El saltillense que lo dio todo para que existiera la UAAAN
Antonio Narro tuvo buenas intenciones, una iniciativa y la fortuna para concretarla. Murió dos meses luego de legar su patrimonio al estudio, pero casi un siglo después su idea inicial sigue vigente
¿Donarías tu patrimonio para que las personas pudieran estudiar? José Antonio Narro Rodríguez lo hizo para crear una escuela, misma que el próximo año cumplirá un siglo de existencia: Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro (UAAAN).
No es arriesgado decir que hablamos de uno de los personajes saltillenses que más ha tenido amor por sus tierras y su gente. No son solo palabras, sus acciones lo demostraron.
Nació el 4 de febrero de 1840 en el rancho “Los Narro”. Sus padres: Antonio Narro García y María del Carmen Rodríguez.
Quedó huérfano muy pronto, al año de vida. Por eso, sus tres hermanos se encargaron de su crianza. Entre ellos Trinidad, quien se casó con el acaudalado Enrique Mass. Ambos son personajes clave en esta historia.
Antonio cursó la primaria en Saltillo. Luego, con el apoyo de Trinidad y Enrique viajó a Europa y a Estados Unidos para estudiar agricultura y teneduría de libros, (contabilidad de un negocio).
Pero el enriquecimiento que tuvo en conocimiento no se interpuso ante el llamado de sus tierras mexicanas. ¿Tú volverías?
Él lo hizo. A su regreso trabajó en haciendas de la Comarca Lagunera, se dedicó al cultivo de algodón y recorrió Zacatecas para la expropiación de minas.
Su trabajo y experiencia le permitieron crear una fortuna, que ante notario, rebasaba los 70 mil pesos de la época.
Para dimensionar el monto, Darío Saucedo, miembro de la Asociación de Cronistas e Historiadores de Coahuila, explica que con 50 pesos de aquella época se podía comprar una tonelada y media de maíz. Hoy, para adquirir esa misma cantidad del grano serían necesarios 14 mil pesos aproximadamente.
Si hacemos la conversión, la cifra es exorbitante, hablaríamos de más de 19 millones de pesos.
Pero al tema de los dineros llegaremos más adelante.
Antes, hay que saber que los primeros intentos por enseñar agricultura en México se remontan a los años 30 del siglo XIX.
Y aunque ya había por lo menos tres escuelas en el país impartiendo clases, fue hasta 1882 cuando se expidió un decreto nacional para crear la carrera de Ingeniero Agrónomo. El plan de estudios se cubría en siete años.
La idea de que más personas contaran con las posibilidades de aprender sobre la agricultura, se apoderó de Antonio Narro.
Cuando finalmente volvió a Saltillo, compró en 20 mil pesos la Hacienda de Buenavista, que entonces le pertenecía a su cuñado Enrique. Fue entonces cuando se dedicó por completo a la agricultura.
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Hasta el último peso
Ahora sí, hablemos de dinero, testamentos y proyectos.
El 10 de julio de 1912, Antonio dictó en su testamento que legaba su fortuna, incluida la Hacienda Buenavista, para el establecimiento de una Escuela de Agricultura.
Antonio no tenía herederos, permaneció soltero. Casado solo con una idea: que México contara con los agricultores capacitados que necesitara y que tuvieran un trabajo digno.
La iniciativa de fomentar la educación la compartía también su hermana Trinidad, quien ya viuda, el mismo año de 1912 pero el 2 de mayo, apuntó en su testamento que destinaría su capital para el establecimiento de una institución: Escuela de Artes y Oficios.
Trinidad murió dos días después de dictar su última voluntad. Sobre sus bienes, eran mayores que los de Antonio. Trinidad donó 558 mil 619 pesos de la época.
En el caso de Antonio, falleció el 24 de septiembre de 1912 en San Antonio, Texas. A los 72 años, dos meses después de emitir su testamento.
Tres días más tarde, sus restos fueron enterrados en el Panteón Santiago, al poniente de Saltillo. Le faltó vida para ver que casi 10 años más tarde su idea sería real.
Ambos legados quedaron en manos de Francisco Narro Acuña, primo de los hermanos Narro. En calidad de albacea de los patrimonios, realizó estudios, gestiones y obtuvo acuerdos para destinar las dos fortunas a un solo gran proyecto, que cumpliera tanto con la voluntad de Antonio como con la de Trinidad.
El 14 de marzo de 1919 se aprobó que se fusionaran los patrimonios con el objetivo de crear la Escuela de Agricultura de Coahuila con el nombre de Antonio Narro.
Tal fue la administración de las fortunas, que para 1922 ya eran más de 860 mil pesos de ese entonces.
Pero tranquilos, no se dejó fuera la voluntad de Trinidad. Para cumplir con ella, se determinó que la Escuela de Agricultura tendría un departamento de Artes y Oficios.
Del deseo al hecho
Los terrenos estaban listos, eran cuatro mil 500 hectáreas de la Hacienda Buenavista. Las que antes eran habitaciones, se ampliaron para ser salones de clase. Se construyó el edificio conocido como “La Glorieta” y se remodelaron fachadas.
Ya se tenía la autorización y el reglamento dado por la Secretaría de Agricultura y Fomento para las Escuelas Granja. Fueron 20 meses en los que la Junta Directiva afinó los preparativos.
Por fin, 11 años tras la muerte de Antonio Narro, el 4 de marzo de 1923 y con solo cinco alumnos, inició sus labores la Escuela Regional de Agricultura Antonio Narro.
Si bien en el transcurso del año escolar se sumaron otros 17 alumnos, los que pasaron a la historia por ser los estudiantes fundadores son: Jesús Rodríguez, Raúl Cárdenas, Roberto Farías, Narciso Neira y Enrique Casas López.
Y sobre las materias, entre otras, se impartía: Aritmética; Álgebra; Dibujo; Geografía; Español; Francés; Inglés; Física; Química; Historia Natural; Botánica; Zootecnia; Agronomía; Fitotecnia; Agrimensura; Patología Animal y Vegetal...
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Desde entonces, a casi un siglo de distancia, la universidad ha cambiado de nombres pero nunca sin Antonio Narro, nacieron “Los Buitres”, se hicieron remodelaciones y se abrieron nuevas carreras.
La historia cuenta a una primera mujer egresada (1952) y la primera mujer docente: María Elena Jiménez Lozano y Mae Narro de Dunne, respectivamente.
El paso de las décadas le ha dado a la universidad huelgas y disputas, pero también la fortaleza para superar crisis económicas, guerras y hasta una pandemia.
De todos esos detalles hablaremos en otra ocasión. Lo cierto es que mientras exista la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro, junto con ella se mantendrá viva la memoria de un hombre al que no le dolió despojarse de todo para impulsar a la educación.
*Con información de Arturo Berrueto González, Archivo Histórico UAAAN, y Archivo Municipal de Saltillo.
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