Buscan que comida en buen estado no llegue a la basura

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/ 15 octubre 2022

El desperdicio de comida produce gas metano, que calienta el planeta con una gran rapidez

En Seúl, Corea del Sur, los botes de basura pesan automáticamente la cantidad de alimentos que se tiran a la basura. En Londres, los supermercados dejaron de poner etiquetas con la fecha en las frutas y verduras para reducir la confusión sobre lo que todavía es comestible. En California ahora se les exige a los supermercados que regalen (y no tiren) los alimentos que no se vendan pero que se puedan comer.

En todo el mundo se está poniendo en marcha un amplio abanico de iniciativas para hacerle frente a dos problemas globales acuciantes: el hambre y el cambio climático.

El desperdicio de comida, cuando se pudre en un vertedero, produce gas metano, que calienta el planeta con rapidez, pero es un problema muy difícil de resolver.

Ahí es donde entra en acción Vue Vang, la luchadora contra los excesos. Hace poco, un lunes durante una resplandeciente mañana, Vang se detuvo detrás de un supermercado en Fresno, California, bajó de su camión y se dispuso a rescatar toda la comida posible según la nueva ley estatal, ayudando a los gerentes de las tiendas a cumplir unas normas que muchos aún desconocían.

Le habían dejado un carrito de supermercado con panes para hamburguesa y galletas a punto de caducar. Vang sabía que debía haber más. En cuestión de minutos, convenció a los trabajadores para que le dieran varias cajas de leche marcadas con fecha de caducidad del día siguiente, además de suero de mantequilla y cajas de coles de Bruselas, col rizada, cilantro, melones cortados y maíz. Les dio un leve codazo y preguntó: ¿Hay huevos?

“Es mucho. Se desperdicia muchísimo”, susurró Vang, quien trabaja con la organización benéfica local Fresno Metro Ministry, para darles alimentos a personas necesitadas.

En Estados Unidos, el mayor volumen de material enviado a los vertederos e incineradoras procede de los residuos de alimentos. En todo el mundo, estos representan entre el 8 y el 10 por ciento de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, al menos el doble que las emisiones producto de la aviación. Según cálculos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, esa cantidad es suficiente para alimentar a más de mil millones de personas.

En medio de la urgencia cada vez mayor por frenar el calentamiento global, los gobiernos y empresarios están ideando distintas maneras para reducir el desperdicio de alimentos. En Estados Unidos, una empresa emergente facilita la compra de productos deformes que las tiendas de comestibles rechazan y otra desarrolló un recubrimiento invisible a base de plantas para que las frutas duren más. Un empresario keniano construyó refrigeradores que funcionan con energía solar para ayudar a los agricultores a almacenar los productos durante más tiempo.

En Asia, Europa y Estados Unidos, varias aplicaciones móviles nuevas ofrecen descuentos en la comida de los restaurantes que está a punto de desecharse. El año pasado, el máximo dirigente chino, Xi Jinping, inició una campaña de “plato limpio”, en la que pedía acabar con el “escandaloso y preocupante” despilfarro de alimentos, e incluso tomó medidas más estrictas contra los videoblogueros que comen cantidades excesivas de comida ante las cámaras.

Todos estas diferentes iniciativas están dirigidas a solucionar la desconexión del sistema alimentario global moderno: se producen muchos alimentos, pero no se consumen, aun cuando hay personas que pasan hambre.

La ley de California es la más ambiciosa de Estados Unidos. Las tiendas de comestibles están obligadas a donarles a grupos como el de Vang “la máxima cantidad de alimentos consumibles que, de otro modo, se desecharían”, o enfrentar multas en breve. Además, todas las ciudades y condados deben reducir los residuos orgánicos que van a parar a los vertederos en un 75 por ciento para 2025 y, en lugar de tirarlos a la basura, convertirlos en composta.

UN PROBLEMA DE ABUNDANCIA

Desechar los cultivos que se plantaron, regaron, cosecharon, envasaron y enviaron es un problema relativamente nuevo en la historia de la humanidad. Durante siglos, la gente utilizaba todo lo que podía: el tallo de un plátano, las cáscaras de las verduras, una zanahoria que crecía retorcida bajo tierra.

En la actualidad, se desperdicia el 31 por ciento de los alimentos que se cultivan, envían o venden.

El problema del desperdicio de alimentos no es un solo problema, sino muchos. En ocasiones se trata de un problema de refrigeración (la leche se echa a perder durante un apagón), de normas estrictas de calidad en los supermercados (nada de zanahorias retorcidas), de una mala planificación humana (verduras para ensalada olvidadas que se ponen babosas en el refrigerador) o de porciones gigantescas en los restaurantes. Según ReFED, una organización sin fines de lucro dedicada a reducir el desperdicio de alimentos, el 70 por ciento de la comida desechada en los restaurantes de Estados Unidos procede de alimentos pagados, pero no consumidos.

En general, una tercera parte de los alimentos de Estados Unidos no se consumen, según la Agencia de Protección Ambiental.

ReFED calcula que las emisiones de residuos alimentarios, desde la granja hasta la mesa y luego hasta el vertedero, equivalen a las de 72 centrales eléctricas de carbón.

Al igual que California, varios estados estadounidenses están intentando afrontar una parte del problema con medidas de compostaje obligatorio. Si California tiene éxito, podría reducir las emisiones en una cantidad equivalente a retirar 3 millones de autos de las calles, según CalRecycle, la agencia estatal que se ocupa de los residuos. La composta es muy útil para mejorar el suelo y hay un mercado para esta en un estado que sufre por la sequía.

“Es un gran negocio”, afirmó en una entrevista Rachel Machi Wagoner, directora de CalRecycle. “Estamos tratando de convertir los residuos en un recurso”.

No obstante, eso solo resuelve una pequeña parte del problema. Está bien convertir en composta las cáscaras de naranja y de huevo, pero no resuelve el problema de la cuarta parte de sándwich que queda en el plato, o del tomate que se tira porque quedan demasiados en los estantes del supermercado. Eso, como señaló Dana Gunders, directora ejecutiva de ReFED, representa un desperdicio importante de agua, tierra, fertilizantes, diésel y refrigerantes, además de un arduo trabajo manual.

“Es mejor no producirlo si sabes que no va a ser consumido”, dijo. “Para eso hay que rediseñar los sistemas. No es tan sencillo como tirar algo en el contenedor de la composta”.

Sí a las bolsas de comida para perros; no a las etiquetas fechadas

Las cadenas de supermercados británicas empezaron a retirar las etiquetas fechadas de los productos después de que una investigación demostró que colocarlas hacía que la gente tirara comida en perfecto estado. En otros lugares de Europa, Francia ahora les exige a los supermercados y a las grandes empresas de cáterin que donen los alimentos cuyo consumo aún es seguro, y en España, una propuesta de ley obligaría a los restaurantes a ofrecer algo que es relativamente poco frecuente: bolsas para llevarle la comida no consumida a los perros.

También está Corea del Sur, donde, debido a la necesidad, hace casi 20 años surgió una campaña en contra del desperdicio de alimentos. El angosto y montañoso territorio del país se estaba quedando sin espacio para vertederos de basura. El gobierno decretó que no se enviaran más residuos de alimentos a los vertederos.

En la actualidad, casi todos los residuos orgánicos se convierten en piensos y composta y, en fechas más recientes, en biogás. Los residuos también tienen un precio. Los coreanos pagan por lo que tiran.

En el experimento más reciente, el gobierno desplegó botes de basura equipados con sensores de identificación por radiofrecuencia que pesan con exactitud la cantidad de residuos de alimentos que cada hogar tira cada mes. Si la gente no tiene los botes de basura equipados con sensores, debe comprar bolsas de basura biodegradables por separado, que acaban costando aún más.

Desviar los desechos

del vertedero

Además del compostaje, la ley de residuos de alimentos de California es inusual en Estados Unidos por presionar a los minoristas a donar los alimentos comestibles que no se vendieron. (Washington tiene una ley similar que entrará en vigor en 2025). Los defensores de los residuos de alimentos están presionando al Congreso para que incluya recursos en el proyecto de ley agrícola de Estados Unidos el próximo año para ayudar a los gobiernos estatales y locales a promulgar medidas similares de rescate de alimentos.

Los desafíos ya están presentes en toda California.

Muchas ciudades aún no les ofrecen contenedores para composta a los hogares. Muchas personas que tienen botes de compostaje no saben qué deben colocar ahí y qué no. Los huesos de pollo sí; las bolsas con excremento de perro no, ni siquiera cuando esté en las llamadas bolsas biodegradables, que no siempre lo son.

“Me vuelve loca”, señaló Wagoner, de CalRecycle.

Será necesario construir muchas instalaciones más de composta, lo cual es complicado en las zonas urbanas. Un estudio de ciencias del comportamiento reveló que cuando la gente sabe que sus residuos de alimentos se convertirán en composta, es más probable que los desperdicien. c.2022 The New York Times Company

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