Enfrentando la Crisis de Envejecimiento: ¿Cómo manejar el futuro de la vejez?
Una experta en envejecimiento discute la crisis que se avecina a medida que aumentan nuestras expectativas de vida.
El envejecimiento de la población ha sido un tema central en un nuevo libro, “The Measure of Our Age”, escrito por M. T. Connolly, la receptora de la Beca MacArthur y fundadora de la Iniciativa de Justicia para Ancianos del Departamento de Justicia. Connolly señala en su libro que, aunque nunca ha habido un mejor momento para envejecer, el ritmo de envejecimiento de nuestra población está superando nuestras capacidades sociales, financieras, médicas y de cuidado.
A lo largo del siglo pasado, hemos aumentado nuestras expectativas de vida promedio en treinta años gracias a avances sorprendentes en medicamentos e intervenciones de salud. Pero a medida que crece el segmento de la población de 85 años o más, que ya es el más rápido en crecimiento, nuestros sistemas se están quedando atrás.
Connolly advierte que en poco más de una década habrá más personas mayores de 65 años que menores de 18 en Estados Unidos. De esas personas mayores, la mitad requerirá asistencia financiera y tres cuartas partes tendrán algún tipo de discapacidad.
Ya hay 41.8 millones de estadounidenses que proporcionan un promedio de veinticuatro horas de cuidado ‘informal’ o no remunerado cada semana para una persona mayor de cincuenta años. Sin embargo, como sociedad, estamos ignorando estos desafíos en lugar de enfrentarlos.
El libro de Connolly no es un informe de fatalidad y desesperanza, sino una guía práctica para abordar un problema ignorado: cómo gestionar el cuidado de nuestros seres queridos y de nosotros mismos a medida que envejecemos. Propone cómo podemos cambiar el discurso cultural sobre el envejecimiento antes de que sea demasiado tarde.
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Los problemas asociados con una población que envejece rápidamente y el edadismo consciente están creando una crisis que solo se acelerará en los próximos años, a pesar de una disminución en la esperanza de vida promedio en los Estados Unidos. Además, el estrés asociado con la prestación de cuidados, que a menudo implica tensiones financieras significativas, aislamiento y, a veces, abuso intergeneracional, plantea problemas considerables.
En una reciente conversación con Connolly, se discutieron los desafíos de cuidar a los ancianos, la falta de recursos y el enfoque equivocado de la sociedad hacia el envejecimiento. Connolly subrayó la importancia de superar nuestro edadismo y prepararnos para la realidad del envejecimiento, tanto en términos de política como en nuestro pensamiento personal. Afirmó que es necesario tener una conversación nacional sobre el envejecimiento, demandar más a los responsables políticos y crear un lenguaje para hablar sobre estos desafíos.
Connolly también señaló la necesidad de sistemas mejorados para evitar abusos por parte de individuos y familiares, y sugirió que se requiere una organización como Cuidadores Anónimos para apoyar a las personas que se ocupan de las complejidades del cuidado de los ancianos.
El libro concluye con una discusión sobre posibles soluciones, tanto a nivel individual como colectivo, para cambiar la forma en que enfrentamos el envejecimiento. Según Connolly, necesitamos dejar de tolerar el edadismo y aceptar que el envejecimiento es una parte normal de la vida que debemos enfrentar en lugar de ignorar. En otras palabras, es hora de una “declaración de interdependencia”.
El envejecimiento de la población es una realidad ineludible y, sin embargo, nos encontramos con un sistema de apoyo a largo plazo insuficiente y a veces aterrador para los usuarios. Necesitamos mejorar la administración de los fondos, la rendición de cuentas e implementar lo que sabemos que funciona. Sin una comprensión clara de cómo se gastan los fondos asignados a hogares de ancianos y residencias de cuidado continuo (más de 100 mil millones de dólares al año), no podemos optimizar estos sistemas.
Nuestra sociedad ha caído en la trampa de creer que podemos seguir recortando servicios sin enfrentar consecuencias. Sin embargo, estos problemas simplemente se desplazan, y terminan siendo manejados por la policía y los fiscales, en lugar de ser abordados de manera preventiva. Necesitamos adoptar un enfoque menos reactivo y más proactivo tanto a nivel social como personal y familiar.
Para esto, es crucial tener las conversaciones difíciles y hacerlo temprano. Debemos reflexionar y discutir cómo queremos que sea nuestra vejez, qué es importante para nosotros, cómo deseamos asignar nuestros recursos y qué roles pueden jugar diferentes miembros de la familia en la planificación y el cuidado. Sin embargo, a pesar de tener estructuras sociales y elecciones que nos llevan a la jubilación, carecemos de un modelo para los capítulos tardíos y prolongados de la vida.
Es fundamental promover una vida significativa y valiosa en la vejez y fomentar la discusión sobre cómo las generaciones más jóvenes pueden planificar y prepararse para estas conversaciones de cuidado. Esto es aún más urgente en las familias de color, donde las mujeres y las personas de color a menudo llevan la carga más pesada.
En medio de todo esto, hay razones para tener esperanza. Necesitamos aprender a hablar sobre estos temas de manera pública. Hay mejores enfoques y formas de abordar estos desafíos, pero no existen soluciones mágicas. Según Steve Cole de la UCLA, tenemos mucho control -del que no somos conscientes- sobre cómo gastamos nuestro tiempo, que es, en esencia, cómo vivimos nuestras vidas. Lo que importa es la conexión y el cuidado de las relaciones que tenemos. El aislamiento y la soledad son perjudiciales para nuestra salud, por lo que es esencial encontrar formas de pasar nuestro tiempo que tengan un propósito para nosotros.
A menudo pasamos por alto que la vejez puede ser un período de exploración y expansión de la conciencia. Es un momento para repensar los grandes misterios del universo y moverse más allá de los límites que normalmente nos imponemos. Necesitamos cambiar la narrativa sobre la vejez y no renunciar a las personas mayores, ya que aún tienen un gran potencial humano.
Los antropólogos nos llaman Homo narrans, es decir, humanos que narran. La forma en que contamos la historia de nuestras vidas define cómo experimentamos nuestro lugar en el mundo. Esto es válido tanto a nivel individual como colectivo. Cómo contamos historias con otras personas es cómo creamos una comprensión compartida del mundo y un sentido compartido de significado en él.
Este artículo es una contribución a la conversación necesaria sobre el envejecimiento en América y brinda esperanza y estrategias concretas para abordar este desafío.
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