‘No es malcriado, es neurodivergente’; ¿cómo entender el TDAH en la infancia?
Tener TDAH no justifica portarse mal, pero tampoco es condena. Es solo un camino distinto que necesita más acompañamiento, estrategias y cariño.
Hoy en día, muchas familias se enfrentan a un diagnóstico que puede parecer una bomba emocional: el Trastorno por Déficit de Atención, con o sin hiperactividad (TDA o TDAH). Para algunos, resulta un alivio porque da respuesta, para otros es angustiante por el miedo al rechazo, etiquetas, etc., y para otros es la moda del momento. “Ay, ahora todos los niños tienen algo, ya nadie aguanta nada”.
¿Qué rayos es la neurodivergencia?
Para entender el TDAH hay que conocer un concepto clave: neurodivergencia. Significa que el cerebro funciona diferente al promedio. Es como tener un sistema operativo distinto: unos corren Windows, otros iOS.
La neurodivergencia incluye: TDaH, Autismo, Dislexia, Tourette, Altas Capacidades Intelectuales; y combinaciones como “TDAH y altas capacidades”, lo que conocemos como doble excepcionalidad.
Existen 3 tipos de TDAH
- Inatento (TDA sin H): Viven en Narnia. Se les olvida la mochila, la tarea, las instrucciones... pero son tranquilos.
- Hiperactivo-impulsivo: Parece que desayunó pilas. Habla sin parar, interrumpe, se levanta, se frustra rápido. Lo reportan porque distrae a los demás, hace ruidos, habla fuerte, no hace caso.
- Combinado: Una mezcla de los dos anteriores.
¿Malcriado o neurodivergente?
La clásica duda: “Este niño no obedece”, “me reta”, “hace berrinche por todo”. Y pensamos: “seguro no lo educaron bien”.
¿Cómo distinguir una u otra? Siempre te voy a recomendar que, ante la duda, lo lleves con especialistas. Es mejor descartar que reparar.
Tenga o no una neurodivergencia, todo niño necesita aprender a regular su conducta. Un niño malcriado no es aquel que tiene dificultades, sino aquel al que nunca se le ha enseñado ni exigido autocontrol, aquel al que no se le ponen límites.
Es muy distinto un niño que no lo intenta, a uno que sí lo intenta, aunque le cueste más.
Esto no significa que no necesiten límites. Al contrario: los necesitan más. Pero necesitan una forma distinta de enseñarlos.
¿Qué pasa en su cerebro?
Pon tu mano en la frente. Ahí está la corteza prefrontal, el gerente general del cerebro. Toma decisiones como si haces la tarea o te echas una siesta, si te aguantas las ganas de gritar o interrumpir.
En el TDAH, esta zona funciona diferente. Y aquí entran las famosas funciones ejecutivas, que están en el prefrontal. Algunas funciones que pueden verse afectadas:
1. Memoria de trabajo:
¿Le pides dos cosas y siempre olvida una? ¿A mitad de camino ya no sabe a dónde iba? ¿Le tienes que repetir lo mismo muchas veces?
2. Inhibición y control de impulsos:
¿Actúa sin pensar? ¿Interrumpe? ¿Empuja para pasar? ¿Grita, canta o dice cosas inapropiadas en ciertos lugares? ¿La maestra está dando instrucciones y él o ella interrumpe con algo sin relación o empieza a hacer antes de tiempo?
3. Planificación y organización:
¿No sabe cómo empezar una tarea? ¿Se frustra si es mucha? ¿Organiza sus ideas de una manera que no parece lógica?
Su cerebro no sabe ordenar: qué va primero, qué va después. Si ve que es mucho, se angustia porque solo ve que es mucho y no sabe cómo dividirlo. Le da ansiedad anticipando el cansancio.
4. Flexibilidad:
Cuando las cosas no salen como espera o le cambian los planes, su cerebro no reacciona con rapidez. Pensar que no saldrá al receso, controlar el impulso y su agobio por el tiempo de espera puede hacerlo explotar.
5. Autorregulación emocional:
Además de todo lo anterior, su regulador emocional es muy extremo. Tantas emociones por gestionar hacen más difícil manejar lo que siente, y parece que sus reacciones son exageradas o manipuladoras.
La voluntad se entrena
En mi libro “Cómo desarrollar hijos fuertes y seguros” hablo de esto con pasión: la voluntad es una fuente de felicidad. Un niño que aprende a dominarse, persistir y decidir con responsabilidad, construye un futuro pleno.
Y eso vale tanto para niños con TDAH como para quienes no. Todos necesitamos fortalecer la voluntad. Sin ella, no hay quien aguante la adolescencia ni quien diga “no” a las presiones.
El TDAH no es excusa, pero tampoco sentencia
Tener TDAH no justifica portarse mal, pero tampoco es condena. Es solo un camino distinto que necesita más acompañamiento, estrategias y cariño.
¡Y qué diferencia hace un adulto que entiende esto!
Un maestro que apoya, una mamá que ofrece una pelotita antiestrés en lugar de gritar, un papá que pone recordatorios en lugar de castigar por olvidar.
Este tema da para mucho café y muchas ideas prácticas. En próximos artículos hablaremos de:
- Crear rutinas sin morir en el intento
- Enseñar autorregulación (sin sermones eternos)
- Motivar sin premios ni castigos vacíos
- Fortalecer la voluntad desde pequeños
Nos vemos en la siguiente entrega. Por ahora, respira, abraza a tu hijo y recuerda: no está roto, está aprendiendo. Y tú también, recuerda que somos un todavía.
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