Historia de Juan Landín, el auge y la ruina de un visionario que cambió Saltillo
El gallego Juan Landín se distinguió como un regidor activo y polifacético, involucrado en áreas administrativas, fiscales y judiciales. Su constante participación en demandas y disputas legales ostentó un perfil tanto de gestor público como de empresario que protegía y buscaba acrecentar sus intereses.
Los abundantes registros que hay sobre Landín, reflejan un manejo complejo de recursos y un rol destacado en la economía y justicia de la villa de Santiago del Saltillo durante la segunda mitad del siglo 18.
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Para entender un poco sobre este personaje, es necesario remontarse a inicios del siglo 18, cuando mucha gente de Galicia emigró a otras partes debido a una combinación de factores económicos, sociales y políticos, entre ellos: Una crisis económica que duró decenas de años, la economía gallega estaba basada principalmente en la agricultura, la tierra era escasa y de baja productividad.
Esto provocó condiciones de vida difíciles, hambre y pobreza, Galicia carecía de una industria desarrollada y de oportunidades económicas, lo que obligó a muchas personas a buscar una vida mejor en otras regiones de España y el extranjero, por último, las oportunidades en el Nuevo Mundo, muchos gallegos decidieron emigrar hacia territorios americanos en busca de tierras, riquezas y una vida mejor.
DEL ORIGEN ESPAÑOL
En la antigua y modesta villa de Portonovo, ubicada a tan solo 20 kilómetros de la ciudad de Pontevedra, en la hoy comunidad autónoma de Galicia, España, nació Juan Landín Gómez en 1723, hijo de Antonio Landín y Agustina Gómez.
Por aquel entonces, Portonovo era apenas un pequeño enclave habitado por un puñado de familias, cuya vida giraba en torno a la pesca, en una región donde la conexión con el mar definía la supervivencia. Ubicada en la desembocadura de la Ría de Pontevedra y bañada por las aguas del Atlántico, en aquel entonces el hambre y el trabajo duro eran el pan de cada día.
LOS PUERTOS: LA ESCUELA PARA LA VIDA
Con apenas 12 años Juan Landín, abandonó su tierra natal y se dirigió en compañía de su hermano Antonio al puerto de Cádiz, donde hizo mansión, es decir, radicó por espacio de cuatro años.
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De ahí se embarcó para la Nueva España en el navío nombrado Nuestra Señora de Loreto, comandado por el capitán don José Casa Madrid, llevando a bordo no solo mercancías y pasajeros, sino también las esperanzas de un joven que dejaba atrás todo lo conocido.
Tras semanas de navegación, la embarcación atracó en Veracruz. Para Landín, aquel puerto representaba una tierra llena de esperanzas, permaneció durante seis meses, la ciudad portuaria que conectaba el viejo mundo con el nuevo permitió a Landín hacer contactos por la constante llegada y salida de buques con mercancías que cruzaban el Atlántico.
Sin embargo, su espíritu inquieto lo llevó a embarcarse de nueva cuenta, esta vez viajó a Nueva Orleans, un verdadero paraíso para comerciantes, a ese puerto llegaban productos de muchas partes, todo tipo de mercancías se traían de manera ilegal a la Nueva España.
Durante tres meses convivió con mercaderes, colonos y marinos, absorbiendo cada detalle de aquel enclave único. De Nueva Orleans pasó al Real Presidio de Nuestra Señora del Pilar de los Adaes, primera capital del territorio de la Texas española, un lugar muy pequeño, donde por lo menos se hablaba castellano, ahí pasó nueve meses, conoció a Prudencio de Orobio y Basterra, un comerciante, terrateniente y militar español, quien ejerció como gobernador interino de Texas entre 1737 y 1741 y posteriormente como alcalde de Parras.
Sin duda fue Orobio quien le habló a Landín sobre las oportunidades que ofrecía Saltillo. Motivado por estas perspectivas, Landín se trasladó a la Villa del Saltillo en 1741, donde finalmente se estableció.
DE LA VIDA FAMILIAR
No sería hasta 1753, a los 31 años, cuando decidió contraer matrimonio con María Josepha Zendeja y Llanas Ramos, tres años más grande que él, doncella proveniente de una rica familia de Saltillo. Un año después nació su hijo Juan Joseph Landín Zendeja, Por desgracia Landín sufrió la pérdida de su primogénito y para colmo de males en 1767 sufrió la muerte de su esposa. A los 53 años contrajo segundas nupcias con doña Catalina Sánchez Quintanilla, con quien tuvo seis hijos, aunque, solo tres sobrevivieron.
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En Saltillo, junto a su hermano Domingo, estableció una tienda en la esquina del callejón de Propios, hoy calle de Juárez, esquina con la calle que después se le conoció como Landín, hoy calle Allende. Los hermanos Landín fueron conocidos por su habilidad para los negocios, lograron forjar una posición destacada en la comunidad gracias a su dedicación al trabajo.
CARRERA EN ASCENSO
La figura de Juan Landín se alzó como una presencia destacada en la vida pública de la villa de Santiago del Saltillo, desempeñándose como regidor y alcalde en múltiples ocasiones entre 1753 y 1791. Su actuar como funcionario, comerciante y juez lo convirtió en un personaje central de su época.
El primero de junio de 1756, Juan Landín es nombrado administrador del Real Estanco de naipes del partido de la Villa del Saltillo y Santa María de las Parras. En 1764, con apoyo de la familia de su esposa, asumió el puesto de Regidor Ejecutor del Cabildo, una posición que la familia de su mujer había mantenido, comprando, desde 1735.
Durante más de tres décadas, Landín ocupó una posición destacada en la región. Para 1780, su prestigio e influencia política estaban firmemente establecidos, lo que le permitió desempeñarse como Alcalde Ordinario. Su reputación era tan sólida que llegó a ofrecer 16 mil pesos para adquirir el cargo de gobernador de la provincia de Coahuila, una práctica habitual en la época colonial, aunque finalmente no consiguió el puesto.
FIGURA EN TODOS LOS EVENTOS
Desde sus primeros años en el cabildo, Landín se mostró como un hombre de acción. En agosto de 1757 asumió la responsabilidad de gestionar los bienes de su difunto hermano, Domingo Landín, evidenciando su interés por salvaguardar el patrimonio familiar. Su carácter competitivo se dejó ver en 1761, cuando presentó una queja al cabildo por no habérsele otorgado el abasto de carne, a pesar de haber ofrecido condiciones superiores a su contrincante.
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Los litigios y disputas marcaron buena parte de su carrera. En 1762, demandó a Juan Joseph González por una deuda de más de 300 pesos y enfrentó acusaciones que lo obligaron a demostrar su autoridad como comisario del Real Estanco de Pólvora. En los años siguientes, Landín se convertiría en protagonista de múltiples pleitos judiciales, ya fuera como demandante o como administrador de bienes y recursos, dejando entrever su habilidad para navegar en los terrenos legales y políticos.
En su papel como regidor y administrador del Real Ramo de Alcabalas, Landín tuvo la misión de recaudar impuestos, tarea que a menudo lo llevó a conflictos con comerciantes y terratenientes. Su papel como intermediario financiero también lo situó como acreedor en numerosas demandas, reclamando sumas que variaban desde decenas hasta miles de pesos. Entre las más significativas destaca una hipoteca en 1769, en la cual Luisa de los Santos Navarro, viuda de Buenaventura Farías, comprometió medio día de agua y tierras de labor a favor del regidor.
Pero su labor no se limitó a lo administrativo. Landín también desempeñó funciones de juez fiel ejecutor, embargando bienes de quienes adulteraban aguardiente o inspeccionando pesas y medidas para garantizar la justicia comercial. En este contexto, sus decisiones no siempre estuvieron exentas de polémica. En 1785, fue acusado de vender tierras del agostadero de Santa Margarita de Palomas, enfrentándose a la oposición de vecinos preocupados por la explotación de sus recursos.
A pesar de las múltiples controversias, Juan Landín se mantuvo como un personaje influyente en la vida de Saltillo hasta su última etapa como regidor. Su labor, aunque divisiva, reflejaba las complejidades de la política y economía novohispana. Hoy, su legado se encuentra plasmado en los documentos que narran su vida y acciones, testimonio de un hombre cuya historia es inseparable de la villa del Saltillo que ayudó a gobernar.
SOLIDARIDAD Y RUINA
Juan Landín no se dedicó solo a sus propios intereses, sino que también brindó apoyo a sus paisanos. Gracias a su ayuda, tres gallegos lograron establecerse en la villa del Saltillo: don Rafael Martínez de Abal, don José Pereyra de Castro y su sobrino, Francisco José Pereyra. Junto a ellos formó una sociedad que, irónicamente, lo llevaría a la ruina. Prestó su capital a Martínez de Abal, quien jamás le reembolsó la deuda, lo que obligó a Landín a interponer una demanda en su contra, aunque sin éxito.
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Landín no se rindió y volvió a trabajar para reconstruir sus negocios mientras impulsaba la demanda. Ante esta situación, en 1790 Landín recurrió a un préstamo de su paisano Pedro González de Noriega. Sin embargo, para finales del siglo 18, su salud y energía estaban mermadas por la edad y la enfermedad. Incapaz de saldar su deuda con Noriega y con su demanda contra Martínez de Abal estancada, comenzó a perder sus propiedades, culminando con el remate de su hacienda de la Concepción en 1794.
Para finales del siglo 18, Juan Landín había perdido casi todo su patrimonio, falleció en el mes de abril de 1796. Debido a la precaria situación económica, los funerales que había dispuesto en su testamento no pudieron realizarse, ya que suponían un gasto imposible de asumir. Su cuerpo fue velado en la parroquia de Santiago, que en ese entonces aún se encontraba en construcción, hoy Catedral de Santiago. Su mayor equivocación fue confiar su fortuna a personas que terminarían dándole la espalda.
EL LEGADO
La vida de Juan Landín Gómez ha quedado marcada por su carácter emprendedor, su capacidad de adaptación y su espíritu aventurero. Desde las costas gallegas de Portonovo, donde aprendió las primeras lecciones de la vida, hasta los desérticos valles de Saltillo, su historia es un testimonio de valentía y determinación de aquellos emigrantes que, impulsados por la necesidad y el deseo de un futuro mejor, cruzaron mares, recorrieron tierras inhóspitas y superaron innumerables desafíos en su búsqueda de un nuevo hogar.
Así, la memoria de Juan Landín Gómez permanece como un ejemplo de superación y esfuerzo, representando a toda una generación de gallegos que, como él, dejaron su tierra natal para construir un legado en tierras lejanas.
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Con el paso del tiempo, Juan Landín se ha convertido en una de las figuras más destacadas del Saltillo colonial. Su historia sigue viva gracias a la extensa información que hay sobre él, la colonia que lleva su apellido y la leyenda del fantasma que habla sobre un sacerdote sin cabeza que aparece por la noche en la Capilla de la ex hacienda de la Purísima Concepción, mejor conocida como capilla de Landín.
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