'Aunque el mundo esté cerca del fin, yo continuaré narrando', Lídia Jorge

Artes
/ 31 agosto 2020

La autora portuguesa, premio Feria Internacional del Libro de Literatura en Lenguas Romances 2020, habla sobre el realismo brutal que caracteriza su obra, entre otros temas que aborda

CIUDAD DE MÉXICO.- Considerada la narradora viva más importante de su país, muy reconocida en Europa pero poco conocida en el mundo de habla hispana, Lídia Jorge encabezará el cartel literario de la FIL que se realizará del 28 de noviembre al 6 de diciembre, pues a decir de Raúl Padilla la feria se hará presencial aunque señaló que a finales de septiembre tomarán una decisión definitiva y Sharjah definirá de qué forma será su presencia como Invitado de Honor.

En entrevista con El Universal desde Portugal, vía correo electrónico, con la traducción de Alma Miranda, la autora de “Los memorables”, “Estuario” y “La costa de los murmullos” que celebra a escritores como Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Octavio Paz y José Emilio Pacheco, habla de las mujeres, un tema central de su obra al igual que la migración, la pandemia y “Misericordia”, obra en la que trabaja y ha nacido de sus reflexiones sobre esta emergencia sanitaria y de la muerte de su madre, en abril, víctima de Covid-19.

El jurado destacó su "realismo brutal" ¿su literatura es brutal porque parte de la forma en que la Historia afecta la vida de los seres humanos? La literatura, como otras artes, busca sumergirse en las profundidades de los comportamientos humanos. A mí me interesa, en una sociedad que fue clasificada por el antiguo dictador Salazar como de “blandas costumbres” poner al desnudo lo que esa blandura esconde de injusticia frente a los más débiles, villanía e indiferencia por la suerte de la vida humana. La narrativa ficcional permite desvendar los conflictos interiores, destapar los secretos perversos, denunciar la represión. Pero este mundo que envuelve brutalidades de diverso orden no pasará si no hay sutileza, propiedad, es decir, si cada página no se candidata a un estatuto de belleza. En el pasado, fue así que de las brumas de las campañas napoleónicas surgió “La cartuja de Parma”. 

¿Cuál es la apuesta de su literatura, tocar los corazones, sensibilizar sobre las tragedias, intentar que los errores de la humanidad no se repitan? Entiendo que me está preguntando que identifique el motor que hace rodar mi escritura, esa causa profunda que tenemos muchas veces dificultad en nombrar. Siempre lo intento, y siempre me parece que no sé responder completamente, pero creo que lo que me mueve es un gran deseo de armonía. Si a veces la vida parece un bote de basura tirado en el suelo, como decía Agustina Bessa-Luís, yo intento recoger fragmentos y, al unirlos, ofrecer una lógica en las páginas que en la vida es difícil de encontrar. Al mundo real yo deseo añadirle otro mundo que reclame la felicidad que no tenemos, la fraternidad que no construimos. Pero es necesario saber hacerlo, porque en la literatura el mal no se opone al bien, eso ocurre en los libros de autoayuda. En la literatura el mal se opone a la belleza.

¿Es una cronista de la vida de Portugal?, ¿la voz de quienes han luchado y perdido, de los desprotegidos? Sí, por temperamento, urgencia, trayectoria biográfica, decidí ser cronista del tiempo que pasa. En ese espacio que se abre a lo imaginario encuentro muchos motivos. Tantos, que no me sobra vida para tanto asunto. La verdad, mientras en la segunda mitad del siglo XX Portugal aún se presentaba como cabeza de un imperio, su pueblo era un pobre mendigo con la mano extendida. Pasaron más de cuatro décadas después del paso de esa ilusión a la democracia. Ha sido duro, pero el país casi cambió radicalmente. En una sociedad que realiza estos saltos brutales, la vida de las mujeres y de los hombres se juega en escenarios estrechos. Escribir sobre estas contingencias reporta la historia de un pueblo, pero al mismo tiempo termina por tocar en lo que es esencial para la humanidad. Nunca he tenido temor de lo local, porque somos diferentes en tanto que habitantes de los territorios sociales, pero al mismo tiempo somos semejantes en las ansias más profundas de nuestras vidas. Fue lo que hicieron Juan Rulfo o Cortázar.

 

Las mujeres y los jóvenes son personajes que le interesan ¿ellos cambiarán el mundo? No quiero imaginar un mundo que separe clases, géneros, generaciones. Las sociedades avanzan en conjunto, pero no puedo dejar de tener esperanza en los cambios que los jóvenes van a introducir en las sociedades futuras [...] Ellos tienen sobre su cabeza el precio de la amenaza de un apocalipsis real. Ellos van a tomar en sus manos su futuro inclusivo. [...] Como mujer, me parece que aún no hacemos verdaderamente la diferencia, pero vamos a tener que hacerlo.

 

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