Arte para el alma y las masas, David Hockney cumple 80 años
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A sus 80 años, Hockney sigue causando sensación: la retrospectiva de su obra en la Tate Britain de Londres batió todos los récords de visitas.
El que antaño no se perdía nunca una fiesta ahora se acuesta a las 21:00 horas, está casi sordo y tampoco tiene suerte en asuntos del corazón. Sin embargo, pese a los excesos que vivió bajo el sol californiano, David Hockney nunca dejó de pintar.
"Pensaba que en aquel entonces había sido un hedonista, pero echando la vista atrás, siempre trabajé", contó al diario británico "The Guardian". "Trabajo todos los días. Ya nunca voy a fiestas", añadió. Desde los años 60, vive a caballo entre Reino Unido y Los Angeles, donde posee la casa de terraza azul y macetas rojas que aparece en tantas de sus pinturas. El domingo, cumple 80 años.
Hockney nació poco antes de la Segunda Guerra Mundial en el seno de una familia obrera de East Yorkshire. Se crió en los años de hambruna de la posguerra y dibujaba por todas partes: en viejos billetes de autobús, periódicos e incluso las tapas de los libros de oraciones. Su padre era un antifumador radical contra el que Hockney se rebeló hasta día de hoy, pues siempre tiene un cigarrillo entre los dedos.
Evadirse en el cine ha sido desde siempre su gran pasión y el musical "Singin' in the Rain", su película favorita. Cuando a comienzos de los años 60, tras su primera exposición en solitario, se mudó de Londres a Hollywood, entabló amistad con el cineasta Billy Wilder, a quien retrató junto a su esposa en un collage de polaroids de grandes dimensiones.
California le ofreció tanto en lo privado como en lo laboral una libertad a la que no estaba acostumbrado. Hockney jugó con la luz y los colores fuertes, y sus bañistas reflejaban el despreocupado y poco convencional estilo de vida californiano, como "Portrait of an Artist" (1972) o "Peter Getting Out of Nick's Pool" (1966).
Hockney nunca escondió su homosexualidad, incluso cuando serlo era ilegal en Reino Unido. Durante su formación en la mejor escuela de bellas artes del país, pintó a dos jóvenes abrazándose en lo que parecía un garabato infantil, acompañado de las palabras "We Two Boys Together Clinging". Su profesor comentó secamente: "Espero que no se acerquen más". Ni siquiera en los 80, cuando muchos de sus amigos murieron a causa del sida, abandonó los temas alegres.
Sus detractores critican que sus lienzos sólo se quedan en lo superficial y no reflejan en profundidad los acontecimientos del siglo XX. Pero es fue algo que Hockney nunca quiso: "Me gustaría hacer un cuadro que tuviera significado para mucha gente", dijo allá en 1988. "Creo que la idea de hacer cuadros para 25 personas del mundo del arte es una locura y una ridiculez".
Unas veces con más éxito y otras con menos, Hockney experimentó con nuevas técnicas, desde el collage tridimensional a las fotocopias o la pintura con el dedo en el iPad. Con todas ellas perseguía un único objetivo: hacer visible el tiempo. "Vemos a través del tiempo", dijo al diario "The Telegraph". "La fotografía es geométrica y debemos ver de forma psicológica", añadió. Está considerado un pionero del "selfie", pues se pintó, dibujó y fotografió en multitud de autorretratos.
En 2012 sufrió un ictus del que fue consciente al no poder terminar las frases. Tuvo suerte y puede seguir pintando. Cinco meses más tarde, falleció su asistenta en su casa de East Yorkshire, lo que le produjo una enorme conmoción. Después, pintó los melancólicos árboles de una calle de su ciudad, primero como serie de carboncillos y más tarde, como imponentes y coloridos paisajes: "The Arrival of the Spring".
A sus 80 años, Hockney sigue causando sensación: la retrospectiva de su obra en la Tate Britain de Londres batió todos los récords de visitas. Actualmente puede verse en el Centro Pompidou de París y más adelante viajará a Nueva York.