Los tlaxcaltecas: Esos fundadores olvidados de Saltillo

Los tlaxcaltecas: Esos fundadores olvidados de Saltillo

Desde acequias y técnicas agrícolas hasta sarapes y pan de pulque, los tlaxcaltecas imprimieron su sello cultural en el desarrollo de la región

Coahuila
/ 6 diciembre 2025
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La historia de Saltillo no puede entenderse sin la llegada de los tlaxcaltecas en 1591. En medio de la Guerra Chichimeca y del fracaso de los primeros asentamientos españoles, fueron 71 familias indígenas quienes salvaron la región del abandono.

Con sus conocimientos agrícolas, su organización comunal y su lealtad a la Corona, fundaron San Esteban de la Nueva Tlaxcala, un pueblo autónomo cuya labor transformó para siempre el norte de la Nueva España y dejó un legado que aún respira en las tradiciones, los apellidos y las calles de la ciudad.

LA GRAN CHICHIMECA

La región conocida como la Gran Chichimeca se extendía desde el actual estado de Querétaro hasta los territorios de Coahuila y más allá. Los pueblos seminómadas que habitaban estas tierras eran cuachichiles y nacaguas, quienes resistieron la invasión española.

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La Guerra Chichimeca duró cerca de cuarenta años. Los ataques constantes hacían imposible que las poblaciones crecieran o que prosperara la agricultura. Las colonias solían despoblarse al poco tiempo de fundarse.

EL PRIMER ASENTAMIENTO

Catorce años después de la fundación, la villa de Santiago del Saltillo seguía siendo poco más que un campamento: casas de adobe, donde los colonos vivían agrupados, armados las 24 horas.

Para 1591, la situación era desesperada. Los ataques no daban tregua, las familias huían y Santiago del Saltillo estaba al borde de convertirse en un pueblo fantasma. Era momento de intentar otra estrategia: la colonización planificada con aliados indígenas de confianza.

En los primeros días de julio de 1591, 71 familias indígenas, aproximadamente 245 personas, iniciaron una travesía que cambiaría para siempre el destino del norte de la Nueva España. En el grupo iban 16 hombres solteros; todos eran tlaxcaltecas.

Caminaron durante dos meses, atravesando más de 900 kilómetros desde San Esteban Tizatlán hasta las áridas tierras del norte. Llevaban consigo semillas de maíz, frijol, magueyes, calabaza y chile; herramientas y lo más valioso: el conocimiento ancestral de la agricultura que habían perfeccionado durante siglos.

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Atravesaron montañas, el altiplano, desiertos y territorios hostiles. A principios de septiembre, divisaron el valle donde se asentaba la pequeña villa española de Santiago del Saltillo. El 13 de septiembre de 1591, Francisco de Urdiñola les dio posesión formal de sus tierras.

SOLUCIÓN TLAXCALTECA

La Corona española y el virrey Luis de Velasco II diseñaron un plan para trasladar familias tlaxcaltecas del centro de México hacia el norte, con el fin de fundar colonias sedentarias y agrícolas. Estas comunidades servirían de ejemplo para los pueblos nómadas, demostrando las ventajas de la vida sedentaria y la agricultura organizada.

Los tlaxcaltecas, aliados de la Corona desde la conquista de Tenochtitlán, eran cristianos devotos, agricultores expertos y guerreros experimentados. Habían demostrado su lealtad durante la conquista de México-Tenochtitlán.

LAS CAPITULACIONES

A cambio de su servicio como colonizadores, los tlaxcaltecas negociaron privilegios extraordinarios que quedaron plasmados en las Capitulaciones de 1591. Este documento destaca las prerrogativas negociadas por los tlaxcaltecas.

$!Fundación del pueblo de San Esteban de la Nieva Tlaxcala en 1591.

Nobleza Hereditaria: Los tlaxcaltecas y sus descendientes serían elevados al rango de hidalgos, considerados nobles ante la ley española. Quedarían libres de pagar tributo a la Corona para siempre. Este estatus nobiliario les otorgaba el derecho de anteponer el “Don” o “Doña” a sus nombres, un título de respeto que marcaba su posición distinguida en la sociedad colonial.

Tierras y Autogobierno: Recibirían tierras propias comunales para cultivar y criar ganado. Se les concedió el derecho a establecer su propio cabildo, donde podían elegir a sus autoridades locales sin interferencia directa de los españoles.

Privilegios Excepcionales: Derecho a portar armas de fuego y espadas, montar a caballo con silla y espuelas. Quedaron exentos de los trabajos forzados y no podrían ser obligados a trabajar en las encomiendas.

SAN ESTEBAN DE LA NUEVA TLAXCALA

Los tlaxcaltecas fundaron su pueblo al poniente de la Villa de Santiago del Saltillo. Los separaba apenas una acequia, conocida como la calle del Reventón, la que hoy conocemos como calle de Allende.

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Don Buenaventura de Paz, nieto del legendario Xicoténcatl, después de cumplir su misión de establecer el asentamiento, regresó a la provincia de Tlaxcala. Don Joaquín de Velasco, descendiente directo de Xicoténcatl, se quedó y fue nombrado la primera autoridad de San Esteban de la Nueva Tlaxcala.

San Esteban se organizó como una comunidad autosuficiente y próspera. Tenían su propia escuela y hospital de indios que atendía a los enfermos con medicina europea y remedios tradicionales tlaxcaltecas.

San Esteban se dividió en cinco barrios tradicionales, correspondientes a topónimos de Tizatlán: San Esteban, Santa Anita o Santa Ana, San Buenaventura, La Inmaculada Concepción o La Concepción, y La Purísima. Cada barrio tenía su propia identidad y sus festividades particulares.

Cada año, el cabildo tlaxcalteca elegía a sus autoridades en un proceso democrático: alcaldes, regidores, alguaciles y fiscales. El virrey nombraba un “Capitán Protector” para supervisar que nadie violara sus privilegios y servir como enlace con las autoridades españolas.

AGRICULTURA QUE TRANSFORMÓ

Los tlaxcaltecas trajeron conocimientos que los españoles simplemente no conocían. Construyeron un sofisticado sistema de acequias y canales de riego que captaba el agua de los manantiales y arroyos. Crearon presas pequeñas para almacenar agua. Implementaron la rotación de cultivos para no agotar la tierra. Usaban abono orgánico para enriquecer el suelo.

Sus huertas se convirtieron en el pulmón verde de Saltillo. En 1777, un sacerdote español quedó maravillado y los describió como trabajadores que aborrecían la pereza y se entregaban con entusiasmo a sus labores agrícolas, responsables de producir la mayor parte de las verduras y frutas que se consumían en la vecina villa del Saltillo.

En los mercados del Saltillo se vendían productos tlaxcaltecas: jitomates rojos, chiles, calabazas, elotes, verdolagas, frijoles, agua miel y pulque. Frutas: duraznos en verano, membrillos en otoño, manzanas criollas. Las mujeres tlaxcaltecas elaboraban pan de pulque, dulces de frutas y conservas de membrillo.

ARTESANÍAS Y OFICIOS

Los tlaxcaltecas también desarrollaron artesanías y oficios. Montaron tenerías donde procesaban pieles para hacer zapatos, cinturones y monturas. Perfeccionaron la producción de sarapes tejidos con lana de sus ovejas, teñidos con colores naturales: grana cochinilla para el rojo, índigo para el azul. Los sarapes se volvieron tan famosos que se convirtieron en símbolo nacional.

LOS GUERREROS TLAXCALTECAS

Los tlaxcaltecas, con su derecho a portar armas y montar a caballo, eran soldados invaluables. No solo defendían San Esteban y Saltillo, también participaban en expediciones contra las tribus que atacaban la frontera. Formaban parte de las milicias que patrullaban los caminos y respondían a las incursiones.

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Las tlaxcaltecas participaron en la fundación y defensa de otros pueblos: Parras en 1598, Monclova, San Miguel de Aguayo (hoy Bustamante), Guadalupe, Sabinas Hidalgo, e incluso llegaron hasta San Antonio de Béjar en Texas, donde en 1731 escoltaron a 15 familias canarias durante catorce días de viaje.

$!Durante los primeros años, la villa del Saltillo sufrió el asedio de indios nativos; fueron los tlaxcaltecas quienes trajeron la ansiada paz.

DOS MUNDOS

Saltillo y San Esteban estaban a unos cuantos metros de distancia, pero eran dos mundos a veces opuestos. Los españoles con haciendas, orientados más hacia la ganadería de reses y caballos. Los tlaxcaltecas, expertos horticultores con huertas y sus costumbres comunales.

Los documentos históricos están llenos de quejas formales: que si los de Saltillo desviaban el agua hacia sus tierras, que si los tlaxcaltecas no respetaban los turnos acordados, que si alguien había roto la compuerta principal.

En años de sequía, las tensiones llegaban al punto de ruptura. Había vigilantes de ambos bandos patrullando las acequias de noche, acusaciones de sabotaje, reuniones tensas del cabildo donde cada lado presentaba testigos contradictorios. Solo la intervención del Capitán Protector o incluso del virrey lograba calmar las aguas, como se dice coloquialmente.

BATALLAS LEGALES

Las tierras también generaban roces constantes. Los tlaxcaltecas conocían el sistema legal español mejor que muchos españoles. Guardaban copias de las Capitulaciones; cuando un español intentaba apropiarse de un pedazo de tierra tlaxcalteca, inmediatamente presentaban demandas formales, con testigos y referencias legales precisas.

En 1716, cuando la Audiencia de Guadalajara intentó juzgarlos por un asunto menor, los tlaxcaltecas argumentaron brillantemente que era ilegal: según sus privilegios, solo podían ser juzgados por la Audiencia de México. Ganaron el caso.

CONFLICTOS RELIGIOSOS Y CULTURALES

Los frailes franciscanos querían cobrar a los tlaxcaltecas por bautizos, matrimonios y entierros, los llamados “derechos de fábrica”. Los tlaxcaltecas se negaron rotundamente. Ellos mismos, con su dinero y trabajo, habían construido su iglesia de San Esteban. ¿Por qué tenían que pagar? La disputa duró décadas y llegó hasta las más altas autoridades eclesiásticas.

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Hubo también choques culturales profundos. Los tlaxcaltecas se quejaron amargamente de que un fraile especialmente celoso les arruinó el Día de Muertos: mandó apagar las velas sobre las tumbas en el cementerio y retiró las ofrendas de pan y cera que dejaban para sus difuntos, llamándolas “prácticas paganas”. Los tlaxcaltecas argumentaron que honrar a los muertos era compatible con el cristianismo y que el fraile no respetaba sus costumbres. El fraile fue eventualmente transferido a otra parroquia.

IDENTIDAD Y LENGUA

Los tlaxcaltecas conservaron su lengua náhuatl durante generaciones. Los documentos coloniales muestran testamentos, contratos de venta y registros oficiales escritos en náhuatl hasta bien entrado el siglo XVIII. Los niños aprendían español en la escuela, pero en casa se hablaba náhuatl.

En 1677, San Esteban tenía mil 750 habitantes. Los tlaxcaltecas se casaban principalmente dentro de su propia comunidad, conservando su “pureza étnica”, tanto por orgullo como por el deseo de mantener los privilegios que tenían.

EL FIN

Cuando México logró su independencia en 1821, la nueva nación buscó igualdad para todos los ciudadanos. Irónicamente, esto significó que los tlaxcaltecas fueron despojados de sus privilegios especiales. Ya no más hidalgos, sino ciudadanos comunes y corrientes. Las tierras comunales fueron fraccionadas y muchos predios les fueron arrebatados.

En la tercera década del siglo XIX, durante el gobierno de Guadalupe Victoria, la villa española de Santiago del Saltillo y el pueblo tlaxcalteca de San Esteban fueron fusionados administrativamente en 1827. La identidad tlaxcalteca se borró del mapa oficial.

LEGADO TLAXCALTECA

Muchos tlaxcaltecas adoptaron apellidos españoles durante la época colonial, como: Martínez de Luna, Suárez, Valverde, Santos, de los Santos, Daniel, Hilario. En Saltillo, la herencia tlaxcalteca vive en familias que conservan la memoria de sus antepasados colonizadores.

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Cuando caminas por la calle Allende en el centro de Saltillo, estás pisando la antigua acequia que separaba dos mundos. Esa línea de agua que alguna vez fue motivo de disputas ahora es una calle donde pocos o nadie recuerda la frontera que existió ahí durante siglos.

Al caminar por la calle Victoria hacia el poniente y contemplar el templo de San Esteban, estás mirando el templo más antiguo de la ciudad, construido en 1592 por manos tlaxcaltecas.

Unos pasos más adelante estuvieron las huertas y terrenos donde se levantó San Esteban de la Nueva Tlaxcala. Hoy, con edificios modernos, debajo del asfalto yacen los cimientos de las primeras casas de adobe de tlaxcaltecas.

TRADICIONES VIVAS

El pan de pulque es herencia directa de las recetas tlaxcaltecas. Las mujeres tlaxcaltecas horneaban el pan para festividades religiosas; por fortuna, la tradición ha sobrevivido.

Los sarapes de Saltillo, reconocidos mundialmente por sus diseños de diamante en el centro y sus colores degradados como un arcoíris, nacieron de la fusión entre técnicas de tejido tlaxcaltecas y diseños traídos por los españoles. Los tlaxcaltecas perfeccionaron el arte del tejido en telar de pedal.

La Danza del Santo Cristo del Ojo de Agua, aunque con influencias múltiples, en gran parte incorpora elementos que pueden atribuirse a los tlaxcaltecas: arcos y flechas, penachos con plumas multicolores, faldones decorados.

LOS FUNDADORES INVISIBLES

Sin su llegada en septiembre de 1591, sin su valor militar, sin su conocimiento agrícola, sin su determinación para quedarse y echar raíces, esta ciudad simplemente no existiría. Santiago del Saltillo hubiera sido abandonado como tantos otros intentos de colonización que fracasaron. Cuando comes pan de pulque, cuando ves un sarape de Saltillo o visitas el templo de San Esteban, estás sintiendo la historia de aquellos tlaxcaltecas olvidados.

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El presente relato se basa en la documentación histórica recopilada en el libro “Documentos para la historia del México colonial”, obra coordinada por los historiadores Silvio Zavala y María del Carmen Velázquez. La publicación se llevó a cabo en diciembre de 1989 en Saltillo, Coahuila, como “libro del año” del Gobierno del Estado de Coahuila, a cargo de Eliseo Mendoza Berrueto, con El Colegio de México.

saltillo1900@gmail.com

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