Después de cuatro años de abstinencia, el cementerio de autos y un par de medicinas para dormitar de corrido, alguna película en las estaciones de la supercarretera, alivianan el estómago y recordar como mañana volveremos a la jornada gloriosa de 8 o 12 horas, al incluir los traslado de las ciudades monstruos de la república mexicana.