Fue en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari que se privó al instituto de construir viviendas y sólo se le atribuyó el financiamiento para la adquisición a través de empresas constructoras; más aún, en el sexenio de Ernesto Zedillo el crédito se limitó sólo a “viviendas construidas”, sin financiamiento para ampliación o construcción propia, lo que derivó en construcciones de casas en serie, limitadas en espacio y movilidad, con consecuencias negativas de convivencia familiar y comunitaria.