Con el repunte de casos del COVID-19 en EU, los investigadores se preparan para la ‘nueva normalidad’
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Si bien, los casos de infecciones por COVID-19 continúan siendo bajas y es poco probable que alcancen los máximos que hubo anteriormente, las personas que enferman de SARS CoV-2 paulatinamente están aumentando en algunas partes de Estados Unidos
Según los datos recopilados a partir del monitoreo de aguas residuales, las tasas de pruebas positivas, las hospitalizaciones y las visitas a urgencias, las infecciones han seguido una tendencia ascendente durante unas cuatro semanas. En conjunto, las cifras les ofrecen a los investigadores y autoridades de salud pública el primer vistazo del coronavirus como una amenaza estacional pospandémica, un elemento permanente del panorama de las enfermedades infecciosas.
Los análisis de aguas residuales apuntan a los mayores aumentos en el noreste y el sur, seguidos del oeste y el Medio Oeste. Después de llegar al punto más bajo a finales de junio, las hospitalizaciones han vuelto a subir, pero por suerte muy despacio.
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Las pruebas positivas han subido a un 7.6 por ciento, un nivel que no se había visto desde noviembre de 2021, y, en ese verano, justo antes de que la variante delta arrasara con la nación.
“Este es el cuarto verano en el que vemos una ola que comienza alrededor de julio, a menudo en el sur”, afirmó Caitlin Rivers, investigadora especializada en salud pública del Centro de Seguridad Sanitaria Johns Hopkins.
Casi todos los estadounidenses han acumulado varias capas de inmunidad tras repetidas infecciones, inmunizaciones o ambas cosas, por lo tanto, es poco probable que en este invierno el virus cause los daños observados en temporadas anteriores.
No obstante, para los adultos mayores, las mujeres embarazadas y las personas con sistemas inmunitarios debilitados o ciertas enfermedades crónicas, el virus todavía puede representar una amenaza seria.
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El número de muertes es el más bajo desde que comenzó la pandemia y alrededor de una décima parte de los niveles de enero. En la actualidad, la mayoría de las muertes a causa del virus ocurren en adultos mayores de 75 años. Sin embargo, para los expertos, el verdadero número de víctimas será evidente hasta finales de año, después de la explosión respiratoria de otoño e invierno.
“Estamos en un momento muy distinto, pero la COVID sigue existiendo”, comentó Katelyn Jetelina, experta en salud pública y autora del popular boletín “Your Local Epidemiologist”.
“Creo que perjudicamos al público al decir que ya se acabó y que sigamos adelante, porque este invierno va a ser perturbador y va a provocar la muerte de varias personas”, agregó. “Eso simplemente no es aceptable para el mundo de la salud pública, en especial porque es prevenible”.
Los investigadores han intentado evaluar cómo las vacunas actualizadas contra el COVID-19 y las variantes emergentes podrían cambiar el curso de la pandemia. Según los estimados más pesimistas, si no hubiera ninguna vacuna disponible y la variante circulante esquivara la mayoría de las defensas inmunitarias, la COVID-19 podría provocar unas 839,000 hospitalizaciones y alrededor de 87,000 muertes en toda la nación entre septiembre y abril.
En el mejor de los casos, en el que las personas de todas las edades optaran por una vacuna actualizada y les tocara una variante susceptible a esa vacuna, el COVID-19 podría causar 484,000 hospitalizaciones y 45,000 muertes, cerca del número de víctimas de una mala temporada de influenza.
“Con base en estas proyecciones, es probable que el COVID siga siendo una de las principales causas de muerte en Estados Unidos en un futuro predecible”, sugirió Justin Lessler, investigador de salud pública de la Escuela Gillings de Salud Pública Global de la Universidad de Carolina del Norte, quien coordinó la investigación.
En particular, a los expertos les preocupa la confluencia de la COVID-19 con el virus sincitial respiratorio (VSR), la influenza y otros patógenos. El año pasado, muchos hospitales sucumbieron ante el peso de la denominada triple epidemia del COVID-19, la influenza y el VSR, a pesar de que las olas de las tres infecciones dieron la impresión de estar un poco escalonadas.
El VSR llegó su pico en noviembre y casi duplicó las hospitalizaciones, incluso entre los niños, que en los años previos a la pandemia. La influenza alcanzó su punto máximo en diciembre y tal vez haya sido la causa de hasta 58,000 muertes.
El COVID-19 provocó un estimado de 50,000 muertes entre noviembre y marzo. No está claro si los virus se comportarán de forma similar este invierno o si derivarán hacia un nuevo patrón estacional.
“Este otoño es algo que los epidemiólogos estamos observando con mucha curiosidad”, opinó Jetelina. “Creo que muchos somos optimistas con cautela en cuanto a la posibilidad de tener una nueva temporada respiratoria normal”.
Aunque los picos de cada ola viral estén más distanciados que el año pasado, el sistema de atención médica puede pasar dificultades.
“Incluso antes del COVID, era muy difícil que los sistemas de atención médica le siguieran el ritmo al aumento de pacientes”, comentó Rivers. “De hecho, si esto es lo que podemos esperar año con año hacia el futuro, creo que vamos a tener que ajustar el sistema de atención médica para acomodar ese aumento de la carga”.
Según Rivers, el coronavirus sigue siendo una amenaza más temible que las otras dos infecciones respiratorias.
A diferencia de la influenza y el VSR, los cuales tienden a desaparecer en los meses más cálidos, las infecciones por coronavirus empiezan a repuntar en julio y se mantienen altas hasta febrero. “Es una buena parte del año en la que hay que estar alerta”, agregó Rivers.
Un cambio sorprendente respecto de años anteriores es que, en vez de una única variante dominante del coronavirus, ahora parece haber un grupo de tipos virales, todos derivados de la ómicron. Según Lessler, el virus está mutando ahora a un ritmo más constante, similar al de la evolución del virus de la influenza.
La vacuna que se espera este otoño está diseñada para atacar una variante denominada XBB.1.5, la cual fue dominante esta primavera. Aunque la vacuna no se adapte a la perfección a las variantes que circulen en los próximos meses, todavía podría evitar enfermedades graves y muertes, aunque no infecciones.
Lessler y sus colegas estimaron que vacunar a los estadounidenses de todas las edades podría reducir un 20 por ciento la cantidad de hospitalizaciones y muertes.
Ningún investigador prevé regresar a los peores días de la pandemia. Sin embargo, algunos recomiendan que, cuando aumente la cantidad de casos, la gente considere volver a usar mascarillas en espacios cerrados concurridos, hacerse pruebas cuando tenga síntomas y tener en mente a quienes los rodeen y puedan estar en situación de alto riesgo en caso de infectarse. c.2023 The New York Times Company.
Por Apoorva Mandavilli, The New York Times.