Amar libremente: cómo diferenciar amor de posesión y respetar la libertad del otro
Descubre cómo distinguir entre amor y posesión, sanar un corazón roto y aprender a amar libremente, respetando la libertad del otro y cultivando relaciones maduras y recíprocas.
La gran confusión que tenemos del amor, en donde no logramos distinguir esa estrecha línea entre amor y pertenencia, y respetar la voluntad del otro.
Cuando amamos a alguien, el corazón desea ser recibido y tiene un anhelo de ser amado de la misma manera. Entonces, nuestro sistema de alarma se enciende para tratar de encontrar todas las evidencias de que somos amados de la misma forma, o al menos saber que la otra persona va a cuidar con delicadeza nuestras vulnerabilidades.
La angustia que siente el corazón tiene que ver con que sabemos que finalmente la otra persona es libre, puede elegir qué hacer, cómo usar o no usar su amor, cómo se relaciona contigo, si te ama como mereces o abusa. Se úne a esta incertidumbre nuestra experiencia de amores anteriores: amores en donde no hubo reciprocidad real, amores en donde no supieron aprovechar nuestro compromiso o simplemente no tuvieron la madurez para luchar por lo que valía la pena.
Pero, ¿sabemos respetar esa libertad o elegimos controlar buscando seguridad?
Después de un desamor, el corazón queda dolido, y un dolor de corazón duele tanto porque se mete hasta la más profunda duda sobre nuestro ser: “¿por qué no soy suficiente?”. Un corazón roto necesita sanar para funcionar, porque nuestro mundo se cae y tenemos como recurso protegernos de volvernos a entregar, de confiar en las personas. Levantamos muros para que nadie más entre.
Cuesta muchísimo, porque no deseamos adentrarnos en ese dolor de nuevo y buscamos las banderas rojas que nos avisen que la persona es un peligro. Lo que va a resultar contraproducente a encontrar realmente el amor, porque nadie es perfecto, porque es en el amor que uno se perfecciona, es en la relación que uno descubre, se descubre y crece.
Queremos encontrar el amor sin relacionarnos con el amor.
El amor es libre, y pienso que la reciprocidad realmente no existe al mismo tiempo. Es decir, cada persona lleva su ritmo, ama de manera distinta y es un baile de dar y saber recibir, para construir. Con el riesgo de descubrir que quizás al amor del otro le falta madurez, voluntad u honestidad, del cual, por supuesto, te vas a dar cuenta.
En un siguiente artículo de relaciones hablaré de por qué nos quedamos en relaciones que nos hacen daño. Sin embargo, toco el tema ahora porque tiene que ver con creer que lo que yo hago hace que el otro se quede o se vaya, y la esperanza de cambiar se vuelve nuestra tarea, cuando debería estar del otro lado de la mesa. Y mediante la observación de cómo ama el otro, tú decides.
Amor es libertad: el otro decide dónde, cómo, cuándo y a quién amar, igual que tú. Y cuando logramos un amor maduro que realmente desee el bien del otro, aprendes a observar y soltar, y disfrutar del amor que mereces. Porque cuando no es lo que mereces, con dolor, pero sin rencor, aprendes a dejar ir, por un amor hermoso por ti. Y al mismo tiempo trabajas internamente para amar bonito y no solo esperar recibir, porque aquí todos somos un “todavía”, con millones de vicios.
Hay corazones que no saben cómo darse, pero mueren de ganas de ser recibidos. Todas las personas que llegan a tu vida vienen para algo, y si aprendes a saber que eres suficiente, te entregas sin dudas. Finalmente, cuando tú entregas y no te valoran, tú vales igual de hermoso que siempre. Un billete de 100 pesos que das a alguien, no importa en qué lo gaste la persona, el billete siempre vale 100 pesos.
Amar libremente también es ser libre de tus propios miedos, de tus propios vicios, de tus apegos y malos hábitos. Es amar sin barreras y sin temor, sabiendo que eres resiliente y que cada decisión la tomaste tú y nadie por ti.
Eres un perfecto todavía.
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