La historia de un matrimonio de intelectuales unido por el amor al arte y a Saltillo
Eduardo L. Fuentes y María Guadalupe de la Fuente fueron mentes inquietas que dejaron testimonio de la sociedad de su época
“En Saltillo el que no es poeta hace cajeta”. Mucho tiene de cierto este dicho popular. Esta tierra tiene un no sé qué que ha inspirado a muchos. La mismísima Erató, si pudiera, quedaría sorprendida por las decenas de poetas que ha dado Saltillo. Hoy recordamos a una pareja de intelectuales que dejó un importante legado poético y pictórico, el matrimonio formado por Eduardo L. Fuentes y María Guadalupe de la Fuente.
FUENTES Y MÁS FUENTES
Eduardo L. Fuentes de la Fuente. Dramaturgo, poeta, educador, cronista, periodista, nació en Saltillo el 18 de octubre de 1896, hijo de Eduardo Fuentes Ramos y María Telésfora de la Fuente del Bosque, contrajo matrimonio con María Guadalupe de la Fuente Rumayor, originaria de Arteaga, Coahuila.
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Por ningún lado encontré el significado de la letra L, es decir la abreviatura del segundo nombre de Eduardo, su nieto Eduardo Fuentes Velazco me contó que su abuelo se antepuso la letra ele, para diferenciarse de un antiguo bandido de la región del mismo nombre y para no ser confundido.
TRAYECTORIA DE UN AUTODIDACTA
Cuando contaba con poco más de 20 años de edad, se trasladó a la localidad de El Cobre, hoy llamada Aranzazú, municipio de Concepción del Oro, Zacatecas, hoy convertido en pueblo fantasma, asentado a 2 mil 627 metros de altitud, donde hoy en día, solo quedan tres habitantes, pero es sí, lleno de leyendas y espíritus merodeadores.
Ahí Eduardo L. Fuentes trabajó como maestro en la escuela de una empresa minera que proporcionaba la educación básica a sus trabajadores. Tal vez este mágico lugar construido de adobe y cantera fue una de las tantas fuentes de inspiración del poeta saltillense.
En la década de los años 30 se fue a radicar a Monterrey, Nuevo León, donde comenzó a colaborar en el periódico El Porvenir, años más tarde hizo lo mismo en el diario El Norte de la misma ciudad.
Paralela a su carrera como periodista empezó a escribir y publicar piezas dramáticas de manera regular. A su regresó a Saltillo, en la época de los años 50, ya con cierta madurez literaria como dramaturgo y poeta, se afilió a la Asociación de Escritores y Periodistas de Saltillo, nicho propicio y un medio perfecto que alentó su alta producción literaria.
OBRAS DE EDUARDO L. FUENTES
En el libro Crónica de la Cultura de Coahuila de Federico González Nañez, editorial Nueva Imagen, 1975, de manera extraña el autor no reproduce datos biográficos, ni hace referencia alguna al trabajo de este autor, solo hace una lista las obras literarias que aquí enlistamos: Oraciones Rojas, Cantos y Cuentos, los dos de poemas; La Virtud del Pecado, comedia en tres actos; Poemas Olvidados, El Vaso del Verso y Citanjali, ambos paráfrasis de Rabindranath Tagore; poeta y escritor galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1913.
Además de Dame un Hijo, comedia en tres actos; Reo, un monólogo; Mi Mamá es una Señorita, comedia en tres actos; Laura la de Acuña, pieza dramática en tres actos; Guardiola, Bodas de Plata, del autor, poemas del autor, poemas de poetas de España y Latinoamérica con respuesta poética del autor.
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A la lista se suma Mujeres de México, alegoría escénica; Cómo Volvieron al Paraíso, drama; Marineros sin Rumbo, sonetos de un libro de Miranda Ortiz, de Nueva York, Estados Unidos; Del Nombre de la Estrella y de la Rosa, a manera de glosa de un libro de Luis Molina Santaolalla de Madrid España; Una Luna Nueva, otra paráfrasis de Rabindranath Tagore.
Sus obras de teatro fueron escritas y puestas en escena por las compañías de teatro de Virginia Fábregas y de las hermanas Blanch.
Como periodista trabajó en los periódicos El Sol del Norte, El Heraldo y El Diario, con la columna “Este Saltillo”, donde escribió por muchos años cuestiones de cultura y acontecimientos sociales de la ciudad, aunque no se pudo precisar en qué años se desempeñó como cronista de la ciudad.
LOS AÑOS DE ESFUERZO
La pareja de Fuentes y de la Fuente tuvo que trabajar en otra cosa, ya que la cultura no daba para comer y en los años 50 iniciaron un negocio por la calle de Aldama número 380, al que llamaron La Flor de Lis
Ahí vendían vestidos y ajuares de novia, y en los últimos años vendieron una especie de boina que importaban de Valencia, España, prendas usadas en varios colegios de la ciudad. La venta de estos artículos permitió cierta prosperidad a la pareja, que aprovechó para viajar.
En la tienda don Eduardo, siempre pegado a un libro; se encargada de la caja y solo interrumpía la lectura para cobrar y dar cambio, una vez terminaba regresaba a la lectura.
Cultivo muchísimas amistades con importantes poetas y escritores de España y Latinoamérica, que conoció en muchos de sus viajes y mantuvo casi hasta el final estrecha comunicación con todos, regularmente intercambiaba sus trabajos, aquí parte de ellos: Odilio González, de Cuba, los argentinos Juan Osvaldo Terrasan Casero, Vizconde Montemayor, Juan Bautista Sprumont, Palmira Reale Arcos, Lía Marquetti Berdiñas. De Venezuela Jean Aristeguieta, el brasileño Eno Theodro Wanke, los peruanos, Amparo Baluarte y Luis Coahayla, el sevillano José Luis Oterino y los mexicanos María Teresa Mondragón de Uribe y Francisco Bernal, entre muchos otros.
SOBRE SU COMPAÑERA
María Guadalupe de la Fuente Rumayor no tuvo una formación como pintora, sin embargo desarrolló su propia técnica, adquirió un estilo propio en el arte de la pintura y cuando había tiempo daba rienda suelta al pincel.
Sus trabajos están llenos de color y detalles, los temas principales son los paisajes y bodegones, fue hábil con sus manos, para su negocio elaboraba coronas de novias con migajón de pan y hacía adornos y muñecos de cerámica que comercializaba en su local de Aldama.
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Para hacer honra al dicho que mencionamos al principio de este relato, otra de sus habilidades fue la cocina, su especialidad fue la cajeta, particularmente la de membrillo, gustaba también preparar platillos de la gastronomía española, paellas, fabadas, cocidos.
LA CASA DE LOS ABUELOS
Hombre de gran disciplina y metódico al extremo, su nieto Eduardo Fuentes Velazco recuerda cuando visitaban de niños la casa de sus abuelos, “todo era seriedad, no se podía gritar ni correr, a la hora de sentarse a comer era sumamente estricto, nada de codos en la mesa y había que comerse todo”, comentó con añoranza Eduardo.
Eduardo L. Fuentes murió en 1977, años más tarde su esposa María Guadalupe. Para quienes no lo conozcan, en la biblioteca del Archivo Municipal de Saltillo se encuentran muchos de sus libros, seguro les va a gustar las obras de este valioso personaje saltillense. saltillo1900@gmail.com