo computar: es decir contar,  calcular. Y es que las computadoras que hoy día utilizamos son  también calculadoras gigantes. Con ellas pueden resolverse  operaciones complicadísimas con las que sólo se podía soñar hace menos de un siglo.

La primera calculadora de la Historia se creó hace miles de años. Se  llamaba ábaco y estaba compuesto de varillas de madera con bolas que podían moverse a uno y otro lado. Con este invento podían sumarse y restarse pequeñas cantidades, así como multiplicaciones relativamente sencillas, pero no servía para calcular grandes cifras.

Hace unos 400 años se construyeron las primeras calculadoras mecánicas. Se basaban en ruedas dentadas, como las de la maquinaria de un reloj. Con algunas podían sumarse y restarse hasta millones. Y un matemático alemán inventó una versión con la que incluso se podían hacer multiplicaciones.

Fue otro alemán, el ingeniero Konrad Zuse, quien hace 70 años creó la primera calculadora completamente automática. Estaba compuesta de  bobinas que podían hacer circular o interrumpir la electricidad. Y dependiendo de qué bobinas estuviesen encendidas y de cuáles no, la máquina llevaba a cabo distintos trabajos. Este aparato, tan grande como un armario, se llamaba Z3 y algunos lo consideran la primera computadora del mundo.

De forma parecida, pero mucho más rápida, funcionan nuestros  ordenadores. Las piezas de las que están compuestas son muy pequeñas, tanto que miles de ellas caben en una placa del tamaño de una uña, los llamados chips. Así se ha conseguido que las computadoras sean cada vez más pequeñas y que sirvan no sólo para calcular, sino también para escribir, enviar información o jugar.

Y además, ya no hace falta un armario entero para guardar esa  tecnología. Basta con un aparato tan pequeño como un teléfono móvil.

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