Usan animales robóticos como terapia para la soledad en ancianos de EU
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La residencia Palace Gardens, en la ciudad de Homestead (sur de Florida), decidió hace un año adoptar como terapia para residentes con enfermedades como el Alzheimer un gato y un perro robóticos con apariencia real.
El ronroneo de un gato robot y el suave ladrido de un perro de la misma clase han convertido en una eficaz terapia para aliviar la ansiedad y soledad de los inquilinos de una residencia de la tercera edad en el estado de Florida.
La residencia Palace Gardens, en la ciudad de Homestead (sur de Florida), decidió hace un año adoptar como terapia para residentes con enfermedades como el Alzheimer un gato y un perro robóticos con apariencia real.
Esta medida ha resultado ser beneficiosa para los más de 90 residentes de este centro, algunos de los cuales ya cuentan hoy con sus propios animales artificiales, comprados por sus familiares.
"Mi madre tiene demencia y es difícil para ella articular lo que quiere decir. Se siente nerviosa y frustrada. Cuando le dimos uno de estos animales se calmó inmediatamente", asegura Barbara Brunet, hija de una de las residentes.
Al ver la "magnífica" reacción de su madre, Barbara decidió comprar un gato y un perro robóticos para que su madre pudiera centrar "toda la atención en el animal", y familiares de otros residentes en Palace Gardens siguieron su ejemplo.
Comprobó enseguida el efecto tranquilizador: "el gato ronronea, y ella lo sujeta y lo abraza. Se siente mucho mejor, la excitación se va enseguida. No se si mi madre se piensa que es un animal real", se cuestiona.
A media mañana, en una de las salas de este centro, un grupo de residentes en corro centran la atención en una pelota de grandes dimensiones que tienen la misión de atrapar y pasar a otro compañero.
En la sala de al lado, en cambio, el escenario es más calmado: los residentes se sientan alrededor de mesas donde entre objetos sensoriales y rompecabezas reinan ahora perros, gatos y muñecas que acaparan el interés de muchos de ellos, y a los que se aferran bien fuerte.
Un aura de delicadeza invade la sala, mientras dos mujeres acarician a un gato de pelo gris que mueve la cabeza con una intensidad proporcional al estímulo que recibe.
Sus miradas no se despegan de ese pelo gris y su rostro complaciente se combina con caras de sorpresa cada vez que el gato emite algún sonido o hace un movimiento más brusco de lo normal.
Aunque la cara de sorpresa es aun mayor cuando, al no ver a los animales durante un rato, las terapeutas vuelven a ponerlos sobre la mesa.
"Cada vez que los ven se sorprenden. Les aporta ese sentimiento de sorpresa", afirma Jennifer Almodóvar, terapeuta y directora de las actividades de tratamiento de la memoria del centro.
Los perros, que tienen la apariencia de Golden Retrievers, también responden al sonido y al tacto, y al acariciarlos se dan la vuelta y ladran, además de tener un latido simulado.
"Hay muchos momentos en los que algunos residentes se ponen nerviosos e inquietos, pero cuando les traemos los gatos y perros se calman, y tienen algo en lo que centrarse", asegura la terapeuta.
A su juicio, "es como si volvieran a tener esa compañía que un día tuvieron a lo largo de su vida”.
Del mismo modo que con los animales, en esta sala también se reviven sentimientos ahora olvidados, en este caso el instinto maternal, gracias a muñecos en forma de bebés.
"Muchos de los residentes tuvieron hijos en su día. Cuando ven a los muñecos, inmediatamente tienen ese instinto de cuidarlos y sólo quieren agarrarlos", asegura Almodóvar.
Si la terapeuta sujeta del revés a alguno de estos muñecos, más de un residente pondrá el grito en el cielo: "¡Cuidado que le harás daño!”.
Sin necesidad de limpiarlos y llevarlos a pasear, "cosa que los residentes no podrían hacer", estos animales robóticos, así como los muñecos, hacen más placenteras las horas de estas longevas personas del sur de Florida.