General Victoriano Cepeda, una calle de historia viva en Saltillo

Saltillo
/ 18 enero 2025
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Transformaciones, personajes ilustres y un legado cultural único forman parte del recorrido histórico por esta vía, antes conocida como Real de Santiago

La antigua calle Real de Santiago, conocida como general Victoriano Cepeda desde el año 1916, está cargada de historias y memorias que dan vida a esta emblemática vía de la ciudad.

En una vieja casona situada en la esquina noreste, en el cruce de esta calle con la de Juárez, una placa de mármol nos recuerda el cambio de nombre que marcó una nueva era.

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Aquel sitio fue testigo de importantes transformaciones: primero albergó una tienda de abarrotes llamada Los Tres Mosqueteros; más tarde, se convirtió en la Botica San Francisco, establecida por el farmacéutico Jesús Gil Peña.

Justo en la contraesquina, estuvo otra botica, llamada Guadalupe, que rivalizaba por el mercado de remedios y medicinas, coexistiendo así en una competencia que se volvió parte del paisaje cotidiano por algunos años.

$!El edificio Coahuila solo permanece en el recuerdo, por su corta existencia.

COMERCIANTES Y VECINOS ILUSTRES

En el antiguo número 256 de esta calle vivía un famoso médico cirujano, Pascual Amarillas, cuyo trabajo destacó en la comunidad. Más adelante, en el número 232, se encontraba la casa de don Francisco de la Peña, quien por muchos años trabajó en la reconocida Botica de San Luis.

Esta botica, propiedad del estadounidense Juan Carothers, estaba situada en los Portales de la Independencia, frente a la Plaza de Armas.

En el número 219 la historia cobra un tinte artístico. Allí se encontraba un verdadero museo particular. En esa casa habitaron las pintoras María y Eloísa de la Peña, alumnas del maestro Rubén Herrera.

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Sus obras adornaban las paredes del zaguán y de otras habitaciones, entre las que destacaban: “El viejo Mesón de la Palma”, “La Alameda Zaragoza”, “Las Ruinas de la Fábrica de Arizpe”, un retrato de su hermano Ramón y un sinfín de estampas del viejo Saltillo. Cada pincelada inmortalizó escenas y emociones que hoy nos hacen preguntarnos dónde quedaron esas obras o si aún existen.

En este mismo barrio vivía otra talentosa pintora, Angelita Cordero de la Peña, conocida por sus paisajes.

DE LAS MEMORIAS Y DEL LEGADO

Siguiendo hacia el sur de la calle se encontraba la casa de don Emilio Mora, encargado de la imprenta del Gobierno de Coahuila. En ese lugar, su hijo Jesús abrió una paletería llamada La Reina, que pronto se convirtió en un punto de reunión para los niños.

Más adelante, en la esquina con el callejón Caracol, en el número 443 vivía don Mariano Fuentes Narro, un hombre de gran seriedad y acrisolada honradez. Junto con su esposa, doña Felipa Flores Galindo, estableció una fábrica de pastas alimenticias, además de elaborar cajetas y jaleas que ayudaron a dar fama a nuestra ciudad.

Don Mariano Fuentes fue abuelo del cronista de la ciudad, don Armando Fuentes Aguirre, mejor conocido como “Catón”. En 1997, gracias a un encuentro con el entonces Presidente de México, Ernesto Zedillo, “Catón” logró la concesión de una radiodifusora cultural: Radio Concierto. Este regalo para la ciudad ha sido un bastión cultural que, dentro de dos años, celebrará tres décadas de transmisiones ininterrumpidas.

$!La placa que nos informe que en general Cepeda vivió el marqués de Aguayo.

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La labor emprendida por “Catón” y su familia han hecho de esta estación radiofónica un verdadero hito en la promoción de la cultura.

En la esquina de General Cepeda y Ateneo existió un edificio de gran valor histórico. En sus inicios fue sede del Convento Franciscano; posteriormente se convirtió en el Colegio Josefino y, más tarde, en el Ateneo Fuente. Este edificio albergó al Ateneo hasta 1933, cuando el gobernador Nazario Ortiz Garza ordenó la construcción de un nuevo edificio en lo que entonces eran las afueras de la ciudad, en la confluencia de las carreteras hacia Monterrey y Piedras Negras.

SIN RUMBO CLARO

El antiguo inmueble del Ateneo Fuente, al quedar desocupado, enfrentó un destino incierto. El gobierno le asignó diversos usos a lo largo de los años, incluyendo servir como oficinas de centrales obreras.

En 1957 surgió la ambiciosa idea de demolerlo para construir un moderno edificio que albergaría la naciente Universidad de Coahuila. El proyecto no prosperó para la universidad y el nuevo edificio, Coahuila, fue destinado para la burocracia estatal.

DEL EDIFICIO COAHUILA

El paso del tiempo y la falta de mantenimiento cobraron factura, dejando al inmueble en un estado de abandono. Hace algunos años, las autoridades decidieron derribarlo y reemplazarlo por una plaza pública, que hoy conocemos como la Plaza Ateneo.

Este nuevo espacio busca rendir homenaje al pasado de una de las instituciones educativas más importantes del norte del país.

MARQUESADO DE SAN MIGUEL DE AGUAYO

Frente al costado oeste del antiguo edificio del Ateneo Fuente, por la calle General Cepeda, se alza una vieja casona en el número 234, con un portón, similar al que se encuentra en el Recinto de Juárez. Según se estima, su construcción data del siglo 18.

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Hace algunos años se colocó una placa de talavera que, según la tradición oral, señala esta casa como residencia del Marqués de Aguayo y Santa Olalla.

$!José de Azlor y Virto de Vera II, marqués consorte de San Miguel de Aguayo. Gobernador y capitán general de las provincias novohispanas de Coahuila y Texas entre 1719 y 1722.

Si bien esto es motivo de debate, vale la pena explorar quiénes fueron estos nobles y por qué su linaje sigue resonando en la historia.

El título nobiliario del Marquesado de San Miguel de Aguayo fue creado en 1682 por el rey Carlos II, conocido como “El Hechizado”. El primer poseedor del título fue Agustín de Echeverz Subiza y Espinal (1682-1699), I Marqués de San Miguel de Aguayo, Vizconde de Santa Olaya, y señor de los Palacios de Esparza y Zariquiegui, en Navarra.

Hombre de gran influencia, Agustín fue caballero de la Orden de Santiago, gobernador y capitán general del Nuevo Reino de León, además de alcalde de Pamplona. Provenía de una familia de ilustre linaje, los Echeverz de Asiáin, Navarra.

Contrajo matrimonio en 1667 con Francisca de Valdés y Alcega, Rejano y Urdiñola, bisnieta del célebre conquistador Francisco de Urdiñola y Larrumbide, quien en 1591 fundó en la parte oeste de la Villa de Santiago del Saltillo, el pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala, Urdiñola fue propietario del mayor latifundio de la Nueva España.

A la muerte de Agustín, el título pasó a su hija, Ignacia Javiera de Echeverz y Subiza (1673-1733), II Marquesa de San Miguel de Aguayo. Ignacia se casó con José de Azlor y Virto de Vera II marqués consorte de San Miguel de Aguayo, nacido en Huesca en 1672, quien sería gobernador y capitán general de Coahuila y Texas, y se le considera la persona que inició la colonización en Texas.

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En 1720 protagonizó la Expedición Aguayo, que recorrió las misiones y presidios del este de Texas, que habían sido abandonados por los franceses. José de Azlor y su esposa Ignacia administraron el vasto marquesado desde la Hacienda San Francisco de Patos, la casa grande de la ex hacienda es hoy Palacio Municipal de General Cepeda, Coahuila.

Este matrimonio dio lugar a dos hijas: María Josefa y María Ignacia de Azlor y de Echeverz. María Ignacia tomó los hábitos en Tudela, Navarra, y más tarde en México fundó el Convento de Nuestra Señora del Pilar y el Colegio de la Enseñanza, dejando un legado educativo significativo en la Nueva España.

Por su parte, María Josefa heredó el título de marquesa, consolidando la trascendencia del linaje.

DE GENERACIÓN EN GENERACIÓN

El título nobiliario siguió pasando de generación en generación. María Josefa contrajo matrimonio con Francisco Valdivieso y Mier, I Conde de San Pedro del Álamo, y tuvo varios hijos, entre ellos Pedro Ignacio Valdivieso y de Azlor-Echeverz (1744-1820), IV Marqués de San Miguel de Aguayo.

Pedro Ignacio se casó en tres ocasiones, siendo su descendencia el vínculo que aseguró la continuidad del título del marquesado. Uno de sus hijos, José María de Valdivieso y Vidal de Lorca (1787-1836), fue el V Marqués de San Miguel de Aguayo y figura destacada en la historia de México.

José María no solo fue caballero de la Real Maestranza de Ronda, sino también fue uno de los 38 signatarios de la Independencia de México en 1821 y mayordomo del emperador Agustín de Iturbide, quien lo nombró para formar la Junta Provisional Gubernativa.

Aunque los detalles sobre sus ocupantes permanecen en el terreno de las suposiciones, la relevancia del marquesado de Aguayo en la historia de la región y del país es innegable.

$!María Ignacia de Azlor y de Echeverz, precursora de la educación femenina en México, hermana de María Josefa III, marquesa de San Miguel de Aguayo.

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Lamentablemente, no hace mucho tiempo, el actual dueño de la propiedad tomó la decisión de demoler parte del patio interior y algunas habitaciones de esta histórica casona. Afortunadamente, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) intervino oportunamente para detener esta barbarie, salvaguardando así parte del patrimonio histórico.

Por todo ello, esta propiedad debe ser protegida por su valor cultural. Su conservación no es solo responsabilidad de las autoridades, sino de todos nosotros. Preservar este inmueble es preservar nuestra historia y nuestra identidad.

El marquesado de Aguayo no solo representa un legado nobiliario, sino también un capítulo esencial en la historia de la ciudad, del estado de Coahuila, y de México. Si aquella vieja casona realmente fue hogar de esta ilustre familia, sus muros guardan ecos de un linaje que contribuyó en parte a forjar la identidad de lo que somos.

EN MEDIO DE REPARACIONES

La calle ha sido objeto de un largo proceso de pavimentación que, según muchos vecinos, ha tomado más tiempo del necesario. Las obras, marcadas por una aparente falta de planeación, o vaya usted a saber qué, incluyeron banquetas más grandes de lo normal, error que provoca inconvenientes al estacionarse, ya que las puertas de los autos apenas pueden abrirse.

Este detalle generó molestias entre los residentes y comerciantes, quienes además sufrieron pérdidas económicas debido a la prolongada duración de las reparaciones.

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General Cepeda es más que una calle: es un testimonio vivo de la riqueza cultural de nuestra ciudad. Esperemos que la renovada infraestructura perdure en el tiempo y permita a las generaciones actuales y futuras disfrutar de la historia que late en cada rincón de esta antigua y noble calle.

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