Círculo de Escritores Jorge Ibargüengoitia inicia actividades en Casa Purcell
El colectivo apoyará a autores para que concluyan proyectos literarios en curso y estará dirigido por el escritor Jesús de León
Empezar un nuevo proyecto literario en muchas ocasiones puede resultar sencillo. Un chispazo de creatividad e imaginación puede darle vida a unas cuantas cuartillas de historia. Sin embargo, para darle un cierre adecuado a la narración, los escritores siempre se han encontrarán en un camino difícil de culminar.
Con la intención de apoyar a los creadores locales en la finalización de libros que tengan en proceso, el Instituto Municipal de Cultura de Saltillo abrió el Círculo de Escritores Jorge Ibargüengoitia, el cual buscará darle seguimiento a estos proyectos y comenzó sus actividades el pasado lunes 19 de febrero.
El escritor Jesús de León será el encargado de ayudar a estos autores a darle una conclusión satisfactoria a sus textos durante las sesiones que se impartirán todos los lunes de 18 a 21 horas en Casa Purcell.
“El taller va a operar como opera un centro de escritores”, explicó De León durante la primera sesión, “aquí en Saltillo nunca ha habido un centro de escritores, ha habido talleres. Cuando yo empecé a trabajar y a escribir yo me formé en el Centro de Escritores de Nuevo León. El punto de estos espacios es llegar como un escritor, no como un aficionado, eterno aprendiz, que nunca se consolida”.
“Y para echar a andar un centro así necesitas personas que trabajen en función de terminar libros, proyectos”, añadió, “se trabaja con base en un proyecto, que ya tienes y que vas a echar a andar y de lo que se trata es de terminarlo. Y empiezas a hacer vida de escritor en el sentido de que dices ‘yo tengo un libro y lo tengo que terminar para tal fecha’, no lo voy a estar posponiendo eternamente, ni guardando”.
Mencionó como dato que muchos grandes escritores mexicanos se formaron en el Centro Mexicano de Escritores, donde estaba Juan Rulfo como coordinador y donde también participó, entre otros, Salvador Elizondo.
Criticó el modelo del taller que propicia este vicio que busca erradicar, de postergar indefinidamente los proyectos, que aunque estimulan la constante práctica del oficio de la escritura, no le dan cierre a ninguna de las iniciativas propuestas. “Aquí ustedes, conmigo, no tienen más compromiso que trabajar un libro”, expresó a los cerca de 15 asistentes que abarrotaron la sala de Casa Purcell.
“Yo soy un editor y sé que si hay un libro que me gusta lo publico, como sea y donde sea”, comentó, “y yo voy a estar del lado del editor, y el editor debe estar del lado del público. El lector tiene un abogado, que es el editor”.
Dejó en claro que se integrará un colectivo de escritores con consciencia crítica, que aunque se trata de una cualidad inherente a cualquier tipo de taller de escritura, en este caso se agregará el rigor y la disciplina para que cada autor trabaje de manera constante su libro.
“Cumple lo que te promete, si por ejemplo dices que harás 80 minificciones y ya es mayo y sólo haz entregado 13, entonces algo anda mal”, expresó el maestro.
“El trabajo en el que me voy a meter es de 24 horas, ya sea que lo esté haciendo para 15, 3 personas, porque como editor yo también estaré al pendiente de sus obras, sugiriendo posibles salidas, lo que me interesa es tener el objeto”, explicó.
Argumentó que la lectura es una necesidad natural del ser humano y que, desde su perspectiva, la falta de lectores no se debe a que no exista un hambre de lecturas, sino a que hacen falta propuestas indicadas para cada lector y a que, en cambio, existen posturas ante las buenas y malas lecturas, que intimidan a muchos.
“Cuando yo empecé en los talleres había una creencia de cero concesiones con el lector, y eso le hizo un daño terrible a la literatura”, explicó, “no hacer concesiones con el lector, ‘no tengo porque bajarme a su nivel, que él lector suba’, ya basta con esas posturas de divas”.
“Un lector es un ser que si le gusta un libro lo lee y sino, lo manda al diablo. No tiene la obligación de continuar la lectura, nosotros tenemos, en cambio la obligación de leer sus libros porque es la obligación del colectivo, pero el lector no”.